THE UNDYING MONSTER (1942, John Brahm)
Ejemplos como el que nos ofrece THE UNDYING MONSTER (1942, John Brahm), deberían plantear ante cualquier aficionado, la necesidad existente de una visión suficientemente profunda de las implicaciones y extensión del cine fantástico y de terror de la Norteamérica de la década de los años cuarenta. Es común en este sentido ceñirse cómodamente a la producción generada por la Universal, dominada por un progresivo desinterés y que pronto culminó en títulos cada vez menos interesantes. Al margen de la aportación de dicho estudio, son numerosas las producciones –y no es cuestión ahora de citar títulos ni realizadores en concreto-, que sí nos permitirían confluir en un periodo quizá no tan definido en su esplendor como el logrado la década precedente, pero personalmente creo dominado por un interés global comparable. Evidentemente, se trata de un ejemplo más de esa pereza crítica que se ha acomodado en las historias y manuales, y que siempre he pensado debería revisarse convenientemente. En primer lugar, porque considero que se trata de algo de justicia, y en segundo lugar, tomando como base la popularidad que el género genera en las generaciones más jóvenes, lo cual al menos permitiría a este sector de aficionados adentrarse en un periodo –reitero- lleno de valía cinematográfica.
Dicho esto, tenía bastante interés en poder visionar THE UNDYING... del revalorizado John Brahm, en la medida del interés que en mí han venido despertando los títulos de su filmografía que he podido contemplar hasta la fecha. Uniré a ello las palabras elogiosas que el comentarista Antonio José Navarro ofrecía sobre su resultado, en el valioso estudio que sobre la obra del realizador se insertó en el nº 331 de la revista “Dirigido Por…”. En este sentido, he de reconocer que sin compartir el entusiasmo que Navarro expresaba por la película –la define como una auténtica obra maestra-, me ha permitido acercarme ante un título francamente interesante, que demuestra bien a las claras las capacidades visuales de un Brahm, que encuentra en esta serie B de la 20th Century Fox, una ocasión perfecta para desplegar su talento cinematográfico. Unos rasgos expresivos dominados por su tardía herencia expresionista, el dominio de la iluminación y una destreza con la cámara que, en algunos momentos, llega a alcanzar tintes deslumbrantes. Todo ello en una pequeña película de poco más de una hora de duración, en la que pese a su previsible limitación de medios no deja de lograr una extraña suntuosidad en sus escenarios –especialmente en los que se desarrollan en el interior de la mansión de la familia protagonista-, con un reparto de nombres poco conocidos pero sumamente eficaces, y en donde la fuerza de su blanco y negro fotográfico y la ocasional incidencia de su banda sonora –creada por un primerizo David Raksin-, contribuyen a dar fuerza a un relato que fue planteado como respuesta a la apuesta de la Universal con THE WOLF MAN (El hombre lobo, 1941. George Waggner). En ese sentido, justo es reconocer que la réplica indirecta de Brahm y la Fox alcanza un nivel bastante más interesante que el –con todo- apreciable título de Waggner. Sin embargo, esa pereza crítica a la que antes aludía, es la que ha llevado a otorgar a la película protagonizada por el tan limitado Lon Chaney Jr. de una aureola que indudablemente no merece, mientras que el título que comentamos sigue gozando de un desconocimiento casi generalizado.
Nunca es tarde para intentar romper esa inercia, cuando THE UNDYING… se defiende por si solo, desde el primer momento, y con el torrente visual de sus minutos iniciales, que bastarían para demostrar la personalidad y fuerza cinematográfica de su artífice. Con unos pocos planos de la mansión de los Hammond, situada junto a un acantilado en la costa de Inglaterra, una voz en off nos previene de la maldición existente entre sus propietarios, que se ha mantenido hasta inicios del siglo XX. Muy pronto la cámara del realizador se enmarcará en el interior de la mansión, desplegando un asombroso plano secuencia que –en consonancia con el sonido de las campanadas de su reloj-, nos irá describiendo diferentes elementos dispuesto a lo largo de su salón. Una elección formal de extraordinaria efectividad, que culminará de manera sorprendente al dejar entrever un marco definido en una situación dramática; se nos muestra una persona tumbada y un perro inerte, sugiriendo un marco de horror, que de inmediato es solapado por un giro escorado a la comedia. Personalmente, quizá sea precisamente esa puntual presencia de contrapuntos de pretendida comicidad, el único elemento que opondría en el conjunto de esta homogénea y, por momentos, casi arrebatadora película, extraña aportación a la mitología de la licantropía, pero que en el fondo se interna en el sendero de la intriga terrorífica, casi internándose en el terreno de las aventuras detectivescas al estilo de las adaptaciones cinematográficas de Sherlock Holmes –de hecho, en este caso nos encontramos con ecos muy claros de The Hound of the Baskervilles, de la que al parecer se aprovecharon los escenarios utilizados en su versión cinematográfica de 1939-. En cualquier caso, todo este cúmulo de referentes, en modo alguno pueden servir como atenuante de la fuerza, la eficacia y la garra que alcanza esta película, en la que nos dejaremos llevar por todo un amplio y variado recorridos por lugares y situaciones familiares dentro del cine de terror gótico. Desde la presencia de exteriores terroríficos, la presencia de acantilados rocosos dominados por la fuerza de las olas, subterráneos y criptas de oscuro pasado, presagio en las cuidadas estancias de la mansión de los Hammond, la constante oposición entre el racionalismo que en todo momento estará presente en las investigaciones del joven detective de Scotland Yard Bob Curtis (James Ellison), y la sobrecogedora realidad a la que han de hacer frente por medio de unos crímenes cada vez más definidos en un horror abominable.
Será en ese contraste entre la intriga detectivesca y el propio relato terrorífico, dominado por una atmósfera lograda por Brahm mediante un dominio maestro de los recursos de la puesta en escena, y en perfecta compenetración con una espectacular iluminación en blanco y negro del entonces principiante Lucien Ballard, donde la garra de THE UNDYING MONSTER logre traspasar las limitaciones de su punto de partida, erigiéndose en un relato oscuro y amenazador, siniestramente suntuoso, ágil en el devenir de sus lances detectivescos, quizá no tan acertado en sus pequeños contrapuntos de relajación humorística pero, en su conjunto –y sobre todo en los episodios que dan inicio y conclusión a la película; olvidemos su apostilla final, insertada en los márgenes antes señalados de poco lograda comedia-, deudora de una necesaria revisión. Una mirada que sirva para intentar dignificar la trayectoria de un director que lo merece –Brahm-, y también para penetrar en los claroscuros cinematográficos de los vericuetos de la fantasía y el horror, en una década aún no suficientemente vindicada dentro de sus logros dentro del cine USA.
Calificación: 3
1 comentario
Vespertino -
Por lo demás, bastante de acuerdo con la exposición sobre la película (creo que sobre todo es espectacular la fotografía y la primera mitad del metraje) y felicitarte por el blog, que es realmente interesante e instructivo, aunque a menudo uno no esté muy de acuerdo en los juicios y/o notas de las películas comentadas. Un saludo.