THE MAN BETWEEN (1953, Carol Reed) Se interpone un hombre
Tras la insólita y atractiva experiencia de la adaptación de Joseph Conrad que ofrecía OUTCAST OF THE ISLANDS (El desterrado de las islas, 1952), da la impresión que el británico Carol Reed decidió replegarse en un terreno más conocido y familiar a la hora de plantear su siguiente película. No es de extrañar esta aseveración, en la medida que THE MAN BETWEEN (Se interpone un hombre, 1953) supone una especie de revisitación tardía, de los títulos más prestigiados que hasta entonces había firmado el posterior autor de OLIVER (1968). Me estoy refiriendo a dos de sus adaptaciones del universo literario de Graham Greene que suponen THE THIRD MAN (El tercer hombre, 1949) y la previa ODD MAN OUT (Larga es la noche, 1947). Conocida es la mítica que rodea el primero de los títulos citados, que yo no comparto pero tengo que poner en cuarentena, ya que el recuerdo que tengo del film en el que intervino Orson Welles es bastante lejano. Sin embargo, si que reconozco las excelencias y el perturbador romanticismo que preside la segunda de las películas citadas. En todo caso, frente al estatus del primero y la profunda vertiente trágica del segundo, hemos de reconocer que el título que nos ocupa no puede competir, aunque en todo momento pretenda seguir el sendero marcado por dichos referentes y, preciso es reconocerlo, su resultado final sea, cuanto menos, apreciable.
Estamos situados en un Berlín aún traumatizado por las consecuencias de la II Guerra Mundial. Su semblante urbano todavía se muestra marcado por los estragos de los bombardeos, inundándose sus calles de ruinas que torpemente intentan solventar unos ciudadanos embarcados en una ingente tarea, en la que además se aúna la división territorial que separa la ciudad occidental de la frontera oriental. Dentro de ese contexto de ruina, penuria, carestía y desconfianza generalizada, asistiremos a la llegada de la joven Suzanne (Claire Bloom) a la casa de su hermano Martín (Geoffrey Toone). Suzanne ha viajado desde Inglaterra con la intención de compartir unas semanas en casa de este, que se encuentra casado con Bettina (Hildegard Knef). Pese a que esta última la recibe con amabilidad en la estación de ferrocarril, muy pronto nuestra protagonista advertirá que algo se esconde entre ella. Acudirán las dos a la casa que mantienen en medio de un marco totalmente abatido por las ruinas –la estampa exterior que se ofrece de la misma es absolutamente fantasmagórica-, sucediéndose los detalles que permitirán sospechar el extraño juego que su cuñada está sobrellevando, ya que su hermano apenas aparece por casa, debido a su entrega en un hospital en el que trabaja sin descanso. La presencia de un extraño niño que discurre en bicicleta, las conversaciones furtivas que Bettina mantiene con ciertas personas en alemán, sus constantes giros en situaciones insospechadas –como en la cena a la que acude junto a Suzanne y su propio esposo-, serán constantes evidencias de algo oscuro que cada vez parece tener más relación con el constante emigrar de residentes del Berlín oriental hacia la zona occidental. Será el contexto en el que emergerá Ivo Kern (James Mason), en teoría amigo de Bettina, que muy pronto establecerá ciertos lazos de amistad con Suzanne. Aunque esta en principio se muestre reticente a ello, poco a poco se dejará llevar por el carisma y las atenciones que Ivo le dispensa, como si a través de su persona se revelara un nuevo modo de entender la existencia –algo que presume una vida anterior de esta bastante poco estimulante-. Pese a las reticencias de Bettina –quien con posterioridad revelará lo que anteriormente le unía a Kern-, e incluso a ciertas vivencias poco gratas de nuestra protagonista en el entorno de este sugestivo personaje, Suzanne no dejará de acercarse a él, aún conociendo que no es más que un oportunista dedicado a comercial con el traslado de personas del Berlín oriental al occidental.
Este supuesto handicap, a pesar de introducir a la recién llegada en un contexto de cierto peligro, permitirá que su existencia cobre una vitalidad hasta entonces ausente, encontrando en Ivo un asidero emocional que este inicialmente no deseará compartir, reconociendo en su modo de vida la imposibilidad de una relación estable y duradera. Pese a ello, ambos se internarán en una peligrosa aventura que les podría permitir a ambos huir de ese contexto de constante riesgo. A pesar de la creciente evidencia de un incierto augurio, se introducirán en una espiral que de alguna manera iluminará dos vidas necesitadas de unión y compenetración, aunque ello no suponga en último término más que un intervalo de sentimiento compartido dentro de un contexto de sordidez existencial. Con guión del experto Harry Kurtnitz, basado en una historia de Walter Ebert, dos son los elementos que proporcionan su mayor grado de interés a THE MAN... El primero de ellos –y es algo que el espectador observará desde el primer momento-, será la forma con la que el cineasta sabe transmitir en la pantalla el estado de un Berlín por completo asolado tras la conclusión de la II Guerra Mundial y la división de la capital en dos bloques. No se puede decir que sea el único título que haya acogido esta circunstancia –hay bastante de superiores cualidades que el que nos ocupa-. Pero, si más no, hay un esfuerzo bastante especial por parte de Reed de transmitir esa lúgubre fisicidad, que si bien tendrá matices un tanto caricaturescos –ese empeño en mostrar retratos de Stalin ubicados de manera casi cómica por cualquier rincón del lado oriental-, no es menos cierto que en otros momentos revestirá un notable impacto –pienso, sobre todo, en la ya comentada manera de mostrar al inicio la vivienda de los Mallison, ubicada en un entorno casi fantasmal, en medio de las ruinas de la ciudad-.
El otro elemento que brinda al film de Reed un apreciable grado de interés, se centra de manera lógica en la progresiva relación mantenida entre Ivo y Suzanne. Es algo que llegará al espectador desde el instante en que ambos comienzan a conocerse de hecho a partir del rapto que esta sufre por parte de cierto representante de oscuras organizaciones relacionadas con el traspaso de fugitivos de la zona oriental. La persecución que viven ambos –por más que en ella Reed incida de nuevo y de manera un tanto molesta en el uso de planos inclinados- y, sobre todo, la noche que vivirán escondidos en una vieja vivienda huyendo del acoso de la policía, permitirán a mi modo de ver los mejores momentos, acentuados por la ajustada y cercana planificación del realizador, centrada en los agudos diálogos y en la química que brindan unos espléndidos Mason y Bloom. En ese progresivo reencuentro de uno con otro, se centra el mayor grado de intensidad de una película que también ofrecerá un aspecto de interés en esa amistad sincera que se brinda por parte de Ivo al pequeño muchacho que, bicicleta en ristre, lo seguirá y ayudará en todo momento –magnífica la forma con la que Suzanne atisba la ausencia de Ivo a una cita incómoda para ambos, a través de las huellas que el muchacho deja con dicha bicicleta-.
Pese a estas cualidades, que en algunos momentos incluso alcanzan un notable grado de intensidad, lo cierto es que en THE MAN BETWEEN se atisba una cierta sensación de déjà vu, un acusado indicio por parte de Reed de rememorar éxitos pasados, lo cual en sí mismo no tendría nada de malo. Sin embargo, esa sensación se agranda al contemplar el escaso interés y el formulismo que adquiere la intriga, la escasa simpatía que desprende el personaje de Bettina, el nulo tratamiento que tiene el de Martín –sobre cuya relación de ambos se establecerá un apunte bastante artificioso, anulando el matrimonio que los une ya que la aparición de Ivo recuerda que esta estuvo casada previamente con este antes de que se le diera por muerto en su lucha de guerra aliado con los nazis-. Unamos a ello el apresuramiento con el que la película concluye, anulando la intención trágica que se pretende, y pareciendo que su final se rodó casi, casi de un día para otro, y se entenderá ese irregular pero ocasionalmente notable resultado final. De tal forma, el film de Reed bascula entre la frontera de un revisionismo ya un tanto caduco, y la muestra de sus capacidades para mostrar conflictos humanos desarrollados dentro de un contexto dominado por dificultades y estrecheces.
Calificación: 2’5
2 comentarios
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