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CINEMA DE PERRA GORDA

SCIUSCIÀ (1946, Vittorio De Sica) El limpiabotas

SCIUSCIÀ (1946, Vittorio De Sica) El limpiabotas

Resulta hasta cierto punto lógico, que vista algo más de seis décadas después de su realización, el auténtico alcance de SCIUSCIÀ (El limpiabotas, 1946. Vittorio De Sica) haya perdido parte de su eficacia. Comparadas con posteriores aportaciones del neorrealismo que se inserten en una mirada centrada en la infancia y cierta adolescencia –como la demoledora GERMANNIA ANNO ZERO (1948, Roberto Rossellini)-, resulta un título de más limitado alcance. Tampoco aporta nada nuevo que no se hubiera mostrado previamente dentro de aquel valioso movimiento, con propuestas del mismo Rosellini e incluso el debutante Visconti, y que tendría su debida continuidad en títulos que se guardan en la memoria de todos los aficionados. Sin embargo, aún reconociendo la relativa limitación de su alcance, cierta tendencia a integrar momentos brillantes con otros más ligeros, o a su excesiva dependencia de incidencias dramáticas, no se puede negar el interés de su conjunto.

 

Con la premisa de una brillante dirección de jóvenes actores no profesionales, SCIUSCIÀ describe el doloroso proceso que vivirán dos pequeños amigos –Pasquale y Giuseppe-, que revolotean de manera inocente y optimista por el Nápoles de la dura posguerra. Logrando recursos –como tantos otros niños de su entorno- gracias a su improvisado oficio como limpiabotas, especialmente entre los oficiales y soldados norteamericanos, los dos jóvenes muchachos no verán menguado su optimismo, centrado en el deseo compartido de comprar un caballo. Será algo que alcanzarán al acceder al deseo del hermano de Giuseppe –un delincuente- de vender unas mantas americanas a una echadora de cartas, logrando la envidia de sus compañeros. Sin embargo, lo que ellos no saben es que involuntariamente han colaborado en el asalto a esta mujer. Por eso, y en previsión de que puedan intervenir en el proceso judicial previsto por el robo, los dos muchachos serán internados en un reformatorio. Será el inicio de una espiral que marcará no solo la progresiva y rápida destrucción de la intensa amistad que hasta entonces ligaba a los dos muchachos, sino una demostración de la crueldad intrínseca en la condición humana, en la que la confluencia de una sociedad opresiva y diferentes elementos accidentales, culminarán con visos de auténtica tragedia.

 

Vittorio De Sica demostraba en esta película su innegable oficio cinematográfico. Desde su demostrada y posteriormente reiterada capacidad para dirigir niños y jóvenes –que proporcionan el relato una enorme sensación de autenticidad-, pasando por el logro de una excelente ambientación y un adecuado montaje, hasta llegar a una planificación en apariencia simple, pero a la cual una mirada más o menos adecuada revela su constante acierto. No se puede negar que todo aquello que se define con pertinencia en sus secuencias, abre un sendero que De Sica plantearía quizá con mayor pertinencia en sus siguientes películas, describiendo una especie de neorrealismo “blando” y acomodaticio, en contraste con otras manifestaciones cinematográficas del mismo definidas en una mayor dureza y rigor. Pese a ello, no se puede menospreciar lo alcanzado en esta ocasión y, en líneas generales, en el cine de De Sica de este periodo –que alcanzaría a mi juicio su máximo nivel con la extraordinaria UMBERTO D (1952)-. Y es que ciertamente, y más allá de la aparente afabilidad inicial de su conjunto, o la estructuración casi a modo de pequeñas anécdotas, poco a poco sus imágenes van introduciendo contundentes cargas de profundidad, ennegreciendo un horizonte existencial que inicialmente se plantea feliz pese a un contexto de adversidad y estrecheces, y dominado por esa visión que los más pequeños establecen en su vida diaria. De esta forma, bajo mi punto de vista el gran acierto de SCIUSCIÀ estriba en esa capacidad para plantear en la pantalla esa progresiva desilusión existencial, que irá alterando y finalmente coartando la amistad entre esos dos grandes amigos. A modo de parábola, la película va planteando un inevitable contexto humano que permite que desde la casualidad, la incidencia de la familia, de la propia sociedad, o los mismos comportamientos y sentimientos humanos destruyan una amistad sincera e inicialmente inamovible. Poco a poco iremos descubriendo ese sendero cruel y duro,  planteado con un aliento trágico progresivamente irremediable, que poco a poco irá ensombreciendo un contexto fílmico inicialmente amable e incluso dotado de perfiles esperanzadores. Será una gradación que irá acompañada por un atractivo apunte descriptivo en la definición de sus episódicos personajes –por ejemplo, la manera con la que se humaniza en apenas segundos la inicialmente desagradable echadora de cartas a partir de su interacción con los niños, o en pequeños detalles como ese funcionario del reformatorio, que atávicamente invoca el saludo fascista-. Todos estos aspectos irán centrando al alcance de una película que atiende poderosamente a la máxima del alcance de una conclusión contundente. Es así como el trágico, rotundo y seco final del film de De Sica servirá como auténtica catarsis a un relato en el que el realizador italiano –bien servido por un equipo de guionistas en el que intervino su posteriormente habitual Cessare Zavattini-, supo combinar tendencias ya existentes en el cine de su país, captar el pálpito de una realidad lacerante, y culminarla con una mirada dolorosa y desesperanzada. Sigo pensando que en títulos posteriores ese sesgo alcanzaría una mayor perdurabilidad, pero ello no resta méritos a lo logrado en esta ocasión, proporcionando a SCIUSCIÀ vida propia.

 

Calificación: 3

1 comentario

GCPG -

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