ABOVE SUSPICION (1943, Richard Thorpe)
En el seguimiento de la extensísima filmografía de Richard Torpe abundan los títulos dominados por la corrección y, por que no decirlo, la grisura. Pero junto a ellos, conviven en ocasiones películas merecedoras de interés. Es algo que se alterna quizá no con la frecuencia deseada. Cierto es también que pocos disponemos de un conocimiento lo suficientemente representativo de la misma para poder hablar con propiedad de esa cierta falta de ambición que presidió la abultada obra. Independientemente de todo ello, no podemos por menos que advertir la gratísima sorpresa que supone ABOVE SUSPICION (1943), ya que no solo la puedo situar con facilidad entre lo más brillante que he contemplado de Thorpe –no hay mucha competencia en ello- sino, sobre todo, una estupenda propuesta de cine de suspense.
Cualquiera que haya contemplado su resultado, esta atractiva producción de la Metro Goldwyn Mayer bien podría haber surgido de la mente de Alfred Hitchcock. Lo cierto es que su eficacia y su casi constante brillantez, viene dado por varios factores muy claros. Por un lado la confluencia de un férreo guión, que alberga junto a la precisión en sus constantes giros, el perfecto ondear en su faceta de suspense y los apuntes de comedia, que se insertan y enriquecen de manera constante. Algo que por momentos nos retrotrae a exponentes que el maestro británico había practicado con creciente acierto en su periodo británico, con argumentos propios de Sidney Gilliat o Charles Bennett. Unamos a ello su lograda atmósfera, en la que incluso convenciones como el rodaje de secuencias de exteriores en decorados de estudios o el uso de transparencias, proporcionan un inesperado atractivo suplementario. Son cualidades a las que, en última instancia, cabe añadir la inspirada puesta en escena de un Richard Thorpe decidido a extraer el máximo rendimiento de los materiales que pusieron a su disposición. Por momentos, podríamos caer en el simplismo de considerar que nos encontramos ante un acierto de productora –no olvidemos que poco tiempo atrás la propia Metro había lanzado otro títulos de similares características, aunque de sustrato más dramático, como ESCAPE (1940, Mervyn LeRoy). Sin embargo, a poco que se preste atención a su desarrollo, se podrá percibir ese esmero de realización, que Thorpe exterioriza con un impecable uso de la grúa, la dirección de actores, esa ya señalada atmósfera de suspense, la descripción y comportamiento de sus personajes, la oportuna inserción primeros planos de algunos de ellos en sus instantes más tensos o, en definitiva, dinamizando un relato en el que cada giro no solo permite que el interés no decaiga sino, ante todo, enriquezca todo lo vivido, prolongando en todo momento su grado de atractivo.
La película se inicia con la boda del profesor de la Universidad de Oxford, Richard Myles (Fred McMurray) con Frances (Joan Crawford). Su rápido viaje y el desvío de la ruta inicial de su luna de miel, no les impedirá ser captado por Peter Gail (Richard Ainley) amigo de Richard y miembro del gabinete de Asuntos Exteriores. Nos encontramos en 1939 y se conocen las acciones de la Alemania de Hitler, en cuyo entorno ha desaparecido un contacto británico que posee la fórmula de un artefacto bélico que podría utilizarse en contra de los británicos –el clásico mcguffin-. Por ello encargará al recién casado profesor, que realice en calidad de turista la misión de localizarlo, atendiendo a la aparente condición de turistas de la pareja. Será el inicio de una azarosa andadura que se iniciará en Paris y pronto se trasladará hasta Salzsburgo, en Alemania, utilizando para ello el contacto de un sombrero con una ostentosa rosa roja portado por Frances, y tomando como insólito referente una insólita canción que alude a dicha circunstancia. De manera casi incesante, nuestros protagonistas irán descubriendo personajes que en líneas generales esconden su realidad, como el librero encarnado por Felix Bressart –que también aparecía en la mencionada ESCAPE- que en su polvoriento negocio trasladará una pista a la pareja, antes de huir por medio de un pasadizo al llegar una pareja de oficiales nazis. O como el extraño joven –Thornley (Bruce Lester), uno de los roles más intensos de la función-, aficionado a la música, al que han torturado hasta la muerte a un familiar, y que se vengará en un concierto asesinando a un jerarca nazi, en un fragmento magnífico, que parece sacado de THE MAN WHO KNEW TOO MUCH (El hombre que sabía demasiado, 1934. Alfred Hitchcock). o incluso con el antiguo compañero de universidad del protagonista, Sig von Aschenhausen (Basil Rathbone), de quien desde el primer momento –y unido a las propias características del actor- intuimos una extraña ambigüedad, que poco a poco se irá ratificando, al ir emergiendo sus auténticos y siniestros perfiles.
Richard Thorpe dirige con una extraordinaria soltura un relato que va desprendiéndose paulatinamente de los perfiles amables e incluso divertidos de sus primeros compases –esa secuencia en un extraño club parisino, donde la pareja tendrá que interpretar una canción a modo de “prueba iniciática”-, para ir adentrándose en una espesa atmósfera, en donde el peligro, la amenaza y la ambivalencia van extendiéndose casi sin tregua, al mismo tiempo que una sucesión de incidencias engarzadas con especial acierto. El aprovechamiento de las secuencias de interiores –magnífico diseño de producción-, la agilidad en los movimientos de cámara de la que hace gala la función, episodios tan brillantes como el que tiene lugar en el teatro, con el concierto de List, que culminará con el asesinato de responsable nazi, o las secuencias que tienen lugar en los páramos alemanes, que tienen una extraña similitud con los relatos basados en adaptaciones del célebre personaje creado por Sir Arthur Conan Doyle, protagonizados por el –curioso detalle- mismo Basil Rathbone. Esa atmósfera de misterio “de biblioteca”, será quizá el rasgo más relevante que, en última instancia, trasmite una película que puede presumir de no sufrir baches narrativos, de la creciente espesura de su discurrir y, sobre todo, por suponer no solo una inspirada muestra de trabajo en equipo, coordinada por un realizador entregado sino, ante todo, una muestra más de que en aquel tiempo, incluso en el estudio más conservador –en todos los sentidos- de Hollywood, se rodaron títulos interesantes y, aún hoy día, llenos de frescura.
Calificación: 3
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