A FAREWELL TO ARMS (1957, Charles Vidor) Adiós a las armas
Todos conocemos la especial inclinación que el cine norteamericano demostró por escenarios italianos a partir de la segunda mitad de la década de los cincuenta. La reducción de costos que ofrecía este país europeo, unido a la necesidad de elaborar grandes producciones para contrarrestar la crisis de espectadores que marcó el progresivo influjo de la televisión en el público estadounidense, fueron motivos decisivos para la proliferación de grandes espectáculos de masas y el traslado de notables realizadores como sus responsables, constituyendo finalmente un auténtico “cementerio de elefantes” para muchos de ellos, que no lograron adaptarse a unos modos de producción menos solventes que los del cine clásico que cultivaron con tanta pericia en su trayectoria previa. Esta circunstancia también se manifestó en el entorno de algunos de los grandes productores de Hollywood, uno de los cuales fue David O’Selznick, que dio vida a la que sería su última experiencia como tal, registrando con ella un considerable –y a mi juicio justo- varapalo. Se trataba de la tercera versión de la obra de Ernest Hemingway A FAREWELL TO ARMS, llevada anteriormente a la pantalla de forma libre por Frank Borzage en 1932 y Michael Curtiz en 1951 –bajo el título FORCE OF ARMS-. Borzage se inclinó en su estupenda película por el componente puramente romántico de la historia -de forma coherente con su temario cinematográfico-, mientras que Curtiz no logró, bajo mi punto de vista, un producto especialmente destacable, con un film bélico que no evitaba convencionalismos y tópicos del género.
Pero peor resulta esta larga, larguísima película, firmada por Charles Vidor, pero que fundamentalmente estuvo controlada por Selznick. Y es que esta lujosa A FAREWELL TO ARMS (Adiós a las armas, 1957) parece un film carente por completo de alma, muy alejado de propuestas de aquellos mismos años y de características similares, como pueden ser WAR AND PEACE (Guerra y paz, 1956. King Vidor) o A TIME TO LOVE A TIME TO DIE (Tiempo de amar, tiempo de morir, 1958. Douglas Sirk). Se trata, por el contrario, de un producto adscrito al look de la Fox en sus condicionamientos de producción, del que me gustaría destacar los escasos elementos que de su extenso metraje me llegaron a interesar. Entre ellos, destacaría el divertido tono de comedia que se produce en el traslado del teniente Frederick Henry (Rock Hudson) al hospital americano en Milán, adornado de gags en el accidentado trasiego que recibe el militar –que adelantan las facultades que Hudson pronto demostraría en el género-, y permiten añorar la destreza que para la comedia revelaron algunos de los títulos de Vidor en la década de los cuarenta. Por otro lado, y en una vertiente completamente opuesta, se registran algunos momentos en los que el aliento trágico de la guerra se encuentra con ese interminable desfile de italianos desfallecidos, que discurren en pésimas condiciones, casi abandonando todo, y huyendo en masa ante el avance de las tropas alemanas. Llegado un momento, un comentario inoportuno de Rinaldi (Vittorio De Sica), apesadumbrado por haber dejado el recinto que es bombardeado y donde se encontraban los heridos, finalmente será ejecutado ante un horrorizado Henry quien, adviertiendo que él va a ser el siguiente en ser fusilado, logra huir de una muerte segura. Finalmente, hay un pequeño detalle cuando Catherine (Jennifer Jones) –la coprotagonista de la historia- se encuentra hospitalizada. Antes de surgir enormes e insalvables complicaciones en su estado de salud, la cámara se acercará a la ventana, que nos muestra que está lloviendo. Era ese un motivo por el que Cathy había demostrado en todo momento un especial temor, y que en esta ocasión se convertirá en todo un augurio.
Mas allá de estos elementos concretos –que en la película no creo que superen los veinte minutos de metraje-, lo cierto es que esta nueva A FAREWELL... no deja de suponer más que un blando y excesivamente dilatado melodrama de ambientación bélica, y en el que para nada está presente el espíritu de Hemingway, ni acoge el personalísimo romanticismo brindado por la película de Borzage. Todo se queda en un lujoso e inane proyecto, donde O’Selznick se empeñó en situar como coprotagonista a una Jennifer Jones demasiado mayor para el papel, que ofrece en la película un molestísimo recital de sus más característicos mohines, en modo alguno controlados por el director. También es cierto que, pese a sus limitaciones, Rock Hudson compone eficazmente -en el momento cumbre de su carrera-, su personaje protagonista, aportando esa galanura que le caracterizaba y su experiencia con el melodrama. Y es que aunque la química entre Hudson y la Jones es inexistente, al menos el primero sale airoso de un empeño tan ambicioso como inútil, que llevó a Selznick a finalizar su andadura como astuto productor con un producto que tenía todo para haber resultado una gran historia. Pero a su desarrollo le faltó talento, hondura, pasión, y saber penetrar en las heridas y sensibilidades que proporcionaba el escenario ofrecido por la novela de Hemingway.
Calificación: 1
1 comentario
supra footwear -