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CINEMA DE PERRA GORDA

STREETS OF LAREDO (1949, Leslie Fenton) Tres tejanos

STREETS OF LAREDO (1949, Leslie Fenton) Tres tejanos

En ocasiones la casualidad del aficionado, permite encontrarse con curiosas circunstancias que, en esta ocasión, revelan la presencia del remake como recurso cinematográfico de primer orden. Me refiero a ello a la hora de contemplar la simpática STREETS OF LAREDO (Tres tejanos, 1949. Leslie Fenton), meses después de haber podido acceder –casi por sorpresa-, al referente cinematográfico que sobre la misma historia realizó King Vidor en 1936 igualmente bajo el amparo de la Paramlount, bajo el título THE TEXAS RANGERS. Fue la oportunidad de contemplar un exponente especialmente relegado y poco conocido a la hora de completar el análisis de la obra vidoriana, que personalmente se me reveló quizá como uno de los westerns más interesantes realizados en aquella década, en la que el género no había adquirido aún la complejidad que pocos años después se adueñaría de sus crecientes y complejas manifestaciones. A partir de dicha premisa, el guión que en aquella ocasión realizara Louis Stevens, sirvió como base para que el especialista Charles Maquis Warren –que en 1968 dirigió al imposible Elvis Presley en la ridícula CHARRO! (1969)-, elaborara un nuevo guión, que sería puesto en escena por el competente Leslie Fenton, en aquel tiempo al parecer efímero especialista en el género –de forma casi consecutiva dirigió la igualmente atractiva WHISPERING SMITH (Smith el silencioso, 1948), al servicio de un nada desdeñable Alan Ladd-.

 

Al igual que se desarrollara en el referente cinematográfico puesto en escena por Vidor, STREETS OF… narra la dualidad en el camino que manifestarán tres amigos inicialmente dedicados al asalto de diligencias, cuando en el destino de dos de ellos –Jim (William Holden) y Wahoo (William Bendix)- se plantea un casi involuntario acercamiento hacia la agrupación de los denominados Texas Rangers, destinados a preservar el orden del Oeste de manera paralela a los mandos de la ley de cada una de las ciudades. El tercero de ellos –Lorn (McDonald Carey)- decidirá proseguir el sendero del delito, llegando a un doble enfrentamiento con sus antiguos amigos. Por un lado ambos se opondrán en el mando de la ley, pero será con Jim con quien extienda ese enfrentamiento –que por otro lado no ocultará una sempiterna capacidad de complicidad entre ambos-, a partir de plantearse ambos como pretendientes de la joven Rannie (Mona Freeman). En medio de dichas coordenadas, de la lucha contra un extorsionador de ganado, y entre la dualidad manifestada por Jim y Wahoo se seguir el sendero del orden, o debatirse entre la amistad que siguen manteniendo –de forma progresivamente más tensa y distorsionada- con un Lorn cada vez más insertado en el sendero del mal, discurren los perfiles por los que se sucederá una película pequeña y entrañable, dotada de un buen pulso y ese aire casi de película familiar que definían este tipo de producciones. Una propuesta en la que destaca el oficio de Fenton, diestro en el manejo de la grúa, en el uso de las sombras como elemento dramático –especialmente manifestado en la secuencia en la que Jim se enfrenta al extorsionador Calico (Alfonso Bedoya)-, pero al mismo tiempo jamás revelando un especial grado de inspiración en su puesta en escena. Tampoco había que exigírsela, en una película que quizá se sitúe ligeramente por debajo del referente filmado más de una década antes por Vidor. En este sentido, cierto es que el título que nos ocupa tiene a su favor la huída de ese molesto alcance patriotero que lastraba en ciertos momentos su precedente cinematográfico, ya que en esta ocasión esa apología del cuerpo de los Rangers, se da de lado en beneficio de las relaciones establecidas entre los protagonistas. Sin embargo, ello va en cierto demérito de la brillantez narrativa que Vidor supo aplicar a su película. Por el contrario, en esta ocasión nos encontramos con un relato más o menos pausado, de discurrir fluido, en el que tiene una especial importancia el singular y aún atractivo cromatismo, dominado por los tonos marrones y ocreas, tan peculiar de la Paramount –hay algunos planos en los que la planificación muestra unas nubes que alcanzan una textura casi pictórica-. En cualquier caso, dentro de ese contexto placido y dominado por su alcance casi familiar, y aún retomando casi de manera textual el argumento esgrimido en el film de Vidor –del que solo se aleja la referencia a los indios, ausentes en esta ocasión, y también cierto grado de comicidad más acusado en aquella ocasión-, no se puede obviar que en algunos momentos la película de Fenton alcanza unas cotas de tensión realmente elogiables. Es algo que se manifiesta sobre todo en el fragmento iniciado a partir de la llegada de Jim a la casa de campo en la que vive Rannie, encontrándose al viejo Pop muerto, sentado mirando la ventana –su granero ha sido incendiado por los sicarios de Calico-. Poco después, uno de los Rangers aparece despellejado –el uso del color hace destacable dicha circunstancia-, llegando este hasta la hacienda en la que reside el extorsionador –en su puerta se encuentra un rastrillo y unas cuerdas manchadas de sangre, prueba evidente de la tortura al Ranger,- confluyendo la misma en una tensa pelea –excelentemente planificada-, que finalizará con la muerte de Calico.

 

Hay otro elemento en el que STREETS OF LAREDO gana sobre el referente del film de Vidor; la mayor homogeneidad en el capítulo interpretativo. Especialmente brillante es la composición de un joven William Holden a punto de dar vida a uno de los roles de su vida con SUNSET BOULEVARD (El crepúsculo de los dioses, 1950. Billy Wilder) En la capacidad que demuestra en esta película, desde la aparente relajación de su trabajo, es donde cabe se puede detectar que nos encontramos ante uno de los grandes actores del cine norteamericano.

 

Calificación: 2’5

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