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CINEMA DE PERRA GORDA

SULLIVAN’S TRAVELS (1941, Preston Sturges) Los viajes de Sullivan

SULLIVAN’S TRAVELS (1941, Preston Sturges) Los viajes de Sullivan

 “La risa es poca cosa, pero es mejor que nada en este mundo de locos”. Esa será la lúcida conclusión que el director de cine John Lloyd Sullivan (Joel McCrea) manifestará ante todo su equipo humano y de producción, cuando decida renunciar a la intención inicial de rodar un film que denuncie las desigualdades de la sociedad, dejando de lado su exitosa carrera como director de comedias. El proceso que marcará la evolución en el pensamiento e intención de nuestro protagonista –en el que de manera cristalina se identifica el propio Preston Sturges-, conformará el eje central de SULLIVAN’S TRAVELS (Los viajes de Sullivan, 1941), quizá no solo quizá la obra cumbre de su realizador –y, por ende, de la comedia cinematográfica de la década de los cuarenta- sino, sobre todo, uno de los films más originales y personales de su tiempo. Acostumbrado ya en aquellos tiempos a una desusada maestría en el manejo de los resortes espacio-temporales del guión cinematográfico, Sturges no dudó en la que sería su cuarta obra como director, asumir en ella un fuerte componente de reflexión personal en torno a la justificación que la necesidad de la risa, la comedia, la diversión en suma, como auténtica y necesaria terapia para combatir y sobrellevar con ella el caos del mundo cotidiano. Nos encontramos con una premisa revestida de enorme lucidez, pero el gran mérito de SULLIVAN’S... se centra, a mi modo de ver, en el equilibrio que tal propuesta alcanza en su articulación cinematográfica, en la capacidad de integrar en ella un alcance metalingüístico en el proceso de la propia creación, y la manera con la que se desarrolla su discurso, sin dejar que dicha vertiente ahogue en modo alguno la enorme capacidad inventiva que despliegan los matices de la propuesta.

 

Tras un inicio de asombrosa efectividad –la escenificación de una cruel pelea de dos individuos que se sitúan en la parte superior de un tren en pleno viaje-, muy pronto advertiremos de alguna manera el juego a que nos somete Sturges. En un primer término –y la secuencia posterior en la que se escenifica, en un único plano, la disputa de Sullivan con sus productores por su intención de crear una película que muestre un poderoso sustrato de denuncia social-, anunciará al espectador las intenciones de la película, pero por los resquicios de la misma –y la pericia de ese impactante inicio es buena prueba de ello-, a través de la aventura existencial buscada por el protagonista, Sturges intercalará en sus imágenes el virtuosismo que el gran director de la Paramount demostraba en su plena forma cinematográfica. A través de ello, el espectador asistirá a un recorrido de diversos de los diferentes subgéneros en que se manifestaba el drama fílmico. No solo este se centrará en un recuerdo a aquellos dramas de tinte social que caracterizaron ejemplos como HEROES FOR SALE (Gloria y hambre, 1933. William A. Wellman) o la previa I AM A FUGITIVE FROM A CHAIN GANG (Soy un fugitivo, 1932. Mervyn LeRoy). Cierto es que esta ascendencia resulta la más llamativa, pero no es menos evidente que la película intercala otras facetas de índole dramática que recuerdan líneas de argumento bastante explotadas en el contexto del cine norteamericano. Sin ir más lejos, el breve episodio del encuentro de Sullivan con dos maduras solteronas que lo acogen para intentar consolar a través de él su frustración sexual, la secuencia en la que el vagabundo que es atropellado por un tren tras agredir a nuestro protagonista, la manera con la que se describe la identificación del cadáver de este –al cual se confunde con Sullivan- o el largo primer plano sobre el rostro de Verónica Lake cuando se entera de la presunta muerte de este. Son facetas todas ellas que conformarán un tapiz de enorme riqueza, del que destaca sobre todo la precisión que el inspirado realizador supo poner en práctica a la hora de reproducir todas dichas vertientes integrándolos dentro de un preciso contexto de comedia o, mejor dicho, tragicomedia, ya que una análisis más o menos cercano de sus imágenes, nos revela que realmente su porcentaje como tal comedia es bastante reducido, dentro del conjunto que predomina en su metraje.

 

SULLIVAN’S... se desarrolla a través de esa propia originalidad en su configuración, una audacia cinematográfica que muestra uno de los extremos de modernidad que planteaba aquel contexto de riqueza en el cine norteamericano de inicios de los cuarenta, modernidad que bien podía estar secundada –y más reconocida que en cualquier otro ejemplo- por el Orson Welles de CITIZEN KANE (Ciudadano Kane, 1941) pero que también se podía manifestar en las profundamente renovadoras maneras que mostraron los realizadores que trasladaron a la pantalla las ideas del productor Val Lewton –Jacques Tourneur, Robert Wise y Mark Robson-. Dentro de ese ámbito de febrilidad creadora, Sturges emerge con una extraña poética que con probabilidad surge por la convicción que el realizador impone a su discurso, y que ya aparece en la fuerza que adquieren los propios y sencillos títulos de crédito que, punteados por un bello tema musical, nos llevarán hasta la impactante secuencia de apertura. Pero es que la misma concluirá teniendo como fondo esa misma sintonía que musicaba los primeros instantes del film, llegando a conmover al espectador al contemplar una casi interminable sucesión de rostros sonrientes, dentro de una de las conclusiones más memorables del cine norteamericano de su década.

 

Y es que, además de plasmar en su metraje ese discurso en defensa de la alegría y la diversión como auténtica terapia para la existencia, SULLIVAN’S... destaca por la combinación de momentos de comedia –algunos incluso decididamente slapstick; la carrera de la caravana cuando Sullivan huye en un auto con un muchacho-, o la capacidad metalinguística que tiene para mostrar secuencias, episodios y facetas populares dentro del propio engranaje fílmico. Es por ello, que siendo el film de Sturges una de las muestras más relevantes del subgénero “cine dentro del cine”, también es cierto que deviene la más atípica de todas ellas. Atípica ante todo por huir de cualquier faceta autocomplaciente, de la cita cinéfila –la referencia a Lubitsch o Frank Capra es quizá la única excepción-, y por plantear la experiencia de Sullivan en ámbitos y contextos bastante utilizados como referencias cinematográficas, pero que al mismo tiempo se encuentren muy lejos de la vida diaria hollywoodiense. En esa capacidad para integrar en su película no pocas situaciones y contextos habituales en el drama fílmico, lograr ofrecerlo además en el contexto de una comedia, y al mismo tiempo en su confluencia, plantear una clara apuesta por el grado de entertaintment que caracteriza la producción emanada por los estudios, se encuentran algunos de los elementos más memorables de la película. Una producción que sabe mostrarse incluso revolucionaria en su combinación de episodios cómicos con otros absolutamente dramáticos, que no olvida de mostrar un impagable gag visual al mostrar la tumba del hipotético Sullivan, insertando la cruz de la misma en forma de Oscar con los brazos separados, y sucediendo a ello la traumática expresión de que el supuesto muerto, en realidad está cumpliendo condena a trabajos forzados.

 

Después de un tiempo allí encerrado, sufriendo la crueldad del capataz de la prisión, llegará un momento en el que, casi literalmente, afirmará, ante su amable ayudante de carcelero: “Tengo que encontrar un buen final para mi historia”. Nueva referencia metalingüística en una película en la que además destaca la espléndida vertiente coral. Una amplia galería de secundarios, entre los que se encuentran varios de sus intérpretes habituales, logrando con todo ello un film admirable, atrevido, divertido en algunos momentos, cruel en otro y, sobre todo, inclasificable en su configuración final. No importa si se trata de una comedia con múltiples elementos de drama, un drama con apuntes de comedia, o un film de “mensaje” en torno a la búsqueda del optimismo del ser humano como necesaria vitamina para el discurrir de sus vidas. En cualquiera de estas u otras vertientes, no cabe duda que SULLIVAN’S TRAVELS supone una de las obras más valientes, lúcidas y renovadoras, con que se encontró el cine norteamericano de su tiempo. Y para entender hasta que punto su influencia pudo tener en el cine USA posterior, creo que pocos se han planteado que probablemente Edgar G. Ulmer retomara los personajes encarnados por McCrea y Verónica Lake, para definir la extraña y fatalista pareja protagonista de la admirable DETOUR (1945). En ese encuentro casual de los primeros en un pequeño establecimiento, donde la muchacha invita a ese Sullivan ya ataviado como un desarrapado, se encuentran a mi modo de ver las referencias que Ulmer quizá decidió volver a presentar en su pesadillesca odisea dentro del ámbito del cine noir de serie B de la PRC.

 

Reflexión sobre la importancia de la diversión, revolucionaria manera de hacernos asistir a un recorrido que tuviera diferentes paradas por otros contextos genéricos transitados en el cine de su tiempo, lúcida en el manejo de su mensaje social –que no excluye e incluso adelantándose a Buñuel, la inutilidad de la caridad practicada por Sullivan para intentar corresponder a esas gentes sin recuersos con las que ha convivido-, lo cierto es que también en su metraje hay momentos en los que el espectador llega a sentirse conmovido. Lo manifestará en los planos finales ya señalados, pero también lo hará en ese casi descenso a los infiernos que vivirán Sullivan y la joven muchacha, recorriendo estupefactos todos los lugares donde la sociedad reúne mediante guettos a los más desfavorecidos, o incluso en la dureza que el propio director recibe en un maltrato como ser humano, que le llevará a un injusto juicio y una condena por completo desproporcionada.

 

SULLIVAN’S TRAVES es, prácticamente, una obra maestra. Un film de asombrosa modernidad pero, al mismo tiempo, podríamos considerarla como una comedia de sonrisa congelada. Y es que en ella, pese a que confluyan con armonía los apuntes cómicos e incluso satíricos, no es menos perceptible el hecho de que sus imágenes se inserten en una desacostumbrada mirada a los desfavorecidos. Siguiendo, en este sentido, el sendero que ya marcara previamente el inolvidable Charles Chaplin –una figura que en algunos momentos despliega su sombra en esta película-, lo cierto es que la combinación de elementos que Preston Sturges logró combinar en esta su obra más lograda y personal, confirmaron no solo sus facultades para la comedia más o menos satírica, sino que en su figura se incardinaba a un auténtico humanista, así como un estilista de primera magnitud dentro del contexto cinematográfico de inicios de los años cuarenta.

 

Calificación: 4’5

3 comentarios

Feaito -

Todo lo que puedo decir es: excelente crítica y análisis; captura completamente la esencia de esta película.

nike shox saya -

Patience is most bitter, yet most sweet the fruit it birth

Xavier Sans Ezquerra -

EL PRESTON STURGES DE SULLIVAN´S TRAVELS PROS Y CONTRAS:
Referente de muchos directores,(ver Un Mundo Perfecto de Clint Eastwood, y Oh Brother! de los Coen); al mismo tiempo hace homenajes a Chaplin (Modern Times), a John Ford (Las Uvas de la Ira),a ALELUYA de King Vidor, a Capra, a Lubitsch, anque para hilvanar la estructura episódica del film recurra a la trampa de guión de la casualidad,-el vagabundo que le roba los zapatos a Sullivan resulta ser el mismo que un poco mas y le mata para robarle en el último tércio del film-.

Eso no le quita grandeza a una película, que ha envejecido mal, que es demasiado cerebral, demasiado estudiada,y cuyos dos interpretes principales no son los mas adecuados, tanto Lake como McCrea son muy sosos; esta película con Cary Grant y Katharine Hepburn se hubiera unificado mucho más.

Por lo demás es maravillosa, irrepetible. Con una fotografía impresionante en B/N y unos secundarios en estado de gracia, destaco el Vallet de Chambre Eric Blore y al mayordomo Robert Greig.