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CINEMA DE PERRA GORDA

KINGS GO FORTH (1958, Delmer Daves) Cenizas bajo el sol

KINGS GO FORTH (1958, Delmer Daves) Cenizas bajo el sol

Como insólita aportación dentro del melodrama bélico, incrustada dentro de los últimos coletazos de la espléndida aportación que el norteamericano Delmer Daves brindó al western durante la década de los cincuenta, se encuentra este poco conocido KINGS GO FORTH (Cenizas bajo el sol, 1958). Un título que, si bien en primera instancia puede parecernos una rara avis dentro del conjunto de su obra, una mirada provista de cierta agudeza nos puede permitir detectar no solo diversos elementos –temáticos y estéticos- que Daves insistió en introducir en varios de sus films, sino incluso nos inducirá a atisbar algunos de los derroteros –no demasiado estimulantes, todo hay que decirlo-, por los que se inclinaría su cine en el último periodo de su obra. Así pues, la película que nos ocupa se define en el contexto de un melodrama bélico, género que Daves ya practicó en los primeros años de su filmografía, con estupendos títulos como PRIDE OF THE MARINES (1945) o DESTINATION TOKYO (Destino Tokio, 1943) –ambos protagonizados por John Garfield-. Podría decirse, a este respecto, que KINGS GO… se relaciona especialmente con el primero de los exponentes citados, al intentar mostrarnos una mirada provista de cierta singularidad dentro del marco bélico en el que se sitúa la historia. En aquella ocasión su argumento se centraba en las consecuencias del retorno de los soldados aliados a la vida civil norteamericana –una temática entonces novedosa y posteriormente frecuentada por directores como William Wyler o Edward Dmytryk-, mientras que en esta el conflicto dramático queda expuesto en la Francia ocupada del periodo final de la II Guerra Mundial. En un entorno rural y costero –el sur del país- se desarrollará el conflicto dramático –un melodrama triangular-, entre el teniente Liggins (Frank Sinatra), la joven americano-francesa Monique (Natalie Word), y el capitán Harris (Tony Curtis). El primero es un militar caracterizado por lo introvertido y observador de su personalidad y quien, casi de la noche a la mañana, quedará prendado de esa joven muchacha con la que tantas expectativas se plantea, aunque ella en ningún momento haya querido ver en él más que una entrañable amistad. La relación entre ambos encontrará un punto de inflexión al enterarse Liggins que las reticencias de esta hacia él –aunque demuestre tenerle en una gran estima-, se centran en el hecho de ser hija de un hombre negro. La aceptación de tal circunstancia por parte de este permitirá una mayor cercanía en la vinculación de ambos, que tendrá un brusco freno con el fortuito encuentro entre Monique y Harris. El encanto y atractivo del joven teniente pronto hará mella en la muchacha, llegándose a plantear entre ambos la formalización del matrimonio, aspecto que Liggins sobrellevará con tanta decepción interior como entereza. Sin embargo, este mostrará su indignación al comprobar que Harris en realidad no tenía intención de consumar este matrimonio, tomando tal deseo como un simple juego y exteriorizando ante ella sus prejuicios racistas. El conflicto tendrá sus consecuencias en las intenciones del teniente, quien junto a su subordinado se encargará de una peligrosa misión destinada a eliminar un enclave nazi situado en una pequeña localidad totalmente ocupada en un valle. En el viaje este advertirá a Harris de su intención de matarlo, resentido por su actitud ante Monique, tras el desarrollo de la misión. Será una operación lograda con éxito, pero en ella finalmente caerán entre ambos todo tipo de prejuicios, revelándose un aura de comprensión entre el teniente y su irresponsable subordinado, quien finalmente caerá abatido en una emboscada. La operación acabará con éxito pero también Liggins resultará herido en ella, perdiendo su brazo derecho y tratando de recuperarse –sobre todo psicológicamente-, de sus heridas. Para lograr sobreponerse a las mismas, decidirá volver a la pequeña localidad en la que vive Monique, a quien encontrará dando clase a niños procedentes de familias de desaparecidos en la guerra. Un aura de esperanza parece intuirse de este encuentro.

 

Antes señalaba la confluencia de elementos temáticos y puramente estéticos ya acariciados por Daves en diversas de sus obras. Evidentemente, el tratamiento del tema del racismo, es algo que sobrellevó en buena parte de su obra, generalmente en westerns como el precursor BROKEN ARROW (Flecha rota, 1950), o de forma más intensa –y menos reconocida-, en otros exponentes como THE LAST WAGON (La ley del talión, 1956). Pero es que además ¿no era en cierto modo otra forma de racismo, la forma en la sociedad norteamericana de posguerra miraba al personaje protagonista de PRIDE OF THE MARINES? Quizá, habría que concluir en este aspecto, que lo que fundamentalmente buscaba Daves en sus películas, es el tratamiento de personajes individualistas, de seres “diferentes” que chocaban en sus características con el entorno dominante.

 

Al hacer referencia al atisbe de rasgos posteriores de su cine, creo que nos debemos enmarcar fundamentalmente en lo que KINGS GO… tiene de film que se preste a una mirada de observador en un entorno lejano a su vida habitual. Es algo que muy pronto –especialmente a partir de los melodramas que pocos después realizó protagonizados por el insustancial Troy Donahue-, evolucionarán hacia un tratamiento casi de postal turística que aquí, por fortuna, se encuentra más tamizado. Lo que resulta innegable es que el título que comentamos es fruto de su tiempo y de su época. Basado en una novela de Joe David Brown –el autor de la obra que sirvió como base el maravilloso STARS IN MY CROWN (1950) de Jacques Tourneur-, lo cierto es que un seguimiento de sus características de producción nos permite integrarla con enorme –quizá demasiada- facilidad, en el contexto de aquel Hollywood tan convulso. Es así como en primer lugar la presencia del racismo nos recuerda no poco el existente en la inmediatamente posterior IMITATION OF LIFE (Imitación a la vida, 1959. Douglas Sirk). Por otra parte, la presencia de Tony Curtis en el reparto deviene casi en una reedición de su personaje en THE DEFIANT ONES (Fugitivos, 1958. Stanley Kramer) y, casualmente, la presencia de Natalie Word y la configuración de la secuencia final… no se por que, lejanamente nos permite casi intuir la venidera con conclusión de la maravillosa SPLENDOR IN THE GRASS (Esplendor en la hierba, 1960. Elia Kazan). Curiosas interrelaciones que demuestran como en muchas ocasiones el cine norteamericano quedaba conectado de manera nada oculta y sutil al mismo tiempo.

 

Lo cierto es que lo mejor de KINGS TO FORTH no se encuentra en su –abusivo aunque eficaz- uso de la voz en off –siempre tomando el punto de vista del personaje que encarna con acierto Frank Sinatra-, en la presencia de no pocos convencionalismos inherentes a este subgénero, o en los servilismos comerciales que supone la enésima reedición de Tony Curtis como militar arribista-simpático-atractivo-arrollador. Sin lugar a duda, lo más intenso de la película reviste en esos instantes en los que el conflicto dramático central es expuesto con asombroso dominio de la cámara por un Delmer Daves que sabe servir el plano largo y el reencuadre con enorme sensibilidad –especialmente en secuencias definidas en el interior de la vivienda de Monique-, o en la irresistible fuerza que adquieren los planos finales, especialmente esa grúa de retroceso tras el encuentro de Liggins y Monique en el interior de una vivienda llena de niños huérfanos en los que, por un momento, viene a la mente el hecho de que Daves fue un destacado colaborador de Leo McCarey –es suyo el guión que sirvió de base las dos versiones de LOVE AFFAIR / AN AFFAIR TO REMEMBER (Tu y yo, 1939 y 1957, respectivamente)-. Ello da pie a otra coincidencia final ¿No les recuerda el tono de esa maravillosa conclusión los instantes finales del remake realizado por el propio McCarey de esta película, precisamente en fechas muy cercanas?

 

En definitiva, estamos ante un título que oscila entre el convencionalismo y la intensidad de sus mejores momentos y que, dentro de sus estimables cualidades, no se encuentra entre lo más valioso de la francamente interesante filmografía de Delmer Daves

 

Calificación: 2’5

1 comentario

jesus cortes -

Le felicito por su libro "Proyecciones desde el olvido". Hace poco he descubierto, al hilo de sus comentarios la película "The lost moment" de Martin Gabel y es realmente fantástica en la doble acepción del término. Tengo la melodía del film clavada en el cerebro desde hace semanas.
También he revisado "Night passage" de James Neilson, en una pobre versión doblada y me ha intrigado bastante su opinión sobre "Night must fall" y estoy en ascuas por volver a verla.
Enhorabuena por todo