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CINEMA DE PERRA GORDA

PLUNDER OF THE SUN (1953, John Farrow) [Saqueo al sol]

PLUNDER OF THE SUN (1953, John Farrow) [Saqueo al sol]

Sin ser un producto especialmente relevante, lo cierto es que la contemplación de PLUNDER OF THE SUN (1953, John Farrow) –jamás estrenada en nuestro país y recientemente editada en DVD con el título SAQUEO AL SOL-, invita a la simpatía. Lo hace en la medida de encontrarnos ante una atractiva cinta que mezcla intriga con aventuras, rodada en exóticos parajes mexicanos, y que en su conjunto resulta representativa de algunas de las tendencias que marcaban el devenir del cine de géneros en el Hollywood de los cincuenta. En ese sentido, hay que reconocer que títulos de similares o incluso menores cualidades que el que nos ocupa han sido reconocidos hasta la extenuación, revelando en sus imágenes el desamparo del viajero en la aventura emprendida –la mayor parte de las veces por puro azar-, en un país diferente al que pertenecen. Es una base que proporcionó algunas de las cintas más atractivas de Alfred Hitchcock, pudiendo en esta ocasión unir dicha circunstancia con el hecho de que la novela que sirve de base al título que nos ocupa, sea originaria del novelista David Dodge, autor del referente que sirvió el estupendo film de Hitchcock TO CATCH A THIEF (Atrapa a un ladrón, 1955).

Mas allá de esa afinidad de base, PLUNDER… cuenta en esencia, la azarosa odisea vivida por Al Colby (Glenn Ford), que él mismo nos relatará en un largo flash-back al ser interrogado por las autoridades mexicanas. Se trata de un agente de seguros hospedado en La Habana, y al que una acuciante penuria económica le llevará a aceptar la oferta de trasladar un pequeño paquete que le entrega un poderoso y veterano anticuario –Thomas Berreen (Francis L. Sullivan)-, para portarlo durante un viaje en barco y ser trasladado a territorio mexicano. Lo que en principio es una simple misión que le llevará a obtener mil dólares de recompensa, muy pronto supondrá el inicio de una peripecia que le llevará a relacionarse con dos extrañas mujeres, así como una serie de personajes a cual más siniestro y misterioso. Todo ello llevará al descubrimiento del contenido del pequeño paquete; unos códices que desvelan un antiguo tesoro zapateca, y que se encuentra en el interior de las ruinas de un lejano templo que no deja de estar visitado constantemente por turistas.

Seamos francos. En realidad lo que se cuenta en los ochenta minutos de duración del film de Farrow, es bastante menos interesante que las formas visuales que se ofrecen bajo sus imágenes. Ello en sí no es malo –en la medida que nos encontramos ante un título que “entra por los ojos”, ayudado por una excelente fotografía en blanco y negro de Jack Draper-, pero tampoco ayuda a elevar su conjunto por encima de la frontera de lo apreciable. Y es que en muy pocos instantes del conjunto –apenas en algunos momentos de la competente prestación de Glenn Ford- resultan de interés los personajes que desfilan en sus fotogramas, pendientes de apariciones caprichosas y destinadas a proporcionar giros en la narración, más allá de resultar verosímiles en su definición como tales. Es por ello que nos encontramos con un auténtico recital de estereotipos en buena medida habituales en este tipo de producciones, que en esta ocasión se rodaron en México, pero que en tantas otras tuvieron lugar en otros lugares más o menos exóticos de la geografía mundial –nuestro país no se libró de verse convertida de turístico plató de este tipo de cine-.

¿Y a qué nos atenemos, situándonos en esa tesitura? ¿Sirve ello para valorar más o menos positivamente el conjunto de PLUNDER OF THE SUN? Quizá todo ello dependa –como en tantas otras ocasiones-, del color del cristal con que se mire. Y digo esto por que –valga la reiteración-, es innegable que su planteamiento visual reviste un considerable empaque –algo que se advierte desde los primeros fotogramas del mismo, y antes de que nos adentremos en el relato en off de la odisea de su protagonista-. Pero no es menos cierto que ese atractivo –que en esta ocasión no le llevó al competente John Farrow a plasmar algunos de sus tan conocidos y rebuscados planos secuencia-, en esa ocasión se inclina hacia otro tipo de sofisticación formal. Se trata, indudablemente, de una búsqueda que en sus primeros fotogramas podría tener ecos del Einsenstein de ¡QUE VIVA MEXICO! (1932) pero que, en líneas generales, se inclina en el seguimiento de las composiciones abigarradas tan familiares al cine de Orson Welles –no soy el primero en detectarlo, es algo muy fácil de apreciar-. En esa línea, la cámara del realizador buscará el exotismo a cualquier precio –en bastantes momentos alcanzado con cierta intuición visual- y buscando encuadres que aprovechen lugares fotogénicos, hacia los que incluso desliza la planificación por medio de panorámicas, aplicando constantemente contrapicados e incluso planos inclinados. Toda una auténtica búsqueda estética que, es indudable, otorga a la película la suficiente prestancia, pero que en poco ayuda a establecer personajes y situaciones de verdadero interés. Por todo ello y dentro de ese desequilibrio entre lo que se contempla y la escasa densidad de su anclaje dramático, lo cierto es que PLUNDER… se deja ver con agrado –como sucedió previamente con otros títulos también rodados en aquel país como HIS KIND OF WOMAN (Las fronteras del crimen, 1951) –del propio Farrow y un no acreditado Richard Flesicher, o  THE BIG STEAL (1949, Don Siegel), aunque fatigue en su continuo y finalmente cansino desfile de situaciones y rocambolescas peripecias –de los que resulta una prueba evidente su apresurado y rutinario final-. En cualquier caso, lo cierto es que dentro de esta tesitura hay que destacar el excelente aprovechamiento que se realiza de las ruinas del templo de Oaxaca.

Digamos que ante el film de Farrow, nos encontramos con un exótico cocido de ingredientes bien conocidos, guisados con la apariencia formal de un realizador avezado tras la cámara, aunque demasiado influenciado por el mundo visual de Welles, y quizá también por el atractivo turístico de México. Una fascinación esta, en la que también quedaron embriagados nombres como los de John Ford o Elia Kazan.

Calificación: 2’5

1 comentario

filomeno -

En Portugal se llamó "O tesouro do templo". Glenn Ford lleva un "embrulho ao Oaxaca"