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CINEMA DE PERRA GORDA

CINEASTES EN ACCIÓ (2005, Carlos Benpar) Cineastas en acción

CINEASTES EN ACCIÓ (2005, Carlos Benpar) Cineastas en acción

Planteada como una continuación del planteamiento iniciado con CINEASTES CONTRA MAGNATS (Cineastas contra magnates, 2005. Carlos Benpar), CINEASTES EN ACCIÓ (Cineastas en acción, 2005) permite contemplar la mirada, llena de respeto, amor al cine y cariño a la obra fílmica expresada por una serie de realizadores a través del tiempo. Una mirada esta expresada por Benpar tras el referente literario que le sirvió de base, narrando sus avatares y búsqueda de testimonios en torno a este espinoso tema. Y es que si bien es cierto que en este ámbito se han logrado numerosas conquistas –aspecto sobre el cual se expresa la mayor parte de su propuesta-, aún queda mucho por recorrer, dentro de un sendero que ha de contar con el esfuerzo constante de todo tipo de espectadores, olvidando el hecho de encontrarse con un mero entretenimiento en el cine, para reflexionar ante la evidencia de que nos encontramos ante un arte con un modo y formato de expresión que debe ser respetado.

 A partir de dicho punto de partida, lo cierto es que la primera de las propuestas de aquel díptico se centraba en los deterioros que, con el paso del tiempo, fue adquiriendo tanto la preservación de las películas, hasta las adulteraciones que estas sufrieron en su exhibición comercial y, sobre todo, cinematográfica. Como elemento complementario, esta segunda parte se centra en la lucha que numerosos cineastas y personas sensibles ante el hecho fílmico –estas últimas fundamentalmente radicadas en Europa-, han mantenido en los últimos años, logrando vencer batallas legales y permitiendo crear una jurisprudencia dentro de este ámbito.  En la narración de esta lucha están marcadas las imágenes de este documental que complementa y prosigue el terreno iniciado con la anterior propuesta de Benpar, aunque ubicándose en un ámbito quizá mas reiterativo que en su referente didáctico. Si en la ocasión precedente eran más variables los ámbitos de expresión de su discurso, en esta la incidencia de los mismos objetivos juegan en su contra con un montaje más anodino prolongando una serie de intervenciones -algunas muy morosas y poco atractivas en su propia expresión cinematográfica; pienso ahora en el largo soliloquio del jurista francés que se extiende en un proceso legal que llega a aburrir por su extensión-. En este sentido, CINEASTES EN ACCIÓ resulta más estática y rígida que su precedente, aunque al mismo tiempo gane quizá en hondura, al no incurrir demasiado en secuencias de “reconstrucción” histórica, que en bastantes momentos lastraban el título de referencia. Al mismo tiempo, se desprende de un lastre de pobreza de medios que definía su primera mitad, aunque en ningún momento dejo de tener la sensación de que con una selección de los contenidos que se difunden en las dos películas, se podría haber reflejado un único documental, provisto de una mayor densidad y capacidad sintética, dejando de lado reiteraciones y debilidades que, bajo mi punto de vista, empobrecen un díptico tan dado a subrayar temáticas y vertientes –algo que en la propia sucesión de intervenciones, resulta de meridiana claridad-.

En el producto concreto que comentamos, lo cierto es que ese estatismo queda definido por intervenciones más largas y pausadas, entre las que me gustaría destacar las precisiones del realizador Sydney Pollack, y la sinceridad y lucidez demostrada por un anciano Jules Dassin –que llega a consultar los apuntes que ha tomado previamente, preveyendo un posible lapsus de memoria-. Serán ambas intervenciones, sendos puntos álgidos de interés de un film documental, en el que se agradece el hecho de tener más menguada la presencia de la infausta Marta Belmonte –y sus mohines- y, sobre todo, una conclusión en la que se escucha una emotiva canción que habla sinceramente por el respeto y la preservación del producto cinematográfico. Es sin duda este, el instante más colectivamente emocionante de la función, aunque ¡ay!, Benpar no ceje en su autocomplacencia cinefílica, cerrando el metraje el testimonio almibarado de un niño que pide humildemente poder ver las películas en las condiciones con que fueron ejecutadas por sus realizadores a lo largo del tiempo.

Pero más allá de estas consideraciones directas, hay un tema que se extrae a partir de las declaraciones de los cineastas entrevistados, quedando en el aire y sin responder. Me estoy refiriendo a la legitimación sobre la modificación sobre la obra ya creada, decidida por el propio realizador años después. Una decisión sin duda cuestionable por muchos, y por otros absolutamente legitima. Se trata, indudablemente, de una frontera de la concepción artística, que pasa muy de puntillas dentro de esta sucesión de intervenciones grabadas en diferentes circunstancias que, en definitiva, deviene más complaciente que rigurosa -aunque no se pueda dejar de tener como un referente más o menos interesante-, y jamás podamos adherirnos a la opinión que señalaba el generalmente riguroso Román Gubern, al afirmar que “estas dos películas forman un conjunto-monumento”.

Calificación: 2’5

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