LES ROSEAUX SAUVAGES (1994, André Téchiné) Los juncos salvajes
Aunque su trayectoria precedente ya lograra llamar la atención de público y crítica francesa, quizá cabría citar LES ROSEAUX SAUVAGES (Los juncos salvajes, 1994) como el inicio de un nuevo periodo en la andadura cinematográfica del francés André Téchiné. No se si esta precisión pueda andar totalmente acertada –mi conocimiento de la filmografía del francés no es tan extenso como quisiera; he podido contemplar hasta el momento casi la mitad de su veintena aproximada de largometrajes, lo que no me impide reconocerlo como uno de los realizadores franceses más interesantes de las últimas décadas-, pero lo cierto es que el éxito del título que nos ocupa, quizá permitió al cineasta ahondar en un terreno donde la sensibilidad, la aparición y el reconocimiento de la sexualidad, o la propia confrontación de todas estas sensaciones dentro de un entorno natural, tenían buena parte de elemento autobiográfico.
LES ROSEAUX… se sitúa en una localidad rural del sur de Francia a principios de la década de los sesenta. En el contexto de un pequeño instituto, al tiempo que se baila al compás de célebres canciones autóctonas y también de origen norteamericano, se sienten los ecos de la incidencia de la guerra de Argelia. Y allí surgirán los interrogantes del amor, de la aparición de la sexualidad, del dolor al ser rechazado, de la propia sensibilidad y amor a la cultura, e incluso de la concienciación de la difícil aceptación de la realidad de la existencia. Todo ello es expuesto por la cámara de Téchiné –bien servido por un material de base de enorme riqueza, obra del propio realizador, junto a Olivier Massart y Pilles Taurand-, a través del retrato de la confluencia de los jóvenes François (Gaël Morel), Serge Bartolo (Stéphane Rideau), Henri Mariani (Frédérick Gorny) y Maïté Alvarez (Élodie Bouchez). Ambos representan diferentes maneras de acercarse a la madurez. El primero de ellos es un ser sensible que se verá abocado al reconocimiento de su homosexualidad y a un sentimiento de amor no correspondido con Serge. Éste, por su parte es un joven arrogante y despreocupado, que vivirá en carne propia la traumática desaparición de su hermano mayor, víctima de la mencionada contienda. Henri es un muchacho nacido precisamente en Argelia y educado en París, provisto de una mirada pesimista y dominado por sentimientos cercanos a la ultraderecha. Finalmente, Maïté es hija de la entrañable profesora del conjunto de muchachos, que mantiene una estrecha amistad con François y que, sin ella pretenderlo, se abrirá al disfrute de la sensualidad de la adolescencia, de la mano insospechada del atormentado Mariani. La aparente felicidad que podría emanar de un entorno bucólico y dominado por verdes parajes, en el fondo no es más que el contrapunto en un común y doloroso camino de atisbo de la madurez, para cuatro muchachos a los cuales, de una u otra manera, les cuesta asumir su ya necesaria acepción de ser mayores de edad. Y quizá por ello se sucederán situaciones trágicas –la muerte del hermano de Serge-, junto a otras simplemente dolorosas –la huella que ha quedado en François la ocasión en la que pudo hacer el amor con Serge, faceta que este jamás reiterará; los escarceos de Mariano en la sede del partido comunista que pretende incendiar, y que le permitirá encontrarse con Maïté-.
En cualquier caso, y aunque en la película se muestran incidencias de de todo tipo, lo cierto es que el principal activo de LES ROSEAUX… reside en la sinceridad con las que se muestran todos estos elementos, en líneas generales extensibles para muchos colectivos de estudiantes de nuestros días. En ese sentido, la elección de los cuatro personajes esenciales, no logra menguar el contexto con el que la película ha sido planteada. Es decir, el devenir de estos muchachos siempre estará ligado a un periodo tenso y concreto en la vida francesa, aunque todos ellos en realidad vivan en un pequeño paraíso. Y es en este aspecto, donde emergerá la fuerza, la sensualidad y la inocencia de los personajes principales de la narración. Todo ello en esa búsqueda de la sexualidad o, en su defecto siendo renuente a la misma, pero sintiendo todos ellos una extraña sensación de transformarse. Casi sin que se den cuenta, todos alcanzan una edad adulta, y ello supondrá un elemento de melancolía a esos jóvenes que por un lado se sienten más importantes al llegar a la mayoría de edad, pero que se encuentran desconcertados al comprobar que su infancia y adolescencia ha de dejar paso a una irrenunciable madurez.
Ambos perfiles son narrados por Téchiné con una delicadeza y sinceridad cinematográfica realmente admirable. Provisto de una enorme capacidad como director de actores, esta se ha manifestado por un lado en la intuición mostrada a la hora de hacer debutar a jóvenes intérpretes, que por lo general han consolidado trayectorias dentro del cine francés, y que bajos sus manos despliegan una naturalidad y sinceridad interpretativa poco común, que quizá en algunos momentos nos podría recordar el referente del cine de Bresson. No es, por otra parte, la única referencia que une a Téchiné con el maestro galo, ya que una de las virtudes de LES ROSEAUX… es el especial cuidado mostrado en el off narrativo y, sobre todo, en un especial cuidado en la banda de sonido, que en muchos momentos se erige como auténtico protagonista de la película. Un conjunto que revela en todo momento un alcance intimista, un pudor a la hora de mostrar la desazón, el pálpito de unos sentimientos que afloran en sus jóvenes protagonistas, pero que también alcanza a varios de sus personajes secundarios, como ese hermano mayor de Serge, quien se casa en buena medida para intentar evitar regresar a esa guerra que finalmente le costará la vida, o en la maestra madre de Maïté, que vivirá un estallido emocional de enorme significación al enterarse de la muerte de este, al que había recriminado en su actitud. Vida y sentimientos encontrados, que bajo la mirada de Téchiné transmiten una inusitada intensidad, una delicadeza posteriormente ratificada en su cine, escondida bajo una puesta en escena aparentemente transparente. En ella, cualquier movimiento de cámara, cualquier plano de detalle, cualquier panorámica, lejos de apostar por el esteticismo, revela la intensidad dramática implicada en sus personajes. En esos jóvenes en ocasiones joviales, en otras atormentados, y que tienen a mi juicio su expresión más depurada en el espléndido personaje de Mariano –la secuencia en la que confiesa sus sentimientos tras su encuentro con Maïté, resulta casi sobrecogedora-. Un joven sensible oculto bajo la mentalidad del escéptico y el descreído, que poco a poco va dejando de lado los reproches que ha ido forjando su pasado vital. A su alrededor prácticamente se puede representar toda una generación de jóvenes franceses, dominados por un entorno social conflictivo.
Como antes señalaba, Téchiné seguiría explorando con el paso del tiempo los recovecos de la adolescencia, del amor no correspondido y la búsqueda de la propia identidad en posteriores títulos de su filmografía. Es por ello que, además de valorar en su propio resultado la valía de LES ROSEAUX SAUVAGES, hay que hacerlo como auténtico punto de partida, mostrando toda una sinfonía de sentimientos, emociones y desazones, servida con tanta delicadeza como dominio a la hora de plasmarlo de manera cinematográfica. Señalemos finalmente que el sendero iniciado con esta película, tuvo una concreta continuidad fílmica con la aportación del sensible actor Gaël Morel, quien en su brillante debut como realizador –À TOUT VITESSE (Sin respiro, 1996)- abordaba una temática similar, contando igualmente con la prestación del estupendo Stéphane Rideau.
Calificación: 3’5
1 comentario
Juan F. Remolinca Caviedes -
Seguiré pasándome para aprender más!!!