BLACK HAND (1950, Richard Thorpe) [La mafia de la mano negra]
No cabe duda que dentro de la andadura del noir, o de las múltiples derivaciones y variantes desplegadas en sus años de mayor esplendor, se esconden títulos o singularidades, que más allá de su mayor o menor grado de alcance, merecen ser tenidas en cuenta por esa misma singularidad que representan. Dentro de dicho contexto, y más allá de su relativa eficacia, BLACK HAND (1950, Richard Thorpe), aparece como una pequeña producción de la Metro Goldwyn Mayer, que destaca precisamente por una de las escasas producciones –al menos que yo conozca-, que desarrolla su argumento, en base al tratamiento de los orígenes de la presencia de la mafia italiana, a partir de la llegada de emigrantes a las grandes urbes de la costa este norteamericana. Así pues, nos encontramos en los primeros pasos del siglo XX, contemplando por un lado la miseria de los suburbios en los que se encuentra esa inmigración italiana, que poco a poco va sufriendo el acoso de la denominada Black Hand, un grupo mafioso dedicado a extorsionar a sus conciudadanos, y que en realidad no son más que delincuentes huidos de suelo italiano, para evitar allí las consecuencias de la justicia de su país. Con un agilidad y atmósfera poco frecuente en un cineasta tan formulario como Thorpe, la película se iniciará con un fragmento dominado por su densidad, que describirá el intento de rebelión del ya maduro Roberto Columbo (Peter Brocco), padre de familia dispuesto a colaborar con la policía, para desmantelar el asedio de esta siniestra organización. Sin embargo, caerá víctima de una emboscada, sin saber que dos de sus sicarios se han adelantado, e incluso han suplantado la personalidad del agente con el que iba a contactar, apuñalándolo –el instante en que aparezcan estos y muestren el cadáver ensangrentado, es realmente impactante-. La familia Columbo quedará despedazada, trasladándose la acción a 1908, cuando el adolescente Johnny se ha convertido en un curtido joven –encarnado por Gene Kelly, en una esforzada composición, que sin embargo aparece como uno de los flancos más débiles del relato, en su carencia de la fuerza necesaria para encarnar este personaje-. Este ha estado viviendo en Italia, retornando a New York y al entorno en el que vivió los primeros años de su vida, sobre el que le aparece el recuerdo del crimen de su padre.
Será ese, a ciencia cierta, el nudo gordiano de BLACK HAND. El creciente interés de Johnny de desarticular a una organización poderosa, que comprueba sigue sojuzgando a esa minoría italiana de la que ha formado parte, manteniendo en su interior un claro deseo de vengarse de la muerte de su padre. Para ello conservará una navaja, y también intentará aunar voluntades, para conformar un colectivo que se aglutine en contra de los desmanes de la Black Hand, ayudado por el veterano comisario Louis Lorelli (magnifico J. Carrol Naish). Asimismo tiempo, Johnny irá acrecentando su relación con la joven Isabella (Teresa Celli), que se erigirá en su mayor apoyo. Sobre todo, cuando la ofensiva de Johnny empiece a levantar la atención de los dirigentes del colectivo mafioso, que no dudarán en extorsionar a los convecinos, e incluso presionar con la violencia, cuando se convoque la primera asamblea, al objeto de consolidar la organización que se oponga a la organización mafiosa. Así pues, en medio de una casi irrespirable lucha en dicho contexto urbano, Lorelli planteará la posibilidad de viajar hasta Italia, al conocer el indicio que avala el hecho de que los mafiosos en realidad huyeron de las responsabilidades penales de su país de origen. Esa circunstancia resultará determinante para poder sembrar las semillas que contrarresten el acoso de los mafiosos, aunque estos puedan con la vida del veterano comisario, o se encuentren a punto de acabar con la de Johnny.
Si algo destaca en BLACK HAND es, sin duda, el acierto que alcanza a las hora de describir ese mundo abigarrado, populista, extrovertido y al mismo tiempo lleno de limitaciones, del contexto inmigrante italiano en la Norteamérica de finales del siglo XIX y principios del XX. La película describe una ambientación creíble y sombría, dentro de una oscilación que podría traernos ecos del cine silente, o por otro lado adelantar determinadas producciones televisivas de principios de los sesenta. Esa clara sensación de asistir a una serie B, beneficia un conjunto, del que muy probablemente se aprovechó escenografía de títulos precedentes del estudio, y que irradian una extraña y perturbadora sensación, que se eleva por encima de sus convencionalismos argumentales, teniendo en cuenta además, que nos encontramos con una de las escasas ocasiones –que yo conozca-, que en el ámbito del noir se describa un universo alejado de las coordenadas temporales, habituales en el mismo.
A ello, cabe añadir la constatación de un Thorpe que se muestra ágil en su trabajo tras la cámara, sabiendo potenciar esa aura oscura y siniestra que esgrime el conjunto del relato. Así pues, emergiendo sobre sus convenciones, lo cierto es que podemos asistir a secuencias notables, como la angustia y el suspense que se describe cuando se va a iniciar la asamblea inicial de aquellos que se asocian contra la mafia, esperando la llegada de Johnny, que finalmente legará inesperadamente, tras recibir una brutal paliza –el inserto de la pierna rota y desencajada deviene brutal-. Los tensos instantes en que ese matrimonio de comerciantes se muestra nervioso y renuente a colaborar con Johnny, tal y como antes le habían prometido, escondiendo el secuestro de su hijo. Las presiones que recibe ese viejo testigo, que finalmente decidirá dar el paso adelante, pese a las amenazas que se le lanzan desde la propia sala. El asesinato de Lorelli en tierras italianas, tras una persecución nocturna, logrando in extremis tirar en el buzón las pruebas que desea enviar hasta tierras americanas. O, en definitiva, ese capítulo final, con Johnny entregado para poder salvar al pequeño hermano de Isabella, y dispuesto a su inmolación, aunque finalmente revele su ingenio, dentro de un episodio dominado por lo sórdido, dan la medida de esta pequeña pero nada desdeñable producción de la Metro, dominada por secuencias nocturnas, siniestras y recargadas, en la que desde su primera aparición, destacará la presencia amenazadora e inquietante de Marc Lawrence.
Calificación: 2’5
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