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CINEMA DE PERRA GORDA

ISLAND IN THE SKY (1953, William A. Wellman) [Infierno blanco]

ISLAND IN THE SKY (1953, William A. Wellman) [Infierno blanco]

Antes del propio análisis del título que nos ocupa, resulta obligado destacar la iniciativa de la Paramount editar en DVD una serie de títulos protagonizados por John Wayne, largos años ausentes de emisiones de ningún tipo, y casi todos ellos jamás estrenados en las pantallas de nuestro país. Todo ello en ediciones cuidadas, dotados de importantes extras, y además en un estuche individual especialmente cuidado. Dicho queda, ya que con ello permiten el acceso de películas hasta ahora vedados al aficionado.

Solo contemplar los primeros minutos de ISLAND IN THE SKY (1953) –rebautizada en su edición en DVD como INFIERNO BLANCO-, nos muestra a las claras la circunstancia de encontramos ante una propuesta en la que su realizador, William A. Wellman se implicó de manera especial, ya que desde el primer momento advertiremos que sus imágenes se adhieren a motivos largamente reiterados en la trayectoria del ya experimentado cineasta. Desde el muy evidente de su eterna evocación al mundo de la aviación –WINGS (Alas, 1927), LAFAYETTE ESCUADRILLE (1958) –su última película, no estrenada comercialmente en nuestro país-, su sentido de la aventura colectiva –THE CALL OF THE WILD (La llamada de la selva, 1935)-, el peso en ocasiones incluso siniestro y asfixiante que adquiere el bosque nevado en el que se desarrolla buena parte de su acción –YELOW SKY (Cielo amarillo, 1949), o la previa THE OX-BOW INCIDENT (1943)-, llegando a anticipar ambos referentes el exponente más significativo de dicha tendencia, como fue la espléndida y aterradora TRACK OF THE CAT (1954) –quizá la obra cumbre de su realizador-.

La base argumental de ISLAND…resulta en el fondo resulta sencilla. Esa propia sencillez es la que permite que el realizador se interese más por dotar de la mayor importancia posible, a ese colectivo humano que pilota el avión comandado por el capitán Dooley (John Wayne). Se trata de un serexperimentado en el mundo de la aviación y al que le acompaña carisma y templanza, pero que muy pronto será descrito –mediante la voz en off que narró el propio Wellman-, como un hombre al que estas cualidades no merman ese intrínseco miedo que todo piloto puede asumir en un momento determinado, y que ha de controlar cuando aparece en una situación de riesgo, al objeto de poder evitarla lo máximo posible.

Será precisamente lo que sucederá en los primeros compases de la película, en los que el avión que dirige Dooley aterrizará –forzado por una tormenta de nieve- en una zona ubicada fuera de los mapas habituales en territorio canadiense, encontrando un pequeño terreno nevado dentro del bosque, donde el avión finalmente amerizará, sin coste de vidas para sus cinco pasajeros. Será una secuencia culminada con un impresionante primer plano de Wayne, dando gracias a Dios por lograr salir del percance, describiéndose tras ello un fundido en negro realmente necesario, para lograr equilibrar la densa atmósfera lograda en esos momentos.

A partir de ese aterrizaje forzoso, la odisea de los accidentados se intercalará en la función con el proceso de búsqueda de todos ellos por parte de los compañeros de Dooley, evidenciando de forma clara el sincero sentido de la amistad que les une al carismático piloto. A partir de la llamada que efectúa el coronel Fuller (Walter Abel), el conjunto de profesionales se suma –permitiendo momentos entre divertidos y amistosos- a su rescate, aún cuando buena parte de ellos se encuentra cansado del desempeño de sus turnos profesionales, y logrando paralelamente dar a conocer en trazos precisos y sencillos la psicología de todos ellos. Entre esos instantes, no se puede dejar de destacar el divertido apunte de comedia que supone la presentación del personaje que encarna con acierto James Arness, quien no dudará en tirar por la ventana al veterano compañero que acude para despertarle.

Es a partir de esos momentos, cuando el film de Wellman se divide en dos subtramas complementarias, bien integradas en líneas generales, aunque cierto es que impiden por un lado que el grado de desesperación de los accidentados se manifieste de forma extrema, y por otra parte frena que durante el proceso de acercamiento de los pilotos compañeros hacia los atrincherados entre la nieve adquiera unos tintes dramáticos. En su lugar, es algo obvio que Wellman opta por hacer discurrir la línea narrativa del film por un sendero sencillo basado en el apunte humano, en la plasmación de un esfuerzo colectivo basado en la camaradería, en la oportuna incorporación de matices hostiles tanto en la odisea de los accidentados como en la desazón de los que prosiguen su búsqueda, con la progresiva mella que en ellos ofrece una tarea que se vislumbra inútil. En ese tira y afloja, contando con una excelente interpretación colectiva, una banda sonora ciertamente acertada para puntear las inflexiones dramáticas del film, así como una excelente fotografía en blanco y negro –obra de Archie Scout-, Wellman teje los mimbres de una película que se adhiere al espectador sin apelar en exceso al sentimentalismo, y que entronca con situaciones y tensiones existentes en anteriores y posteriores obras de su artífice, permitiendo un relato medido, hábil en la utilización de recursos cinematográficos, y en bastantes momentos dotado con un halo de inspiración. Es algo que particularmente señalaría en esas expresiones de alegría que demuestran los pilotos –Arness, Nolan, Devine-, desde las ventanillas de sus aparatos, al encontrar a los compañeros que tanto han buscado –transmitiendo una emoción sincera que traspasa la barrera de la ficción-, en la adecuación con la que el veterano realizador utiliza el fundido en negro para delimitar varias de sus secuencias, a modo de batallas superadas contra la adversidad, o en el que quizá resulte el instante más emotivo de la función. El entierro del piloto fallecido por la tormenta en plena nieve, que culmina tras la emocionada oración de Wayne, describiendo la cámara una panorámica hacia la izquierda que finalmente se eleva sobre los dos árboles que unen la aventura humana que ha concluido trágicamente, como símbolo prácticamente de ofrenda a la adversidad de la naturaleza.

Dentro de esta medida, solo hay una excepción con la única concesión sentimental en la película. Se trata del flash-back insertado para unir la familia del piloto que posteriormente fallecerá. Algo que inicialmente parecerá innecesario, pero que finalmente permitirá que su esposa protagonice un momento de gran intensidad, al recibir por teléfono la noticia de la muerte de su esposo.

Calificación: 3

1 comentario

Paquito -

Hola querido. Me gustaría saber si anoche viste una película que me pareció genial..aunque ya sabes mis gustos, era además española, así, que me extraña que la vieses. Fuen en la 2 y su título: "Otros dias vendrán" protagonizada por Cecilia Roth Antonio Resines y Fernando Guillén -este último sublime como enfermo de Alzheimer- y dirigida por Eduard Cortes. Te lo digo porque me gustaría saber tu opinión sobre la película. Francamente una de las mejores que he visto en los últimos años. Un abrazo!!!