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CINEMA DE PERRA GORDA

DISTURBIA (2007, D. J. Caruso) Disturbia

DISTURBIA (2007, D. J. Caruso) Disturbia

No cabe duda que en los últimos años la mezcla del thriller y el generalmente poco valioso cine teenager, ha proporcionado ejemplos y exponentes de pretendida cierta valía –no sabemos si destacados por su verdadero interés, o por el hecho de emerger dentro de un conjunto de valores poco destacables-. El caso es que, a bote pronto, podríamos citar un título como CELLULAR (2004, David R. Ellis) y, dentro de dicha tendencia, es indudable que cabe incluir este desigual pero atractivo y llevadero DISTURBIA (2007), con el cual bajo mi punto de vista el norteamericano D. J. Caruso, se recupera en cierta medida del relativo batacazo que a mi juicio supuso TWO FOR THE MONEY (Apostando al límite, 2005). Vaya por delante que pese a gozar de una valoración francamente negativa entre la crítica, con Caruso nos encontramos ante un artesano interesante dentro del género de suspense, que muy bien podría ofrecerse como un equivalente –a mi juicio aventajado, pese a lo reducido de su obra cinematográfica-, al ya veterano Brian De Palma, siempre escorado en su infinita relectura del cine de Hitchcock o unos manierismos fílmicos que fraguaron –eso sí-, en una serie de tours de force atractivos e incluso brillantes, al tiempo que en una obra fílmica en la que, como mucho, se albergaron un puñado de títulos apreciables, más ninguno especialmente memorable.

 

Comento todo esto, en la medida que me sorprende la veneración que aún sigue manteniendo la figura de De Palma entre algunos sectores, en contraste con el desapego con que se recibe a un cineasta de sus mismas características que –desde el inicio de su filmografía- empieza a ofrecer una andadura –curiosamente también amparándose en el magisterio de Hitchcock- más o menos similar, quizá más escorada a una relativa originalidad entremezclada con astucia comercial, y que nos ha proporcionado hasta el momento dos títulos a mi juicio brillantes como THE SALTON SEA (2002) o TAKING LIVES (Vidas ajenas, 2004). Resulta evidente, a este respecto, intuir que Caruso ha asumido la realización de DISTURBIA –un encargo encomendado por el astuto Steven Spielberg- con un ojo puesto en su relativa experiencia previa en el género, y otro en la comercialidad puesta en su audiencia a públicos adolescentes, centrada fundamentalmente en el protagonismo destinado al joven actor Shia LaBeouf. En este sentido, hay que admitir que la apuesta se encuentra colmada por el éxito, ya que el joven intérprete ofrece un trabajo estupendo, dosificando con sorprendente equilibrio altanería y vulnerabilidad, y demostrando que el propio Spielberg no se equivocó al ofrecerle un “mecenazgo” que le convertirá –sin duda- en una de las justificadas estrellas del futuro.

 

LaBeouf encarna en la película a Kale, un joven de familia acomodada que sufrirá de forma traumática la muerte de su padre en un accidente de tráfico. La dolorosa experiencia le convertirá en un joven problemático que vivirá una condena de arrestamiento domiciliario por la agresión a un profesor que invocó la memoria de su desaparecido progenitor. Será este el entorno en el que se desarrolle el nudo argumental de la película, con un protagonista imposibilitado a abandonar su domicilio por un artilugio ubicado en su tobillo. Es por ello que su marco habitual se convertirá en su obligado universo durante tres meses, en el que además su madre le despojará de enlaces informáticos. A partir de ese forzado aislamiento intentará establecer una manera de sobreponerse a la misma, para lo cual establecerá una extensión voyeuristica, espiando y poniendo en práctica su conocimiento de numerosos artefactos digitales, en compañía de su amigo más allegado. Esta nueva faceta –que en el fondo evidenciará el lado cotilla que alimenta la condición humana-, le facilitará la relación con la joven Ashley (Sarah Roemer), pero al mismo tiempo le inducirá a la aterradora posibilidad de acercarse a un peligroso asesino.

 

Se ha citado a este respecto como motivo de crítica a esta película, la clara referencia que DISTRUBIA mantiene con uno de los mejores títulos de la filmografía de Alfred Hichcock –REAR WINDOW (La ventana indiscreta, 1954)-. No creo que la misma sería motivo de recriminación, con la única objeción de que esta realmente no se refleje en la nómina de créditos de la película. Pero me gustaría a este respecto señalar ¿Cuántas películas, y algunas de ellas de cierto nivel, han imitado –por ejemplo- la célebre secuencia de la ducha de PSYCHO (Psicosis, 1960), sin por ello sufrir menoscabo alguno, e incluso en ocasiones refiriéndose a la imitación en sentido admirativo? En este sentido, creo que ha de resultar más interesante valorar el film de Caruso en función de lo que ofrece, y no de lo que en sus imágenes desearíamos contemplar. Por eso creo que nos encontramos con un thriller que funciona bastante bien en la descripción de la psicología de su protagonista y, sobre todo, en la manera con la que logra plantear las actualmente inexistentes fronteras de privacidad que proporcionan los constantes e incesantes adelantos digitales, que casi sin darnos cuenta están modificando las percepciones de las sociedades avanzadas. Unas posibilidades fácilmente asequibles a todos los públicos, introducidas de manera muy especial a partir de la incomunicación representada en las más jóvenes generaciones –un elemento en el que la película incide muy de pasada, desaprovechando su alcance-, y que a mi modo de ver se ofrece como auténtico elemento premonitorio dentro de una película que quizá flaquea más en su incidencia con las convenciones del cine teenager. En este sentido cabe cuestionar la sorprendente, apresurada y acomodaticia conclusión, en la que parece que el tremendo episodio vivido es materia inocente, o la abusiva incorporación de temas musicales como fondo de las secuencias juveniles. Sin embargo, cuando sus imágenes alcanzan una cierta temperatura en los minutos finales de su episodio de suspense, es donde se logra un mayor equilibrio de las dos vertientes asumidas en la producción o en la eficaz manera con la que el realizador logra mantener el pulso, alternando instantes eficaces y aterradores, con otros en donde la trampa resulta evidente –la desaparición en ocasiones del personaje de la madre o el amigo tras introducirse en la vivienda del sospechoso Mr. Turner (David Morse)-.

 

Facetas todas ellas con las que logramos establecer una ligera rememoranza de esta película, con algunas de aquellas lejanas producciones de William Castle con la Columbia. Gimnicks como el muy discreto I SAW WHAT YOU DID (Jugando con la muerte, 1965), en esta ocasión pierden su eficaz blanco y negro de imagen y un formato cercano a la extinta serie B, para convertirse en una producción dirigida a públicos adolescentes. Una propuesta en la que sin embargo podemos detectar la eficacia y funcionalidad de un realizador que sabe cocinar un conjunto de estas características, incorporando elementos más o menos ligados a la psicología de un delicado estado de crisis en el aparente progreso occidental –especialmente ligado a una juventud ausente de valores y objetivos-, aunque retomando en porciones similares, elementos, trucos y recetas eficaces a la hora de plantear los modos de un género con un determinado grado de profesionalidad. Si a ello unimos la empatía que con el espectador mantiene la presencia de LaBeouf, podremos intentar marcar los límites sobre los que se extiende esta tan atractiva como finalmente inofensiva DISTURBIA.

 

Calificación: 2’5

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