HOME IN INDIANA (1944, Henry Hathaway) [Nuestra casa en Indiana]
Vaya por delante que considero HOME IN INDIANA (1944) –inédita en su momento en España, aunque recientemente editada en DVD con el título de NUESTRA CASA EN INDIANA- uno de los títulos menos atractivos de los más de cuarenta que hasta la fecha he podido contemplar de Henry Hathaway. Y digo esto, en la medida que el veterano realizador estadounidense marca en su obra un nivel medio de calidad realmente elevado. Tanto su contribución al western como sus propuestas policiacas, de aventuras o bélicas, ejemplifican a la perfección a uno de los hombres de cine que ponía en un primer plano la amenidad a la hora de plantearse sus películas, unida a una inteligencia cinematográfica y una serie de inquietudes que elevaban el interés de sus obras, aunque en ellas –justo es reconocerlo-, se ausente un solo título o logro absoluto. Es cierto que en todos los géneros citados se pueden encontrar aportaciones brillantísimas firmadas por Hathaway, aunque en su cine no se alcanzara la presencia de una obra maestra o un logro absoluto. Con sinceridad, tampoco le hacía falta.
Dentro de esta curiosa circunstancia, y en una filmografía en la que abundan los títulos magníficos aunque jamás supremos, no dudo en destacar HOME IN INDIANA como un ejemplo pertinente de cómo un argumento insustancial puede elevar el interés inicial casi inexistente de una película, hasta configurar un resultado estimable e incluso por momentos emotivo, a través de un atractivo trabajo de puesta en escena. Es la prueba perfecta de la profesionalidad y la ocasional inspiración que podía proporcionar un director de la talla de Hathaway, cuando tuvo que hacerse cargo de una producción de la 20th Century Fox destinada a públicos juveniles de la época, remedando aquellas películas producidas en el seno de la Metro Goldwyn Mayer, protagonizadas por la entonces jovencísima Liz Taylor o Roody McDowall. No cabe duda a este respecto que nos encontramos con una muestra más de esa tendencia de films protagonizados por actores juveniles, destinados a describir a través de ciertas incidencias –desarrolladas en contextos rurales- la expresión del paso a la adolescencia y a una primera madurez de sus jóvenes protagonistas. Títulos que van desde los señalados productos de la Metro, a las posteriores –y remilgadas- apuestas de la Warner protagonizadas por el inefable Troy Donahue, hasta llegar a exponentes poco recordados –tampoco es que lo merezcan demasiado- dirigidos por Robert Mulligan –y con ello no me refiero a la desigual pero atractiva SUMMER OF’ 42 (Verano del 42, 1971), sino a las muy posteriores CLARA’S HEART (La rodilla de Clara, 1984) y THE MAN ON THE MOON (Verano en Louisiana, 1991)-.
En esta ocasión el argumento –extraído de una historia de George Agnew Chamberalin- se caracteriza por una casi peligrosa livianeidad, ya que en su tercio inicial apenas se distingue por mostrar el encuentro del joven Sparke Thornton (el lanzamiento de la efímera popularidad de Lon McCallister), que ha sido destinado junto a la granja que tienen sus tíos –Penny (Charlotte Greenwood) y Thunder Bolt (el gran Walter Brennan) en una población rural. Sparke es un chaval algo temperamental, que en una primera instancia se muestra decidido a abandonar un lugar que no le agrada. No obstante, en su efímera huída descubrirá algo que le motivará a retornar junto a sus únicos familiares. Se trata de la presencia de caballos en los alrededores, unos animales que muy pronto se integrarán en la vida del joven muchacho, convirtiéndose en un motivo de ilusión vital. Es por ello que pronto quedará integrarado dentro de este ámbito, conociendo a dos chicas que se brindarán como el asidero emocional para vivir con placidez ese estado que va aparejado al conocimiento de las jóvenes muchachas. Una de ellas es la modesta Char (el debut igualmente de Jeanne Crain), la hija del entrenador de la granja de un acaudalado propietario. La otra será la más sofisticada Cri-Cri (June Haver), hija del mencionado dueño. Serán todos ellos el contexto amable y entrañable en el que el joven protagonista manifestará un progresivo acceso a la madurez, logrando al mismo tiempo un mayor acercamiento a sus tíos –en una primera instancia más escueto y frío-, viviendo aventuras y baños con sus amigos, y quedando ligado cada vez de modo más creciente en el mundo del caballo, para lo cual logrará cruzar la única yegua que mantenía su tío con un viejo caballo ciego de gran pasado en la hípica, que se encuentra en los estables del padre de Cri-Cri. Será la primera gran aventura de su vida, en la que mantendrá la ayuda de Char e incluso su propio tío –que al enterarse de la acción de su nieto se disponía a pegarle una paliza-. Serán los preparativos para el debut de Sparkey en el mundo de las peculiares carreras de carruajes.
No creo que reste resumir la conclusión de HOME IN INDIANA, ya que su tramo final se centra en el terreno de la competición hípica, el descubrimiento del protagonista de la madurez y, sobre todo, atisbar a la persona que realmente ha de acompañarle en el futuro. Lo que sí importa en el film de Hathaway es su capacidad para recrear situaciones más o menos plácidas, bucólicas –los baños que los jóvenes viven en el lago-, e incluso secuencias que alternan su vertiente amable y divertida, con un alcance intimista y hasta emocionante –la entrega de regalos por parte de Sparkey a sus tíos y al viejo ayuda negro de la familia-.
Con la ayuda de una excelente fotografía en color –que fue nominada a un Oscar aquel año-, Henry Hathaway logra transformar lo que a primera instancia se erigía como un insustancial relato de ascendencia juvenil, en una crónica distendida, amable y delicada, del acceso a un determinado grado de madurez por parte de sus jóvenes personajes. En este sentido, instantes como el que describe el nacimiento del nuevo caballo están descritos con tal calidez y emotividad, que se erigen como referencia de ese grado de autenticidad que llega a expresar en la pantalla esta pequeña pero finalmente estimulante producción de la Fox. Una pequeña propuesta que gracias a la mano diestra de su realizador, logra despojarse de la inanidad que muestran sus pasajes iniciales, erigiéndose con voz callada en una crónica veraz y creíble de madurez, lucha y superación del ser humano.
Calificación: 2’5
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