ONLY THE VALIANT (1951, Gordon Douglas) Solo el valiente
La llegada de la década de los cincuenta introdujo en el devenir del western una corriente especialmente significativa, como fue esa paulatina inclinación hacia en sendero psicologista. No cabe duda que en años precedentes ya se habían mostrado rasgos de esta tendencia –manifestados por ejemplo, en la extraordinaria PURSUED (1947, Raoul Walsh)-, pero es con títulos como THE GUNFIGHTER (El pistolero, 1950. Henry King), YELLOW SKY (Cielo amarillo, 1948. William A. Wellman) o RAWHIDE (El correo del infierno, 1951. Henry Hathaway), cuando el cine del Oeste va integrándose una nueva manera de entender el género, caracterizada por una interiorización de sus personajes, un contexto más sombrío, una visión casi nihilista de la existencia, y un look visual adscrito por lo general al blanco y negro, y lindante en ocasiones con la herencia marcada en el cine noir.
Este es, punto por punto, el contexto en el que se desarrolla ONLY THE VALIANT (Solo el valiente, 1951) una estupenda aportación de un Gordon Douglas especialmente inspirado, que en esta ocasión pareció aunar por un lado su experiencia previa en el cine policiaco, con su destreza ante un contexto genérico que ya había practicado, aunque casi podríamos decir que esta sería su primera aportación de relieve al mismo, dentro de una trayectoria que en años sucesivos brindaría numerosos exponentes de interés, hasta configurarle en la pléyade de expertos –nunca especialmente reconocido-, que proporcionaron al western norteamericano algunos de sus timbres de gloria.
La voz en off de un ya maduro Richard Lance (Gregory Peck), nos relata en los primeros instantes del film al ataque de los indios a un fuerte que se sitúa junto a un paso obligado de estos, ubicado entre grandes superficies montañosas. El asedio provocará una auténtica masacre entre su población, trasladándose los supervivientes a otro destacamento. En un momento determinado se propone trasladar al jefe indio que han capturado, tarea en la que en principio está destinado el capitán Lance, aunque posteriormente el veterano mando del mismo decida que sea el teniente Holloway (Gig Young) quien se haga cargo de la misión. Tanto Holloway como Lance se encuentran ligados a la misma joven –Cathy (Barbara Payton)-, lo que en apariencia es entendido por el personal militar como una decisión tomada por el segundo de ellos para eliminar a un rival amoroso. La muerte de Holloway en un ataque cuando trasladaba al mandatario indio, de alguna manera confirmará ante todo esa posibilidad, llevando al conjunto de soldados –e incluso a la propia Cathy- a un absoluto recelo hacia el taciturno y recto militar. Dentro de este contexto especialmente tenso, la creciente posibilidad de un ataque de los apaches –máxime cuando el jefe escapado conoce las debilidades del entorno en el que ha estado preso-, motivará una misión desesperada comandada por Lance a las ruinas del fortín atacado en las primeras imágenes del film, al objeto de poder establecer una resistencia al inminente y masivo ataque, al menos hasta el momento en que lleguen los refuerzos militares prometidos. El capitán elegirá –de manera sorprendente- un grupo de soldados que se encuentran los que mayor recelo tienen hacia su persona. Con tan extraña y peliaguda galería humana, en la que el resentimiento hacia su superior llega a alcanzar tintes paroxísticos, la misión llegará a un fuerte de tintes absolutamente fantasmagóricos, donde las cruces de los enterrados en el asedio allí sucedido llegan a erigirse como fúnebres augurios. En medio de un contexto casi irreal, las tensiones de los soldados se entremezclarán con la misión suicida que tienen encomendada, pero en la que poco a poco, casi de manera imperceptible, los cada vez más menguados supervivientes podrán atisbar e incluso apreciar las virtudes que sobrelleva la introvertida pero recta actitud de su superior.
Aquel que contemple ONLY THE VALIANT, de antemano tiene que dejar de lado cualquier imagen prefijada de encontrarse ante un relato de caballería, lucha de indios y vaqueros, o cualquier matiz que puede inducirnos a encontrarnos ante una historia más o menos convencional dentro de esos registros temáticos. Por el contrario, y adentrándose hasta límites insospechados en una vertiente absolutamente sombría, el film de Douglas quedará dominado por las tensiones, las amenazas, el terror incluso, hasta el punto que en muchos de sus momentos parece que no encontremos ante un thriller adornado bajo unos tibios ropajes ligados al cine del Oeste. Las secuencias de interiores caracterizadas por su tonalidad incluso lúgubre, las omnipresentes y crecientes cruces que aparecen en las secuencias, recordando las tumbas que van creciendo en su interior, o la fuerza que adquieren esos exteriores rocosos, que se plantean en la pantalla casi como recreaciones irreales, forman un conjunto pesadillesco. Una propuesta en la que tiene un peso superior lo que se sugiere, las miradas y tensiones de sus personajes, o la intuición de esa amenaza siempre latente, que la propia acción generada en la película. Una auténtica reversión de términos que gracias a la pericia, la atmósfera y la progresión de su denso entramado dramático, logra consolidar una película en la que su grado de abstracción deviene en última instancia como uno de sus elementos más relevantes. Todo ello, en apenas pocos decorados –se trata claramente de una serie B-, con la excelente aportación de todo su cast –incluso destacando la del generalmente lamentable Lon Chaney Jr.-, la importancia que adquiere la fotografía en blanco y negro de Lionel Lindon y la perfecta delimitación de un guión que sabe introducir constantes elementos que permiten que la tensión no decaiga. Una cualidad que permitirá que su desarrollo sirva para mostrar la evolución de esos soldados que, casi en la antesala de la muerte, de manera forzosa modifiquen su propia concepción de la existencia, tomando como reflejo la seguridad de ese hombre al que detestaban hasta esos momentos.
Dentro de un conjunto magnífico, quizá solo cabría oponer el convencionalismo con que se expresa en la pantalla el lógico rechazo de Cathy a Lance al creer que este ha favorecido la trágica suerte de Holloway. Son, indudablemente, simplezas inherentes a la manera que se tenía en ocasiones de crear conflictos sentimentales en las ficciones de la pantalla. Será, no obstante, una limitación bien poco relevante dentro de una propuesta por momentos apasionante, con secuencias realmente aterradoras –como aquella en la que los soldados desde el fuerte contemplan impávidos como se van apagando de manera calculada las tenues luces que han ubicado para mantener una cierta referencia del paso que han de vigilar, o el asedio final en el que las flechas van impactando inmisericordes contra los supervivientes-. Otras, por el contrario, adquieren un alcance confesional –ese extraordinario momento de la conversación casi al final del asedio entre Lance y Gilchrist (un excelente War Bond), en el que se atisba una complicidad final entre ambos militares-, y en el que de manera creciente, el espectador siente como propia una situación de constante desasosiego, que llega a trascender cualquier vinculación con el género que le sirve de base. ONLY THE VALIANT es una espléndida película, demasiado olvidada a la hora de atender la vertiente del género en que queda inserta, y que no me cabe duda supuso años después un referente a la hora de dar vida títulos como ULZANA’S RAID (La venganza de Ulzana, 1972. Robert Aldrich) o la previa THE STALKING MOON (La noche de los gigantes, 1968. Robert Mulligan) –curiosamente, esta última igualmente protagonizada por el casi imprescindible Gregory Peck-.
Calificación: 3’5
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