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CINEMA DE PERRA GORDA

THE CONSPIRATORS (1944, Jean Negulesco)

THE CONSPIRATORS (1944, Jean Negulesco)

Al contemplar THE CONSPIRATORS (1944) –segundo de los largometrajes dirigidos por el rumano Jean Negulesco, ausente de estreno comercial en su momento en España por obvias referencias temáticas antinazis-, lo cierto es que se tiene la sensación de asistir a un concierto de referencias, en donde no resulta nada fácil de encontrar ecos de THE MALTESE FALCON (El halcón maltés, 1941. John Huston), CASABLANCA (1942. Michael Curtiz) o incluso el título precedente en la filmografía de Negulesco –THE MASK OF DIMITRIOS (1944). Evidentes referencias de estos y otros títulos resultan obvias, pero creo que en modo alguno –al menos, esa es mi impresión- anulan las virtudes de este relato mezcla de alegato antinazi, propuesta de intriga y melodrama romántico. Es posible que se pueda achacar ese mimetismo que nos lleva a recurrir a los referentes citados –que en algún caso incluso uno podría a llegar a plantearse que supera-. Pero ¿convendría citar tantas y tantas películas que partiendo de estas credenciales, por otra parte lógicas al ser productos emanados del mismo estudio, nunca lograron despegar de las mismas, quedando como propuestas insuficientes e incluso olvidables? Podría citar a este respecto títulos como ACROSS THE PACIFIC (1942, Vincent Sherman y John Huston), PASSAGE TO MARSEILLE (Pasaje para Marsella, 1944. Michael Curtiz). Y es que, conviene en este caso despojarse de anteojeras para degustar en la medida que merece, un título tan atractivo y bien modulado en sus ingredientes y progresión narrativa como el que nos interesa, separando el polvo de la paja, y sirviendo al mismo tiempo como prueba evidente de la acusada personalidad que Jean Negulesco demostró en su filmografía hasta inicios de los años cincuenta, pródiga en títulos de interés –que por sí solos le harían merecedor de un recuerdo permanente en el devenir del cine norteamericano-, y del que nunca dejaré de destacar la prodigiosa fuerza de HUMORESQUE (De amor también se muere, 1946), a mi juicio una de las obras maestras del melodrama en la década de los cuarenta.

 

THE CONSPIRATORS se inicia con una afortunada composición musical del desigual Max Steiner, que nos llevará de inmediato a la andadura del joven maestro holandés Vincent Van Der Lyn (un muy ajustado Paul Henreid) activo miembro de la resistencia, quien viajará hasta Lisboa con objeto de encontrarse con un cabecilla internacional de la misma –Ricardo Quintanilla (sensacional Sydney Greenstreet)-. Muy pronto podrá comprobar la inestabilidad que preside un territorio aparentemente neutral, y en el mismo se producirá un encuentro accidentado en un restaurante con la atractiva Irene Von Mohr (bellísima, como siempre, Hedy Lamarr). Aunque esta circunstancia les facilitará una tímido acercamiento, pronto este se convertirá en una atracción correspondida que encontrará un férreo y casi infranqueable inconveniente en el hecho de encontrarse Irene casada por gratitud con el aristocrático Hugo Von Mohr (inquietante Victor Francen), quien logró salvarla de un campo de concentración y sacarla de Alemania. Junto a esta circunstancia romántica, la aventura de Van Der Lyn le llevará hasta un pequeño poblado pesquero y una comunidad de pescadores -el entorno de Quintanilla-, a tener que ser acusado de sospechoso de asesinato no solo por las autoridades locales sino incluso por sus propios compañeros, a ser encarcelado, recelar incluso de la mujer por la que se ha sentido atraído, y finalmente recuperar la estima de sus compañeros de resistencia e incluso la confianza del capitán Pereira (un sensacional Joseph Calleia) a la hora de demostrar su inocencia, e incluso colaborar para capturar el elemento traidor que existe en el grupo de resistentes.

 

Como se puede intuir por el relato sucinto de su argumento –basado en la novela del mismo título, escrita por Frederich Prokosch-, nos encontramos con una historia trepidante, que sirve como material idóneo para que Negulesco de rienda suelta a su prodigioso sentido del ritmo cinematográfico. Abundancia de travellings de acercamiento y alejamiento, montaje en ocasiones casi sincopado, iluminación contrastada, logrando dar esa sensación de totalidad e insertando al espectador en una auténtica espiral de riesgo, misterio y peligro, de la que quizá solo estén ausente los breves momentos en que nuestro protagonista se encuentra junto con los humildes pescadores.

 

Varios son los atractivos con que cuenta este poco conocido y reconocido film de Negulesco. Pero una de ellas –y no precisamente de las menos relevantes- es la capacidad que disponen no solo el realizador, sino todo su equipo técnico y artístico, a la hora de ofrecer credibilidad en esas secuencias corales en las que muy pronto advertiremos que tras las aparentes buenas maneras nos encontramos en un estado de tensión internacional latente. Esa sensación de estar en una tierra de nadie y de que tu propio enemigo lo tienes casi tomando una copa contigo, es algo de lo que el director rumano logra extraer notables apuntes dramáticas, como por ejemplo en la secuencia en el reaturante, en donde Irene y Vincent llegarán a asentarse en la misma mesa, rodeados de miradas no curiosas, pero sí interesadas por llegar a incluso detener a cualquier miembro de la resitencia.

 

Más adelante, lo cierto es que en todo momento Negulesco hará gala en las secuencias de tipo coral, una composición de los actores dentro del encuadre, dando prueba de sus orígenes pictóricos. Ejemplo de ello lo tendremos en la secuencia donde Vincent acude con la intención de probar su inocencia, mostrándose todos sus compañeros absolutamente convencidos que él fue el asesino del agente británico. Modélica en su planificación y composición, es también uno de los momentos en los que se intenta aplicar esa inclinación pictórica a la hora de la planificación, así como la modulación de las fuentes de luz necesaria. De la película destacaría la carrera que, en pleno coche de policía, permite a Vincent huir hasta internarse en un en un casi fantasmagórico terreno dominado por fuertes nieblas y una vegetación reseca, dando el conjunto un aire fantasmal. Pero de todo este conjunto de peripecias, personas de las que progresivamente no te fías, lealtades que finalmente confirmas como tales, emerge un fragmento final absolutamente prodigioso que es el que finalmente nos permita dejar de lado un cierto atropello de situaciones y personajes –quizá una de las pocas objeciones que se puedan formular a esta película-. Y en este sentido, la secuencia en el interior del casino de Estoril, donde se tiene la seguridad de que el posible asesino y traidor de los resistentes está allí, nos brinda un memorable “tour de force” que puede figurar por derecho propio entre lo mejor jamás filmado por Negulesco. Pero la resolución del enigma dará pie a la huida final del traidor y tras él irán Vincent y Pereira, hasta llegar a un angosto puesto, en donde finalmente el asesino encontrará la muerte, no sin intentar ya desde su lecho en plena corriente marina, asesinar al maestro holandés. Definitivamente, esta acción levantará los ánimos por parte del protagonista, quien se dirigirá hasta Alemania para proseguir en su labor con la resistencia, al tiempo que asegurando a Irene que antes o después –dependiendo del devenir de la guerra contra los nazis-, volverá con ella para siempre. Una secuencia que adquiere una fuerza irresistible tal y como queda configurada, con nieblas, junto a árboles resecos y centrándonos en el magnetismo casi animal que desplegará una emocionada Hedy Lamarr.

 

THE CONSPIRATORS redondea finalmente el altísimo nivel de su conjunto, erigiéndose como uno de los exponentes más valiosos del cine de intriga en aquellos años, y una prueba más de la personalidad cinematográfica de un Jean Negulesco en aquel entonces casi, casi, en estado de gracia.

 

Calificación: 3’5

1 comentario

Jesús -

Hola Juan Carlos.
Hace tiempo que no sé nada de tí. No sé si te llegó mi último correo.
un saludo