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CINEMA DE PERRA GORDA

DECEPTION (1946, Irving Rapper)

DECEPTION (1946, Irving Rapper)

Uno de los elementos que marcaron una pequeña corriente dentro del melodrama cinematográfico USA de la década de los cuarenta, fue sin duda el recurso a la música como elemento de base. Una referencia esta que, indudablemente, tenía un adecuado acomodo a un género en el que la presencia, incidencia e incluso sublimación que podía aportar la existencia de argumentos que permitían el protagonismo musical –lógicamente centrado en piezas clásicas y reconocidas-. Como ejemplos de esta vertiente, personalmente me detendría en el extraordinario HUMORESQUE (1946. Jean Negulesco) rodada casi al unísono del título que comentamos, pero cuya incidencia llegó incluso al Edgar G. Ulmer de la PRC, rodando en 1947 CARNEGIE HALL. Junto a estos ejemplos pertinentes, no conviene olvidar la reiteración en esta faceta, que a lo largo de los años fue marcando la andadura como realizador del elegante Irving Rapper, quien en diversas ocasiones centró la presencia de la música en títulos que, o bien eran biografías de célebres compositores, o tenían su marco pertinente como un elemento de importancia dentro de la narración.

 

Ese es, a mi juicio, el ejemplo que brinda DECEPTION (1946, Irving Rapper), que se plantea a partir del encuentro de tres personajes que tienen en común su amor por la música, y entre los que igualmente se planteará un triángulo amoroso de impredecibles consecuencias. Ya el inicio de la película nos proporciona algunas pistas –además de resultar un fragmento rodado con gran sensibilidad-. Corriendo hasta alcanzar un teatro, Christine Radcliffe (Bette Davis) se dispone a asistir a un concierto, en el que actúa como solista de violonchelo un hombre que –lo intuimos por la emoción que manifiesta su rostro- se trata de alguien a quien ama. Pronto conoceremos que este es Karel Novak (un Paul Henreid quizá en el rol más convincente de toda su carrera), quien durante años había perdido el contacto con Christine desde la Europa convulsa que había vivido, mientras ella había intentado infructuosamente buscarlo. Tras la alegría del encuentro, y la invitación de ella para que él resida en su apartamento, pronto el recién llegado irá advirtiendo detalles que indican el disfrute de una vida más o menos cómoda –el apartamento lo tiene a su propiedad, la decoración del mismo está llena de pequeñas obras de arte, y al mismo tiempo se observan lujosos abrigos-. Ya en esos momentos se puede intuir mediante la planificación, la dirección de actores y la disposición de los encuadres, una progresiva y creciente tensión entre los dos amantes reencontrados. Será el momento de la aparición del tercer vértice del triángulo: el afamado compositor Alexander Hollenuis (Claude Rains). Rápidamente, el influjo del influyente Hollenuis tendrá su materialización en la película con su presencia en el convite de la recién casada pareja. Una secuencia que destaca por su emotividad y la estilizada coreografía de su planificación, que se verá violentada por la presencia de ese compositor que, sin querer reconocerlo Christine ante su recuperado amante y ya convertido esposo, tanto ha tenido que ver en los últimos años de su vida.

 

A partir de ese momento, DECEPTION se establece en su condición de melodrama triangular, dejando entrever en su desarrollo una faceta quizá no demasiado bien explorada en su conjunto, pero que no deja de tener su punto de interés. Me estoy refiriendo a la fascinación que puede ofrecer el proceso de la creación artística –en este caso, representada en la figura de Hollenius y sus capacidades con la música-, que incluso llegarán a hacer dudar al inicialmente íntegro Novak en su inicial –y justificada- animadversión por el compositor, al quedar hechizado por su cultura e incluso por la expresión casi exhibicionista de su estereotipo de creador artístico. En este sentido, justo es señalar que no contribuye demasiado al logro de esta fascinación, la sobreactuación que ofrece –sorprendentemente- Claude Rains de su personaje. Y hago hincapié en esa circunstancia, ya que Rains era un intérprete de extraordinarias cualidades –y ello se expresará en esta película en aquellos momentos donde su labor deja entrever ciertos rasgos de humanidad-, y no tenía que recurrir a histrionismos de estas características para ofrecer un retrato efectivo de cualquier rol que encarnara. Pese a este recurso tan innecesario como finalmente superficial, lo cierto es que de manera subterránea se establecen destellos que permiten ligar esa querencia por la creación artística y las connotaciones negativas que se pueden desprender de personalidades ególatras excesivamente conscientes de sus presuntas cualidades, que muy pronto les harían recaer en neurosis y patologías de difícil clasificación. Ello en el caso de Hollenius le trasladará a su peligrosa condición de manipulador de todo aquello que le rodea, expresado en este caso en la fijación mantenida hacia Christine que muy probablemente no entienda como sentimiento amoroso y si, por el contrario, como una posesión personal a la que, la generosidad que con ella propiciara en el pasado, pretende en el presente conservar como algo propio. Ello incluso –a título anecdótico-, nos permitirá una imagen de Rains tumbado en una lujosa cama de su mansión, con talante malhumorado, y situándose quizá como un precedente de la estampa que dos década después, protagonizaría el inmenso Rex Harrison de THE HONEY POT (Mujeres en Venecia, 1967. Joseph L. Mankiewicz) en un casi hipotecado palazzo veneciano.

 

Más allá de esta definición concreta, Inrving Rapper se preocupa en mostrar dos decorados totalmente contradictorios, en los que se desarrollarán las secuencias más densas y significativas de la función. Por un lado se encuentra el apartamento de Christine, totalmente libre y esquemático en su decoración, mientras la mansión del compositor está dominada por el barroquismo, Con esta dualidad dramática, lo cierto es que finalmente Karel Novak es elegido para ser violochelo solista en una sinfonía realizada por Hollenius. Un concierto en el que el músico sufrirá no pocas contrariedades, pero que finalmente le permitirá una actuación absolutamente memorable, y en ello cabría remarcar la entrega que ofrece Paul Henreid, llegando en sus registros a unos instantes de veracidad en la interpretación que son, para muchos, los momentos más emocionantes del concierto. Ha nacido una estrella, casi proclama la incesante salva de aplausos sobre la deslumbrante actuación del joven. Sin embargo, Christine no se resignará a tener que seguir viviendo este triángulo tan incómodo para cada uno de ellos, en unos minutos finales en los que se resolverá la situación, discurriendo esta por el sendero del crimen.

 

En definitiva, DECEPTION es una muestra más del relativo interés que ofrecía el melodrama de la Warner en aquellos años cuarenta, y en el caso que nos ocupa, planteando una serie de elementos de manera singular, que permitían al mismo tiempo ofrecer un producto al servicio de su principal estrella –Bette Davis-, y por otro lado vehicular en su progresión dramática, una serie de rasgos de guión que permitieran dotar de personalidad al conjunto. Es decir, que en este caso se cumplirán casi a rajatabla unas características generalmente de probada eficacia, aunque en escasas ocasiones con resultados memorables.

 

Calificación: 2’5

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