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CINEMA DE PERRA GORDA

THE PRODIGAL (1955, Richard Thorpe) El hijo pródigo

THE PRODIGAL (1955, Richard Thorpe) El hijo pródigo

Contemplar las imágenes de THE PRODIGAL (El hijo pródigo, 1955. Richard Thorpe), es adentrarse de lleno en uno de los subgéneros más temibles que generó el cine norteamericano; el denominado “de estampita” o ascendencia bíblica. Una vertiente temática que justo es reconocer estuvo presente en Hollywood desde el propio periodo silente –títulos como la primera versión de BEN-HUR (1925, Fred Niblo), o la posterior NOAH’S ARK (El arca de Noé, 1928. Michael Curtiz) son buena prueba de ello-, pero que conoció una popularidad inusitada a través del éxito que obtuvo la 20th Century Fox con THE ROPE (La túnica sagrada, 1953. Henry Koster). Una apuesta personal del astuto e inteligente Darryl F. Zanuck, quien incorporó a esa nueva –aunque apolillada- versión de estos temas bíblicos, la invención del nuevo sistema CinemaScope, mucho lujo y producción... y también una ampulosidad, retórica y conservadurismos dignos de mejor causa. Durante años se sucedieron exponentes de esta tendencia, de los que personalmente solo destacaría la apuesta de Howard Hawks con LANDS OF THE PHRAOHS (Tierra de faraones, 1955) y, precisamente, uno de los más vilipendiados, pero más curiosos en su expresión visual; THE SILVER CHALICE (El cáliz de plata, 1954. Victor Saville). No sería a mi modo de ver hasta SPARTACUS (Escpartaco, 1960. Stanley Kubrick), cuando este subgénero llegaría a su cenit de calidad y explotación de sus posibilidades.

 

Y si antes citaba a ese film del británico Saville, que supuso el debut en la pantalla de un Paul Newman que durante toda su vida –y  a mi modo de ver sin justificación- renegó del mismo, es por que la huella de la estilización visual que en aquella ocasión se adueñaba de un argumento tan banal como de costumbre en este subgénero, se traslada a esta –digámoslo ya- mediocre película, en la que de manera sorprendente se implicó el “hombre para todo” que fue Richard Thorpe, artífice de productos aún peores que este, pero también de otros mejores. Más allá de su carencia de interés, lo cierto es que THE PRODIGAL ofrece un relativo desmarque de otros exponentes de esta tendencia, lo cual si bien no redimen la insustancialidad de su resultado, al menos proporcionan unos pequeños alicientes que impiden que el sopor se adueñe de la función.

 

Una voz en off nos anuncia que THE PRODIGAL va a trasladar a la pantalla la célebre parábola bíblica del hijo pródigo, representada en el cambio de mentalidad que se produce en el joven Micah (Edmund Purdom), hijo de una respetada familia judía, devoto de su fe en el Dios de Moisés, y a quien su padre está a punto de desposar con la joven Ruth (Audrey Dalton). Será un matrimonio que el muchacho acoge con resignación y respeto –él siente verdadero cariño por la muchacha-, aunque sienta en su interior que con ella no se producirá la expresión física y/o suprema del amor. Persona temperamental, Micah salvará en un viaje a Damasco de una muerte segura al joven esclavo mudo Asham (James Mitchell), quien al parecer era un elemento especialmente detestado por el tirano Nahreeb (Louis Calhern). Esta defensa puntual será el detonante de una especial animadversión hacia Micah, a quien intentará tentar de alguna manera para lograr que renuncie a su religión y abrace el politeísmo que él regenta. Este se negará en todo momento, aunque llegados a un punto su seguridad se pondrá en entredicho al contemplar en plena acción a la suma sacerdotisa de dicha religión; Samarra (Lana Turner). Será para nuestro arrogante y noble protagonista su auténtico talón de Aquiles, encontrando en su erotismo y sensualidad esa capacidad de fascinación que hasta entonces permanecerá ausente en su futura esposa. El deslumbre en su personalidad que le brindará el descubrimiento de la suma sacerdotisa –que ejerce como sofisticada prostituta aceptando cuantiosos donativos ofrecidos a sus dioses-, será astutamente utilizado por Nahreeb, quien verá en esa fascinación un motivo para cristalizar su venganza humillando a ese Micah que ha osado desafiar su poder y significación en su territorio.

 

Como se puede comprobar, THE PRODIGAL responde punto por punto a todo aquello que ofreció en aquellos años este tipo de cine, tan periclitado en nuestros días. Lujosos ropajes, personajes de cartón piedra, mucha barba y atrezzo, declamaciones a modo de sentencias, la utilización de prestigiosos actores de carácter que prestan el engolamiento propio de cualquier producción teatral, unidos en este al servilismo del hipotético atractivo y carisma de Lana Turner que, bajo mi punto de vista, fracasa a la hora de brindar el retrato de una diosa de la sensualidad, revestida repentinamente de un sentimiento de amor hacia el joven Micah.

 

Declamaciones y sentencias, en las que sus actuantes lucen vistosas e inmaculadas túnicas, aviesos villanos y moralismos de origen bíblico. Nada nuevo bajo el sol de este tipo de cine tan trasnochado hoy como en el momento en que fue diseñado, pero que precisamente en la distancia que le proporciona el paso de más de medio siglo, ofrece un menguado interés, que impide que la contemplación de sus imágenes constituya una tortura –aunque secuencias como la del sacrificio de Samarra ante la turba rebelada y enfurecida ante ella, puedan incluirse sin temor a equivocarnos entre las más insípidas y lamentables del cine norteamericano de su tiempo-. Un moderado atractivo que proviene de los tonos apastelados de su fotografía –obra de Joseph Ruttenberg- y la dirección artística que esgrime su metraje, especialmente atractivo a la hora de mostrar los exteriores e interiores de la acción desarrollada en Damasco. Será un aspecto que tendrá una relativa potenciación con la elegancia e incluso pertinencia con la que Richard Thorpe utiliza la grúa, despojando su presencia de la general ampulosidad con que dicho recurso es esgrimido en este tipo de películas. Unamos a ello la singularidad del breve episodio que enfrenta a Micah en su traslado como presunto cadáver al denominado “pozo”, en donde convivirá con un enjambre de esqueletos y será atacado por un gigantesco buitre. Se trata, con todo, de una idea no suficientemente desarrollada ni en sus componentes macabros ni en la resolución del episodio –Micah aparece huido del recinto tras la lucha con el buitre, cuando hemos visto que allí rondan varios más y se encuentra en un abismo de gran altura-, pero que parece anticipar las cercanas aventuras filmadas muy pocos tiempo después por la Columbia bajo la égida de Ray Harryhausen.

 

Pero más allá de estos rasgos, hay dos elementos concretos que me gustaría destacar en esta ilustre aunque no irritante mediocridad que ofrece THE PRODIGAL. El primero es la única idea cinematográfica que se muestra tras la despedida de Micah con la que iba a ser su esposa. Tras el adiós, esta deja en libertad la paloma que su novio le había regalado, volviendo el animal con ella, y preludiando ese inevitable regreso que se producirá al final de la función. El segundo, es el insólito apunte gay que ofrece ese barbero que atusa a Micah cuando se encuentra en prisión, antes de provocar su muerte aparente, permitiéndose piropear a este. Ese mismo personaje no dudará, llegado el momento de ser liberados todos los presos en la revuelta final, en matar a un guerrero ¡apuñalándole por el trasero! En definitiva, incluso en productos tan previsibles y codificados como este, aparecían detalles y apostillas que, con el paso del tiempo, resultan tan sorprendentes como degustables, haciendo más llevadera la insustancialidad del conjunto.

 

Calificación: 1

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