I BAMBINI CI GUARDANO (1944, Vittorio De Sica)
Película absolutamente olvidada al mencionar los mejores exponentes de la obra de un realizador que sigue quedando a la espera de la valorización definitiva de Vittorio De Sica en el cine italiano de posguerra, lo cierto es que I BAMBINI CI GUARDANO (1944) debe de insertarse por derecho propio entre los títulos más brillantes del conocido director italiano. Es probable a este respecto que en ello influyan quizá la caricaturesca definición de ciertos personajes secundarios del film, como la vecina chismosa o el apergaminado playboy que desea atraer a Nina (Isa Pola). Incluso el retrato del persistente amante de la protagonista –encarnado además por el antipático Adriano Rimoldi-, incide en esos cercanos ecos de un cine dominado por esa ausencia de realidad propia del periodo fascista, que sería bruscamente puesto en evidencia con la irrupción del neorrealismo. En este sentido, la película de De Sica ofrece, al margen de sus intrínsecas cualidades, un notable calado como exponente premonitorio de este histórico movimiento. Sus imágenes ya adelantan esa mirada –indudablemente aún no tan rotunda como sería habitual en el inmediatamente posterior cine italiano-, revelando la visión de una sociedad que se debate entre un tímido progreso –esas nuevas edificaciones que se muestran en los instantes iniciales de la función-, describiendo igualmente elementos y ambientes sociales característicos del momento –el ambiente de los parques, las diversiones y vacaciones de las clases adineradas, el interior de los colegios religiosos-, aunque bien es cierto que de una manera aún tamizada por una cierta querencia a ese cine de teléfonos blancos que en aquellos años ya se encontraba a punto de certificar su acta de defunción.
Esta circunstancia no merma a mi modo de ver el bagaje de cualidades de I BAMBINI..., ya que estimo que su propuesta posee tal fuerza cinematográfica y, por momentos, reviste tal intensidad como melodrama desgarrado, que personalmente no dudo en situarla por encima de otros títulos posteriores rodados por De Sica más reputados en su valoración –como es el caso de SCIUSCIÀ (El limpiabotas, 1946)-. No cabe duda que desde sus primeros compases el realizador italiano apuesta por el engarce de una historia que aúna el relato individual con el cuadro colectivo, mostrando la consecuencia que en una familia media italiana ofrece la infidelidad de la esposa –Nina-, que cuenta con un joven amante con el que huye, dejando abandonados a su esposo –Andrea (Emilio Cigoli)- y su pequeño hijo Pricò (maravilloso Luciano De Ambrosis). Desde el primer momento constataremos la voluntad del realizador de ofrecer una mirada extendida sobre la realidad en la que se inserta la acción –las panorámicas sobre las edificaciones de nueva creación en las que vive la familia-, mostrando igualmente un considerable dinamismo en la realización –esos largos travellings que describen la vida de un parque, en donde la madre se encuentra a escondidas con su amante-. Al mismo tiempo resulta bastante novedosa la manera con la que se plasma el conflicto, en primer lugar planteando un adulterio sin verter con ello un retrato negativo de la esposa –en este sentido, hay que admitir que se expresa un elemento dramático revestido de cierta modernidad de planteamientos-, ofreciendo paralelamente una mirada sobre el padre de familia, que le define como un hombre compasivo, bondadoso y quizá carente de personalidad. Pero es siempre a través de los modos cinematográficos planteados por De Sica en donde se encuentra la definitiva fuerza y alcance de su historia. Lo hará a través de la adecuada movilidad de la cámara, con un considerable dominio en la composición del plano, en el equilibrio logrado en la presencia de elementos melodramáticos, o en la misma ubicación de los actores en el mismo, dejando en segundo término otros que sirven como refuerzo a las intenciones dramáticas de cada secuencia. Será una tendencia, en definitiva, que culminará en el acierto con que se insertan momentos en los que la fuerza del primer plano resulta hasta demoledora.
I BAMBINI… supone asimismo un claro referente en la utilización del protagonismo y la mirada de un niño como eje de referencia de la película. Es así, como adelantándose a posteriores experiencias en este sentido –algunas de superior entidad, como la admirable GERMANIA ANNO ZERO (1948, Roberto Rossellini), otras, de similar alcance, como THE FALLEN IDOL (El ídolo caído, 1948) de Carol Reed-, De Sica sabe extraer la autenticidad de la mirada infantil del pequeño Pricò, quien prácticamente como testigo involuntario vivirá en carne propia el desmoronamiento de la relación de sus padres, madurando a marchas forzadas sin haber podido ejercer como nexo de unión entre la irremisiblemente deteriorada relación de estos. De alguna manera nos encontramos, a mi modo de ver, con una visión del mundo infantil que adelanta de alguna manera los modos planteados por el Alexander Mackendrick de MANDY (1952) o SAMMY GOING SOUTH (Sammy, huída hacia el sur, 1963), y que tiene su expresión visual más memorable con ese plano tomado desde la cabina del expendedor de billetes de ferrocarril en donde se aprecia a un adulto que no puede avanzar, ya que nuestro protagonista se encuentra delante de él, haciendo invisible su pequeña estatura la presencia del mostrador-. Con la fuerza generada en sus imágenes, la intensidad puesta en una puesta en escena llena de vigor, y dosificando la presencia del componente melodramático, lo cierto es que esa vertiente se manifiesta en los momentos más intensos de la película, en donde todos estos rasgos antes señalados alcanzan una fuerza conmovedora. Evidentemente, me refiero a los instantes –definidos en primeros planos-, en los que padre e hijo se sinceran en sus sentimientos, en la secuencia posterior de la despedida de ambos, una vez el niño se quedan internado en un colegio religioso –la dimensión espacial de esos momentos es portentosa-, en la elipsis que describe el suicidio de Andrea, o la dolorosa secuencia final en la que el pequeño protagonista rechaza la presencia de su madre, que sin embargo es mostrada sin generar en su definición un matiz de rechazo –por el contrario se logra expresar un notable grado de conmiseración-.
La versión que se encuentra editada de I BAMBINI CI GUARDANO por parte de Criterion en DVD, parte de una restauración de 85 minutos, de los 105 de que constaba la película inicialmente. Es probable que estas ausencias se manifiesten en ciertos momentos. Sin embargo, a mi modo de ver, no invalidan los logros de esta pequeña joya cinematográfica, escondida entre otros títulos quizá más prestigiados pero en modo alguno superiores en virtudes.
Calificación. 3’5
2 comentarios
Jordan Flight 9 -
El lobo estepario -
En cuanto al maestro De Sica, es una lástima que el cine haya pasado de expresar los tiempos vigentes a convertirse en opiáceo de masas. ¿Fue culpa de los nuevos medios tecnológicos, como suele decirse? Yo creo que no necesariamente. Más bien es consecuencia de una sociedad embrutecida y profundamente cínica. Las obras maestras de De Sica, como 'Ladri...' o 'Umberto D', ¿conmoverían hoy a la masa? Se queda el cine en pasión de necrófilos, mientras el gentío se agolpa para ver a K. Winslet desafiar las leyes naturales en la borda del Titanic, o a un psicópata enfundado en cuero negro pegándole palizas a unos autómatas reflejo de los espectadores.
Lo que le he pasado al cine es que, dadas las posibilidades de control del pensamiento del medio audiovisual, se ha convertido definitivamente en un medio de propaganda, no partidista, como el cine nazi o de la URSS, sino de naturaleza narcótica, como una adormidera.
Si ahora entráramos en cualquier bloguillo de cine comercial, ya habría cien comentarios enzarzándose como lianas a partir de estupideces. Una sociedad que pierde la memoria, que pierde a un De Sica, es una sociedad vulnerable a los intereses de los faraones que la explotan.
Ésta es la razón por la que el cine, sin duda el arte más combativo del siglo XX, se propone hoy como un artículo de moda, de forma que cada semana hay un nuevo licor que echarse al coleto, con tal de olvidarse de las miserias de la vida.
De Sica las expresaba, y vendía esperanza, es cierto. Pero hoy lo que se hace ocultarlas, con tal de aborregar al personal.
Salud y acracia.