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CINEMA DE PERRA GORDA

WINGS OF DANGER (1952, Terence Fisher)

WINGS OF DANGER (1952, Terence Fisher)

De manera paulatina los aficionados de nuestros días, vamos percibiendo algo anhelado durante muchos años; la posibilidad de contemplar numerosos de los títulos que conformaron la primera parte de la filmografía de Terence Fisher. Fue ese periodo previo al de su triunfante apuesta en Hammer Films, renovando los mitos del terror cuyo eco estaban presentes en la lejana Universal de los años treinta. Sin embargo, para llegar a ese momento y su posterior y admirable andadura, este antiguo montador se fraguó en una veintena de producciones de bajo presupuesto, lindantes con la serie B inglesa, enmarcadas casi todas ellas dentro del cine de intriga, policíaco y de misterio, envueltas por los modos que el cineasta siempre aplicó en el trazado psicológico, las relaciones y tensiones entre sus personajes y, por que no señalarlo, constantes destellos de puesta en escena, precursores de aquellos que sirvieran como rotunda base cinematográfica para su periodo de esplendor. Son aún no pocos los títulos de este periodo que nos restan por contemplar, pero el visionado de WINGS OF DANGER (1952), además de resultar plenamente representativo de los temas y formas descriptivas y narrativas, manejadas por Fisher en aquellos años, es una producción de Robert Lippert que, bajo su aparente corto alcance, se erige como una sólida muestra de drama psicológico inserto en una historia con ribetes de suspense, que de manera constante va elevándose del previsible esquematismo de sus inicio, hasta proponer una mirada en torno al poder de la redención.

La película asumirá desde sus comienzo el punto de vista del apático Richard Van Ness (uno de los mejores roles encarnados por ese extraño intérprete que fue Zachary Scott). Destacado componente en una firma aeronáutica que opera entre Inglaterra y Francia, mostrará con rapidez la cierta rivalidad que mantiene con el arrollador Nick Talbot (Robert Beatty), de cuya hermana Ness es novio. Pese a avistarse tormenta, Talbot hará caso omiso a la recomendación de este, tripulando un vuelo que pronto se comprobará ha resultado accidentado. La desgracia servirá como detonante para poner en tela de juicio las relaciones preexistentes, y al mismo tiempo revelar que en torno a las mismas nada es como aparecía. Turbios ecos del pasado, chantajes, situaciones anómalas, contrabando e incluso falsificación de billetes, poblará un espeso argumento, que John Gilling transformará en guión, plasmado en la pantalla con una extraña aura fatalista, que podríamos señalar emparenta todo aquello que rodea el entorno del protagonista, con ciertos antihéroes interpretados por figuras como Bogart en Estados Unidos. Su escepticismo, el constante recurso al tabaco, esa aparente carencia de sentimientos, su facilidad para jugar con el encanto que provoca entre las mujeres y, en última instancia, la valentía y sagacidad con que asume situaciones peligrosas, serán quizá el escaparate que propondrá de manera inconsciente. Y es que Ness oculta una herida de guerra que le lleva a sufrir intervalos con carencia de consciencia sin que pueda remediarlo, y sin que ello le haya decidido a abandonar el pilotaje de vuelos.

Así pues, y en un metraje de unos ochenta minutos de duración, Fisher es capaz de plasmar con un encomiable sentido de la indagación psicológica, una serie de situaciones quizá no demasiado importantes pero siempre incómodas. Aspectos como tener noticia del pasado de Talbot, que es utilizado por Snell (Harold Lang), un joven y atildado chanatajista de evidente reminiscencias gays, comprobar como su jefe posee un lado oculto bastante turbio, o incluso jugar con la esposa de este –Alexia (uno de los primeros roles de la maravillosa Kay Kendall)-, una mujer sofisticada e insatisfecha, que proporcionará uno de los momentos más sinceros de la película, en la secuencia en la que muestre a Ness el álbum de fotos, relatando las tristes circunstancias que caracterizaron su infancia. Así pues, con la anuencia de un notable sentido del ritmo y  progresión dramática, aunque uno encuentre poco convincente la reacción de padre y hermana del accidentado, se va fraguando un drama de tintes espesos, en el que de nuevo Fisher plantea dramáticamente el peso de la ausencia del joven Talbot, tal y como había logrado previamente en la más conocida pero a mi juicio menos lograda SO LONG AT THE FAIR (Extraño suceso, 1950. Codirigida con Anthony Darnborough). Esa capacidad para articular la importancia de la ausencia, los modos rotundos con los que solventará la misma, o la magnifica elección de un viejo torreón como marco para describir el climax de la historia, marcará el máximo grado de atractivo de un relato que asume similar grado de incomodidad, de recovecos oscuros en sus personajes, que los logrados por la magnífica CIRCLE OF DANGER (1951) de Jacques Tourneur.

La posibilidad de una segunda oportunidad, al alcance casi por el empeño de su novia April Talbot (Naomi Chance), estará de la mano en Ness, pero no en aquellos seres que le hayan rodeado, todos ellos dominados por una extraña y unida fatalidad, en esta historia que nunca da pie a la ironía, incluso estando protagonizada por un cínico. Una vez más, Terence Fisher sabe disponer de la cámara para potenciar el conflicto psicológico de sus personajes, se desenvuelve a las mil maravillas a partir de unos escuetos pero eficaces elementos de producción, incorporando un extraño sentido del pathos a una propuesta que en manos de otro realizador menos concienzudo, estoy convencido no hubiera permitido un resultado mínimamente apreciable. Y es que, con algunos títulos ya a sus espaldas, WINGS OF DANGER muestra bien a las claras que nos encontramos ya con realizador no solo experimentado, sino capaz de brindar destellos de un mundo propio. Algo que aparece no solo en su pericia narrativa, sino en los matices psicológicos y de plasmación en el juego de humillaciones que ponen en práctica sus personajes, todos ellos representativos de clases y condicionantes sociales, que Fisher fustigará en el conjunto de su obra.

Calificación: 3

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