OPERATOR 13 (1934, Richard Boleslawski) La espía nº 13
El destino o la casualidad me ha hecho acercarme a dos títulos, rodados con una distancia no excesiva de tiempo entre ellos –apenas seis años-, que abordaban una temática bastante similar. Me estoy refiriendo con ello a VIRGINIA CITY (Oro, amor y sangre, 1940. Michael Curtiz) y también a OPERATOR 13 (La espía nº 13, 1934), con la que el ruso Richard Boleslawski dio buena prueba de su talento visual, aunque se tuviera que plegar al look de un estudio como la Metro Goldwyn Mayer. En esa dicotomía, nos encontramos ante una curiosa y por momentos atractiva mezcla de relato histórico, drama romántico y comedia, que brinda al realizador una oportunidad para demostrar su singular capacidad para la mixtura de géneros, que le permitió el logro de títulos quizá nunca redondos, pero que puede que en su conjunto permitiera una aportación que aún a los espectadores de nuestros días queda bastante incompleta.
Espoleada por una antigua amiga suya -Eleanor (Jean Parker)- que ejerce hace tiempo como espía para el ejército de la Unión, la actriz Gail Loveless (Marion Davies) decide unirse a las fuerza que comanda un acosado Lincoln –aspecto en el que influirá haber perdido a un hermano a dicha lucha-. En el desempeño de dichas funciones, Gail se trasladará hasta Virginia, donde se camuflará como una joven de color, lo que le permitirá ejercer sus labores en pleno campamento sudista. Lo que no podrá evitar es que entre sus componentes conozca al joven, apuesto y carismático capitán Jack Gailliard (Gary Cooper), de reconocido prestigio ejerciendo las mismas funciones de espía que nuestra protagonista, aunque con diferentes métodos. Poco a poco, y junto a la contundencia y efectividad de su labor, Gail irá atisbando las consecuencias de llevar a cabo la misma –facilitará el estallido de una cruel batalla que destrozará la felicidad de una boda e incluso la propia culminación de dicha pareja-. Será el punto de partida de una visión más desencantada de la crueldad de la guerra, que no evitará que tenga que retornar a territorio de la Unión, no sin antes tener que salvar a Eleanor de una condena a muerte al haber sido detectada en su labor como espía. Una vez regresados a sus territorios y pese a su reticencia, Gail será forzada a ejercer nuevamente como espía al ser sustituida como la supuesta hija de un destacado seguidor de la causa sudista. Para ello olvidará su caracterización mestiza, adquiriendo su imagen habitual y volviendo a encontrarse con Gailliard, con quien de manera ya abierta iniciará un romance compartido por este. Será una inflexión en la que la ofensiva de la Unión forzará a descubrir en el sudista la verdadera faz de la mujer a la que ha amado. Llegado ese momento, el desconcierto se adueñará de él, viendo en Gail –hasta entonces bajo un nombre supuesto- a una traidora en sus sentimientos, aunque muy pronto la actuación de esta le haga comprender la sinceridad de estos.
En todo momento, OPERATOR 13 muestra bien a las claras el contraste entre las intenciones plásticas de su realizador y el marco de producción de la Metro, que en algunos momentos parece preludiar que nos encontremos ante un precedente de GONE WITH THE WIND (Lo que el viento se llevó, 1939. Victor Fleming). Está claro que Boleslawski era un realizador con notables inquietudes plásticas, y es algo que se manifiesta de manera muy clara en las composiciones visuales que muestran los primeros instantes de la película. Unos planos de escasa duración y contundente articulación, que logran transmitir de manera expresiva y casi pictórica el dramatismo del enfrentamiento en la guerra civil norteamericana. Será un prólogo que culminará con la sombra de una gigantesca bandera norteamericana ubicada sobre el rostro de Lincoln, ante una multitud que cuestiona su liderazgo. A partir de ese inicio, la película sortea con habilidad esa mixtura de género, e incluso la presencia de la Davies ya en su periodo de decadencia. Poco a poco, su discurrir oscilará entre las concesiones a esa ampulosidad propia del estudio –que delimitan los elementos más prescindibles e incluso kitsch de la función, y que tendrían su exponente más claro en los instantes previos a esa boda frustrada, caracterizada por la exhibición de figuración y vestuario-, y los intentos del realizador por formalizar composiciones visuales llenas de atractivo. Es algo que se manifestará en numerosos instantes y, en definitiva, lograrán articular ese discurso que, en última instancia, trasladará la película, en torno al horror de la guerra, y la voluntad de superación de la tremenda situación que hasta ese momento desgarraba la vida norteamericana. Boleslawski se esfuerza en utilizar todos sus recursos –incluyendo en ellos curiosas cortinillas- articulando su inclinación para mostrar composiciones visuales dominadas por el artificio, que en algún momento podrían tener ecos del cine de Sternberg. Es en ese terreno, el de una relativa irrealidad elaborada dentro de un contexto histórico, en donde podemos encontrar el caudal de plasticidad y atractivo que ofrece este OPERATOR 13 que, de manera sorprendente, culmina de forma abrupta, contradiciendo de alguna manera el espíritu que ha seguido su discurrir hasta entonces, y que bien pudiera proceder de alguna anomalía en el rodaje de sus últimos minutos.
En cualquier caso, y aún reconociendo la medianía de su alcance, justo es reconocer los valores parciales que ofrece la película comentada, en la medida de resultar un exponente más de la extraña personalidad de un realizador digno de un análisis más cercano.
Calificación: 2’5
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