UNTAMED (1955, Henry King) Caravana hacia el sur
Es probable que para todos y aquellos escasos aficionados que en los tiempos que corren sentimos un sincero aprecio por la aportación cinematográfica brindada por Henry King a lo largo del tiempo, estarán de acuerdo en el hecho de no considerar UNTAMED (Caravana hacia el sur, 1955) como uno de los títulos más logrados del último periodo de su obra. Es cierto también reconocer que en su metraje se detectan una serie de saltos temporales no muy bien justificados en el guión, e incluso se pueda echar de menos una cierta pasión por lo narrado, presente incluso en un estilo tan mesurado como el manifestado por el cineasta por excelencia de la 20th Century Fox. No importa, pese a sus carencias –que las tiene-. Es tan notable el cómputo de cualidades que atesora su metraje, que por último la balanza en la valoración se inclina a una valoración positiva. Todo ello, reconociendo y codificando los orígenes y la propia razón de ser de uno de los últimos títulos dentro de una filmografía pródiga en obras y también rica en intensidad y elegancia cinematográfica.
UNTAMED se integra de lleno en la tendencia marcada en el estudio de Zanuck a partir de la implantación del CinemaScope, adoptando esta nueva invención visual al servicio de producciones enclavadas dentro del cine de aventuras, insertas todas ellas en parajes más o menos exóticos, ofreciendo en dicho contexto relatos por lo general caracterizados en su oposición de mundos. Era un marco de actuación bastante propicio para las características de un cineasta como King, que bastantes años antes ya había filmado un relato aventurero enmarcado en dichas características, como es STANLEY AND LIVINGSTONE (El explorador perdido, 1939). Fue esta una tendencia que ofreció frutos tan interesantes y al mismo tiempo similares con el que comentamos, como WOMAN OBSSESED (La hechicera blanca, 1959) o incluso la previa LEGEND OF THE LOST (Arenas de muerte, 1957) –ambas firmadas por Henry Hathaway-, configurándose como un auténtico subgénero dentro de la pródiga producción que el género expresó en aquellos años casi, casi seminales dentro del contexto de producción clásico de Hollywood. Una tendencia que, con mayor o menor grado de acierto, intentó aunar la espectacularidad con el intimismo, aspecto para el cual es innegable que la referencia de King podía suponer una elección sin duda acertada.
En buena medida lo fue, para un relato que se inicia en Irlanda a mediados del siglo XIX. Hasta allí ha llegado el aguerrido Paul Van Riebeck (Tyrone Power), con la intención de realizar una compra de caballos. Sin embargo, este viaje que ha desarrollado desde una Suráfrica aún en construcción, modificará los perfiles de su existencia al trabar algo más que una relación de amistad con la desenvuelta Katie O’Neill (Susan Haward). Una mujer con la que establecerá una fuerte atracción –en buena medida basada en la personalidad e incluso recelo que esta despliega ante él-, aunque en su mente se anteponga el destino que él mismo se ha forjado como catalizador de un movimiento que desea la creación de un nuevo territorio colonizado en aquella zona de África, denominado “la nueva Holanda”. Aunque se separen a primera instancia de manera definitiva, el destino –y la obstinación de Katie- propiciará un nuevo reencuentro con el paso del tiempo, aunque en este intervalo se case con el bondadoso Shawn (John Justin) e incluso tenga un pequeño fruto de su matrimonio. La llegada de una plaga que destruirá las cosechas de las tierras irlandesas, será aprovechada por nuestra protagonista para favorecer un largo viaje hasta el territorio en el que se encuentra aquel hombre que tanta huella dejó en ella. Será un trayecto largo y tortuoso, que llevará aparejado un largo desplazamiento en caravana junto a otros colonos, con el objeto de lograr unas tierras vírgenes en las que establecerse de manera definitiva y plácida. No será una apuesta fácil, e incluso Katie perderá en ese trayecto a su esposo. Sin embargo, esta odisea le permitirá ese anhelado reencuentro con Van Riebeck, quien in extremis salvará a la caravana de una extinción segura de manos de una tribu indígena. Pero de forma paralela, esta arriesgada odisea le acercará hasta Kurt Hout (Richard Egan, en su arquetípica prestación dura y ambivalente), quien pese al rechazo que esta siente por él no dejará de cortejarla, aunque este deseo le lleve a enfrentarse de modo abierto con ese líder al que hasta entonces admiraba ciegamente.
Este será el contexto en el que se desarrolle una historia que discurre a golpe de intensidad, en la que el recurso de la voz en off servirá –quizá un tanto toscamente-, para hacer progresar un relato en el que, pese a todo, se combina con notable pertinencia la dimensión espectacular de su argumento, con esa innata tendencia en el cine de King para mostrar de manera visual esos lances románticos e incluso místicos, que en esta ocasión tendrán su símbolo más notable en ese árbol que para la protagonista simbolizará aquello que de manera más auténtica representa el sentido de la pasión. Ese árbol en el que en un momento dado se manifestaron los momentos más sensuales y felices de su vida –y que de alguna manera prolongará en ese atractivo melodrama que es LOVE IS MANY-SPLENDORED THING (La colina del adiós, 1955)-, aunque la sempiterna inclinación hacia la responsabilidad política de su eterno enamorado, no logre retenerlo para vivir con él una plácida existencia, y pese a que en dichos momentos se gestara ese segundo hijo que su padre no llegará a conocer hasta que este ya cumpla algunos años.
Como señalaba anteriormente, King sabe combinar lo espectacular y lo íntimo con verdadero magisterio, aplicando a este relato de aventuras una auténtica traslación de los modos y constantes del western. Unamos a ello una magnífica utilización del Scope, que se manifestará tanto en el dominio de los planos generales de exteriores, como en la tensión que logra aplicar a buena parte de los momentos desarrollados en interiores –especialmente ejemplar resulta aquella que se desarrolla en un prolongado plano largo dentro de la vivienda de Kurt, que exhibe su pierna de madera, al regresar Katie tras haberse arruinado-. Un fragmento magnífico de dominio de la planificación, que atestigua las maneras de un King que sabía sobreponerse a las limitaciones que planteaba una propuesta como esta, logrando extraer de la misma no solo las máximas posibilidades que le permitían unos modos cinematográficos ya veteranos, sino incluso preludiar ciertas tendencias en el contexto del cine novelesco, que a mi modo de ver imitarían con mayor contundencia cineastas como David Lean. Y es que, pese a sus notables divergencias de partida, uno no puede dejar de tener la sensación de que en las imágenes, aventuras y vivencias del personaje encarnado con tanta convicción por Susan Haward, por momentos parece aventurarse un precedente de la Julie Christie de DOCTOR ZHIVAGO (1965) y, de manera muy especial, la Sarah Miles de RYAN’S DAUGHTER (La hija de Ryan, 1970).
Al margen de estas consideraciones, con ese cierto lastre que pese a todo su resultado cinematográfico logra sobrellevar, lo cierto es que UNTAMED se erige como una atractiva combinación de géneros –aventuras, romance y western-, revelador de la plena forma en la que en aquellos años aún se encontraba la filmografía de Henry King y, al mismo tiempo, representativo de unos senderos para el cine de géneros en aquellos tiempos aún dependientes de los grandes estudios –en este caso la Fox-. En cualquiera de estas facetas su resultado deviene intrínsecamente atractivo.
Calificación: 3
2 comentarios
Antonio Sivera Sánchez -
JORGE TREJO -