MUSSEM UP (1936, Charles Vidor) ¿Quién es el raptor?
Para cualquier aficionado al cine de misterio será fácil recordar o haber tenido noticia de ello, de la abundancia de títulos policíacos que tuvieron su oportuno marco de desarrollo quizá a partir del éxito obtenido por la Metro Goldwyn Mayer en sus adaptaciones de las novelas de Dashiell Hammett, protagonizadas por el detective Philo Vance, interpretado con tanta propiedad por William Powell. Aquel auténtico ciclo se componía de comedias de misterio de escasos vuelos, centradas fundamentalmente en la complicidad definida entre Powell y su compañera de reparto –Myrna Loy-, y en el elemento de comedia que predominaba sobre una serie de pueriles tramas de misterio. La evidencia de dicho éxito desde la segunda mitad de la década de los años treinta, es la que sin duda llevaría a diferentes majors de Hollywood a la posibilidad de explotar una veta que hoy día quizá pueda sorprendernos, pero que es obvio en su momento alcanzó un lugar de cierta importancia dentro de esa obligada cota de entretenimiento. Ello no quiere decir, bajo mi punto de vista, que en ellas se encontraran elemento de un interés reseñable, aunque he de reconocer que tantas décadas, títulos como THE THIN MAN (La cena de los acusados, 1934. W. S. Van Dyke) o AFTER THE THIN MAN (Ella, él y Asta, 1936. W. S. Van Dyke) gozan de un para mí incomprensible prestigio. Afortunadamente, es algo que no parece extenderse para esta –justamente- olvidada producción de la R.K.O., que sin esconder sus intenciones, se planteó como una continuidad de ese filón antes mencionado. Pero lamentablemente, y contraponiendo al ya escaso interés de los referentes antes mencionados, MUSS’EM UP (¿Quién es el raptor?, 1936. Charles Vidor), deviene como un título mediocre en la administración de sus elementos de intriga, suspense e incluso sentido satírico, y raquítico y estático en su puesta en escena.
El detective Tip O’Neill (Preston Foster), acude a la llamada de un viejo amigo, propietario de una mansión, que se ha visto amenazado tras matar a su perro. La llegada del detective le permitirá observar la extraña fauna humana quehabita en dichas dependencias, en donde se llegarán a producir asesinatos y secuestros, y en la que todos realmente en uno u otro momento podrán adquirir la condición de sospechosos, hasta que finalmente la intriga permita ofrecer un insospechado matiz, revelando que nada es lo que parece. Como es presumible, la intriga que ofrece el conjunto del entonces primerizo Charles Vidor, resulta considerablemente caduca. Esa sensación de asistir a un relato coral en donde las sospechas pasan casi de inmediato de uno a otro personaje, en buena medida es algo a lo que estamos acostumbrados en decenas y decenas de títulos que, en no pocas ocasiones, nos han proporcionado buenos ratos ante la pantalla. Sin embargo, no es este el caso. Se observa en la película un notable descuido a la hora de describir una serie de estereotipos –jamás alcanzan ni la más mínima entidad como tales personajes-, que deambulan por la acción provocando cada cual un mayor rechazo con respecto al que le he precedido. En este sentido, la fauna humana que se muestra es especialmente definitoria en función de su estupidez –a la que contribuye especialmente la estulticia del galán apergaminado que encarna John Carroll- y que, casi de forma involuntaria, podría erigirse como un precedente de los personajes que poblaban la buñueliana EL ÁNGEL EXTERMINADOR (1962). Es tal la antipatía que despiertan que resulta difícil poder mostrar algún tipo de interés al seguir los recovecos de la trama, máxime cuando los elementos de índole humorística resultan torpes y sin gracia –con especial mención a las observaciones irónicas del apático detective que encabeza la función-, provocando un generalizado desinterés que no puede remediar los intentos de agilizar la narración puestos en practica por el realizador de la sobrevalorada GILDA (1946), pese a que ello no evite en ningún momento su claro sesgo teatral. Junto a ello, lo cierto es que resulta especialmente vergonzante tener que contemplar una secuencia en la que se lamente el asesinato de un joven criado negro, cuando apenas pocos segundos después se plantee un diálogo pretendidamente “divertido”. Todos conocen mi especial inclinación a recuperar películas del pasado en las que se observen elementos de interés que las permita rescatar del olvido. Sin embargo, ejemplos como el título que nos ocupa hablan de ese amplio corpus de títulos que merecen dormir, y por muchos años, el sueño de los justos.
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Hammett -
Os dejo (con vuestro permiso) un pequeño extracto y la dirección de mi blog blog.
...En una ciudad tan populosa y cosmopolita como Barcelona en cualquier lugar hay broncas, en cualquier momento se comenten asaltos o te topas con borrachos al volante. Y la noche es otro país con otro idioma, donde predomina la palabra gruesa, el gesto seco y donde campan a sus anchas los pirados que se dedican a incendiar coches y contenedores para divertirse. A esas horas el peligro y la violencia aumentan exponencialmente, sobre todo en el centro. Por algo Las Ramblas se encuentra en el ranking de las diez calles más peligrosas del mundo....
...Otra cosa era el resto de la Plaza y sus aledaños, donde se movía otro tipo de ambiente. Un batiburrillo de gente de la más baja extracción se daba cita también allí. Los bancos públicos y los suelos estaban ocupados por una variopinta hueste antisocial: gente sin patria ni techo, pedigüeños, camellos, borrachos, drogadictos, liendrosos, feos y los más guarros de Barcelona y otras ciudades europeas se congregaban cada noche entorno al sembrado de terrazas más caras de la Barcelona cosmopolita, una milicia que había renunciado al amansamiento impuesto por el sistema y había asumido el extremismo social como forma de vida...
Extractado de SIEMPRE QUISE BAILAR COMO EL NEGRO DE BONEY M...
http://minovelanegra.blogspot.com/