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CINEMA DE PERRA GORDA

EAGLE EYE (2008, D. J. Caruso) La conspiración del pánico

EAGLE EYE (2008, D. J. Caruso) La conspiración del pánico

2001: A SPACE ODYSSEY (2001, una odisea del espacio, 1968. Stanley Kubrick), WarGames (Juegos de guerra, 1983. John Badham), THE MAN WHO KNEW TOO MUCH (El hombre que sabía demasiado, 1956. Alfred Hitchcock)... son títulos y referencias que vienen casi constantemente a la mente en el momento de contemplar EAGLE EYE (La conspiración del pánico, 2008. D. J. Caruso). Se trata de una producción de Steven Spielberg, en la que no solo el “rey midas” del cine de Hollywood en las últimas décadas ofrece su intervención económica, sino que llega a aportar la idea que sirve de base a la película, que al parecer él mismo estuvo a punto de trasladar a la pantalla a mediados de la década de los noventa. Para un contexto como el de la creciente y casi obsesiva importancia que la informática y los adelantos digitales han introducido y normalizado en nuestra sociedad, este margen de tiempo parece gigantesco y, en última instancia, aterrador. Lo es en la medida en que las amenazas que pudiera plantear cualquier planteamiento más o menos escorado a la S/F, según va discurriendo el tiempo se convierte en un peligro más cercano y tangible. Dicho esto, lo cierto es que el resultado final del film de D. J. Caruso envuelve dos películas que se diluyen en una sola, siendo quizá más interesante lo que se sugiere que lo que se muestra.

 

EAGLE EYE es una clara apuesta de producto teen –que tiene en la figura del estupendo Shia LaBeouf un aliado de excepción-, dejando en su metraje una cierta aureola o ligazón con el temible cine de Michael Bay, dejando por fortuna en su discurrir un reguero de sugerencias. Una serie de matices que, cierto es reconocerlo, en muy pocos momentos alcanzan en la pantalla la hondura necesaria para haber convertido su resultado en una interesante reflexión, quedando en última instancia un producto tan atropellado y desigual como atractivo en sus mejores momentos –aquellos en los que su narrativa se encuentra más relajada-. Es decir, una más o menos discreta combinación de cine de palomitas y espectáculo en el que se destilan determinados apuntes, tan inquietantes como en cierta medida ya previamente apuntados, tanto en los títulos que señalaba al inicio de estas líneas, tan divergentes en intenciones y resultados, pero que de manera curiosa son referenciados en el desarrollo del metraje, siendo además bastante reconocibles las mismas.

 

Jerry Shaw (LaBeouf) es un joven que se pasea por la vida como un diletante, y al cual su rechazo a la autoridad paterna le llevará a una vida nómada y sin perspectivas de futuro. Vive en una lúgubre habitación, trabaja en una copistería y tiene que ganar a sus amigos a las cartas para lograr algunos ingresos extras. De repente, conocerá la repentina muerte de su hermano gemelo; un elemento dramático que es planteado de forma elegante y con el recurso de una oportuna elipsis. La visita a su funeral –con el macabro encuentro con su cadáver expuesto-, nos permitirá introducirnos en las circunstancias por las que este se desgajó del hogar familiar. Serán instantes bien modulados, que al mismo tiempo ejercerán como contrapunto a la pesadilla que, prácticamente de la noche a la mañana, sufrirá nuestro protagonista, viviendo junto a la joven Rachel (Michelle Monahan) una aterradora andadura, en la que ambos son dirigidos de forma literal por órdenes informáticas que les plantea por mil conductos diferentes una voz femenina. Así pues, Jerry será detenido por las autoridades federales, logrando escapar de los interrogatorios mediante una descabellada intervención de una grúa dirigida por esos anónimos seres que han determinado las acciones de la pareja protagonista. Por su parte, el hijo de Rachel ha sido retenido por la hipotética organización, lo que motivará que su madre no tenga otra opción que seguir el sendero que le marcan estos misteriosos y pertinaces demiurgos de una acción que no tiene visos estimulantes.

 

Uno de los rasgos más positivos de una película tan discreta y en esencia entretenida como es EAGLE EYE, reside precisamente en la plasmación de esa auténtica odisea de claras concomitancias kafkianas, a partir de la cual la vida de dos seres humanos anónimos y poco distinguidos en sus personalidades, asumirán una serie de aterradoras experiencias que, tras su conclusión, servirán para poder integrar sus vidas en un contexto de cierta normalidad establecida –planteando además una relación entre ambos que en su inicio era de abierta hostilidad-. No puede decirse, llegados a este punto, que la resolución del futuro de la pareja plantee interés alguno, ni tampoco que las secuencias de persecuciones sirvan más que para desentenderse de lo que está sucediendo en la pantalla –aunque justo es reconocer que puede que sean estos, los elementos que atraigan en mayor medida al público juvenil-. Añadamos a todos estos inconvenientes la presencia de una banda sonora bastante molesta y machacona –obra de Brian Tyler-, empeñada en subrayar cualquier incidencia ofrecida por la película, y que toma como referencia las cargantes partituras de Hans Zimmer para los títulos más característicos del cine de Michael Bay.

 

Claro está, que todo lo que acabo de mencionar se erigen como elementos de peso a la hora de cuestionar el sendero recorrido en esta producción de Dreamwords, dirigida sobre todo a atender las apetencias del contexto teenager al que en su génesis va dirigida la función. Sin embargo, no sería justo si en este comentario mo señaslaramos también esos aspectos de interés que confieren al film de Caruso un moderado atractivo. Es algo que, en primer lugar, habría que destacar en la misteriosa presencia de esa organización invisible, que llega a erigirse como el principal personaje de la función. Una amenaza letal, latente y de la que, a tenor de las demostraciones de poder y control ejercida, deviene prácticamente imposible en su escapatoria.

 

A partir de esas características y como señalaba anteriormente, EAGLE EYE funciona con mucha más contundencia cuando sus personajes aparecen revestidos con una cierta verdad en sus comportamiento, cuando la cámara se aleja de su línea percutante, y también en los momentos en los que se introducen matices y situaciones reveladoras de la aterradora amenaza que se cierne para una ciudadanía que sigue su curso normal, pero que al mismo tiempo se encuentra traumatizada por los atentados del 11S –la secuencia inicial del film nos revela un error ofensivo americano contra un objetivo terrorista, que de manera inesperada provocará esa caótica aventura colectiva que estará a punto de segar la vida tanto del presidente de los Estados Unidos, como a los dirigentes más representativos del pentágono. No cabe duda que EAGLE... alcanza una cierta temperatura en la progresiva impresión seguida por parte de todos los personajes que discurren en el contexto argumental, a la hora de intuir que esa amenaza planteada y ejecutada con una precisión casi sobrenatural, en realidad no esconde ninguna dirección humana, ya que sus directrices emanarán de un complejo artefacto informático instalado en las profundidades del Capitolio, desde donde se puede escuchar o interceptar la conversación de cualquier ciudadano.

 

En definitiva, EAGLE EYE es una tan discreta como amena propuesta de “cine de palomitas”. El servilismo a determinadas constantes del cine de acción de nuestros días –las persecuciones narradas con planos sincopados, la herencia de Michael Bay o una sintonía destinada a subrayar machaconamente lo que contemplamos en pantalla-, podrían definirse como los elementos más prescindibles de la función –lo malo es que su peso en el conjunto de la película es notable-. Por el contrario, el film de Caruso logra plantear los terribles riesgos y amenazas de una sociedad que se ampara en el progreso para, precisamente, anular cualquier intimidad por parte de sus ciudadanos. Si gracias a su formato más o menos teenager, este tímido grito de denuncia pueda haber llegado a parte de sus potenciales espectadores, estimo que la ecuación habrá sido completa, mezclando comercialidad con un alcance dialéctico de limitado alcance.

 

Calificación: 2

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