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CINEMA DE PERRA GORDA

SO LONG AT THE FAIR (1950, Terence Fisher & Anthony Darnborough) Extraño suceso

SO LONG AT THE FAIR (1950, Terence Fisher & Anthony Darnborough)  Extraño suceso

Resulta bastante frustrante que el paso de los años –con lo que en este terreno se ha logrado avanzar en otros exponentes-, no haya permitido acercar al aficionado la abundante filmografía que el británico Terence Fisher atesoró antes de su implicación directa con Hammer Films. Fue esa una simbiosis que proporcionó la que sin duda es la andadura más importante brindada en toda la historia del cine fantástico, que tuvo en casi una década de trayectoria previa un terreno abonado de aprendizaje, en donde el británico abordó géneros como el melodrama, la aventura, la ciencia-ficción e incluso también el fantástico. Sin duda se trataron de experiencias que le permitieron ir consolidando un estilo y unas inquietudes visuales y temáticas, que se puden intuir en uno de los escasos títulos que con relativa facilidad ha llegado hasta nosotros. Me estoy refiriendo a su séptimo film –SO LONG AT THE FAIR (Extraño suceso, 1950)- que coridigió junto al habitual productor Antony Darnborough, dentro de los últimos coletazos de la productora británica Gainsborough Picture –muy poco estudiada aún en nuestros días, y en cuya producción previsiblemente se encontrarían no pocas sorpresas-, de la cual hereda ciertos elementos reiterados en numerosos títulos surgidos de la firma. Entre ellos se encuentra su inclinación por historias desarrolladas en ambientes de época, una adecuada ambientación y la apuesta por ámbitos melodramáticos en ocasiones incluso desaforados.

 

Ambos rasgos están presentes en este curioso film de intriga, que algunos reputados comentaristas han vinculado con el posterior BUNNY LAKE IS MISSING (El caso de Bunny Lake, 1965. Otto Preminger), en la medida que expone la violentación de la realidad –la existencia de una persona que repentinamente desaparece, borrándose todo rasgo de su existencia-, de forma tan explícita en la pantalla, que pese a las imágenes que le han precedido, llegan a hacer dudar al espectador de la realidad de lo que él mismo ha presenciado. En esta ocasión nos encontramos con el viaje que los hermanos Barton –Vicky (Jean Simmons) y Johnny (David Tomlinson)-, realizan hasta París, para asistir a la inauguración y primeras horas de la Exposición Universal de 1896 –cuya huella más destacable fue la inauguración de la celebérrima Torre Eiffel-. Los dos hermanos se hospedarán en un conocido hotel y vivirán sus primeras horas en la capital francesa, tras lo cual ambos descansarán en sus respectivas habitaciones. A la mañana siguiente Vicky advertirá la ausencia de su hermano y, lo que es peor aún, de cualquier evidencia de que el mismo ha llegado hasta allí. Los responsables del hotel lo negarán terminantemente, corroborando esta negación la ausencia de cualquier testimonio o prueba que atestigüe las denuncias de la atribulada hermana. Acudirá al cónsul británico y a un inspector de policía, pero la adversidad se hará mella en la muchacha, e incluso una joven que podría atestiguar a favor de sus tesis, morirá accidentalmente en un viaje en globo. Cuando se encuentra ya ante un muro infranqueable y a punto de regresar hasta Inglaterra, el mensaje enviado por George Hathaway (Dirk Bogarde), un joven pintor –que tuvo un encuentro breve con el desaparecido, pidiéndole una cantidad de dinero que se comprometió a devolverle-, será por fin el indicio deseado para la casi enloquecida joven, para poder asumir que no se encuentra loca –lo que es expresado de forma magnífica en la película, dentro de un primer plano sostenido en su intensidad-. George se comprometerá a ayudar a Vicky –con la que se encontró en un par de ocasiones y a la que se vio atraído desde el primer momento-, para lo cual ingresará como huésped del establecimiento, logrando con una serie de peripecias confirmar la versión de la muchacha, y descubrir la realidad oculta. Esta finalmente describirá que al hermano de Vicky se le diagnosticaron los síntomas de peste, ingresándole de forma urgente en un hospital de caridad, donde quedó confinado con la intención de que dicha circunstancia no se extendiera entre la población, y evitando con ello una deserción de visitantes dentro de un acontecimiento tan deseado por el turismo y comercio parisino. De tal forma, Johnny Barton iniciará una tímida y aún incierta recuperación, mientras finalmente su hermana reafirmará la verdad de sus apreciaciones, pudiendo quizá compartir su futuro con un joven con el que ha vivido ya no pocas experiencias.

 

Sin lugar a duda, lo que menos me interesa de SO LONG… reside bajo mi punto de vista en el servilismo a una intriga de la que sabemos –cuando se produce la desaparición-, la realidad de lo sucedido, mientras que al final la resolución deviene francamente decepcionante. Da la impresión de que la propuesta finalmente ofrecida resulta débil y poco atractiva. Sin embargo, sería muy injusto limitarse a valorar el film de Fisher y Darnborough en función de su material de base, ya que en la misma podemos apreciar una labor de ambientación y una relativa originalidad a la hora de elegir un marco espacio-temporal para la acción –es curioso como en no pocas ocasiones el cine inglés tuvo como marco de referencia la ciudad de Paris; recuerdo por ejemplo una brillante comedia de Robert Hamer; TO PARIS WITH LOVE (A Paris con el amor, 1955)-. Pero por encima de estas características, es evidente que nos encontramos con una película que ya muestra la habilidad de Fisher con escenarios y situaciones lúgubres y opresivas, que sabe plasmar admirablemente la sensación de desamparo y estupefacción de la protagonista –por medio de esos primeros planos a los que tan bien responde la joven Jean Simmons-. Esa destreza tras la cámara se manifiesta también en la elección de los encuadres, las sugerencias con la que los actores son mostrados –por ejemplo, hay un momento en el que la directora del hotel es encuadrada tras los barrotes del mostrador, una vez que Vicky le pide la dirección del consulado británico para solicitar ayuda-, o el uso de picados y contrapicados que dinamizan y potencian el rasgo amenazador de la propuesta. En este sentido, resulta especialmente magnífico el episodio en el que George deambula por el hall del hotel durante la madrugada, para acceder a la caja fuerte y, con ello, a unos talonarios que pueden dar la evidencia de esa habitación que ha desaparecido de la noche a la mañana.

 

Sin embargo, donde cabe detectar esa capacidad para desarrollar momentos y secuencias de especial tensión a través de la potenciación de una escenografía de época, uno de los rasgos más tangibles del estilo de Fisher, es sin lugar a duda en el episodio final –el más brillante del film- en el que, una vez resuelta –con un cierto apresuramiento- la intriga, nos dirigiremos al hospital de caridad en donde se encuentra el hermano de la protagonista. El fragmento allí desarrollado, por más que no nos convenzan las razones esgrimidas para llevar allí al enfermo, está admirablemente resuelto con la maestría con la que el británico sabía aprovechar arquitectónica y dramáticamente escenarios que potenciaba en su espesura, abriéndose en ellos una relativa esperanza, no solo en la recuperación del desaparecido, sino en ese futuro sentimental que se vislumbra en la atribulada protagonista, tras vivir en pocas horas una experiencia tan desasosegadora. Así finalizará una pequeña pero estimulante película, a la que quizá una intriga mejor desarrollada –no hay quien se pueda creer como en una noche se puede simular la desaparición de una habitación-, le hubiera llevado a un resultado sin duda más rotundo.

 

Calificación: 2’5

2 comentarios

Gonzalo Aróstegui Lasarte -

Muy buen e interesante blog. Pocas personas a día de hoy tan puestas en el primer Fisher.

Saludos.

Gonzalo Aróstegui Lasarte

http://raggedglory.blogspot.com.es/

Cristina -

¡Gracias por descubrirme esta joyita!