GRIP OF THE STRANGLER (1958, Robert Day)
El cine de terror británico estaba por complete revolucionado en 1958. El éxito comercial logrado el año anterior por Hammer Films con THE CURSE OF FRANKENSTEIN (La maldición de Frankenstein, 1957. Terence Fisher), posibilitó que los parámetros del cine popular vieran una auténtica mina en la reformulación de un filón, que contaba a su favor con una determinada solera en sus propias pantallas. A raíz del éxito logrado en las producciones de Hammer, otros estudios de mucha menor entidad se sumaron a esta “resurrección” del género, que se extendería no solo a Estados Unidos, sino a países como Italia. Dentro de dicho contexto, es bastante lógico que en aquella coyuntura proliferaran títulos, que en algunas ocasiones captaban para su reclamo comercial la presencia de conocidos referentes del género ya veteranos y en horas bajas. GRIP OF THE STRANGLER (1958, Robert Day) es uno de dichos exponentes, dentro de una producción de la Amalgamated, que aparece en su formulación como una extraña mixtura entre el Dr. Jekyll & Mr. Hyde de Robert Louis Stevenson, y –en menor medida- títulos míticos en la trayectoria del propio Karloff, como pudiera ejemplificar el lejano BEDLAM (1946, Mark Robson). Todo ello incorporando una serie de elementos arquetípicos de dicha iconografía, confluyendo en un producto en el que aspectos interesantes se dan de la mano con otros chirriantes, echándose de menos la presencia tras la cámara de otro realizador más entregado que el siempre gris Robert Day.
Nos encontramos en la Inglaterra victoriana de la segunda mitad del siglo XIX. En los exteriores de una prisión llena de lugareños se va a proceder a la ejecución de Edward Styles, acusado de ser el denominado “estrangulador de Hymarket” tras asesinar a cinco jóvenes. La ejecución se cumple discurriendo hasta veinte años, en donde la acción del film se retoma en la figura del veterano escritor James Rankin (Boris Karloff). Este devuelve a la actualidad el aún recordado caso criminal manteniendo la convicción de que Styles fue inocente, e intentando con ello demostrar una teoría que avalara una acción de la justicia revestida de mayor humanismo. La tarea le integrará en una espiral que de manera paulatina irá adquiriendo tintes peligrosos y sombríos, ya que la misma dejará al descubierto un lado oculto de la personalidad del civilizado y amable Rankin, amén de resucitar de alguna manera la estela asesina de aquel lejano estrangulador.
GRIP OF THE STRANGLER se inicia de manera atractiva. La secuencia pregenérico ofrece una descripción del preludio de la ejecución de Styles. Pese a una cierta carencia de figuración, y gracias sobre todo a una voluntad de veracidad, así como la fuerza que imprime a la película el estupendo blanco y negro fotográfico ofrecido por Lionel Banes –uno de los grandes activos del film-, el espectador se interesa en los prolegómenos mostrados, que tendrán una adecuada plasmación en la forma en la que se muestra el destino del cadáver –es cubierto en el ataúd con cal viva- y enterrado en tierra, dejando que pase el tiempo con la presencia de hierbas y maleza sobre la misma, y describiendo de esa manera el paso de las dos décadas con las que de hecho se inicia el epicentro argumental. A partir de ese comienzo, el film de Day se establece como un relato nunca apasionante pero tampoco rechazable del todo, en donde se establecen diversos senderos jamás aprovechados, que con un mayor trabajo argumental y también de puesta en escena, hubieran permitido un resultado de mucha mayor consideración. Pero las películas hay que valorarlas en lo que estas ofrecen, y Robert Day –en esta ocasión en los primeros pasos de su carrera- nunca fue un realizador dotado ni de especial inventiva, ni tampoco de una capacidad para ofrecer una puesta en escena marcada por la intensidad de sus secuencias. Todo ello es algo que se manifiesta en todo momento en esta discreta película, que se configura como una serie B en la que ese rasgo si apunta ciertas limitaciones de producción, en la que el elemento que más interés podría ofrece a su trazado es desechado; la huella que en todo ser humano deja su pasado, el determinismo que puede ofrecer el lado oculto de cualquier personalidad. Es algo que representa ese veterano escritor, cuya obsesión por implicarse en un hecho del pasado no supondrá más que un inesperado reencuentro con su propio yo. Por desgracia, ese planteamiento no se encuentra en absoluto tratada en profundidad, en una película que funciona por la atmósfera que desprende su ambientación en blanco y negro, algunas secuencias que entroncan con la iconografía del cine de terror –las visitas al cementerio y la tumba de Stykes; el breve episodio encuadrado en el manicomio- y una planificación si mas no, al menos eficaz, que unido a una duración que no alcanza los ochenta minutos, permite que la película alcance esa cierta eficacia, que supongo era el objetivo prioritario de cuantos auspiciaron el proyecto.
Lo curioso de GRIP OF THE… reside en esa combinación del espíritu de Jekyll & Hyde expresado por el personaje de Karloff. La estrella ya se encontraba con una avanzada edad y fue el último título que rodó para el cine, estableciendo un paréntesis que se prolongó durante varios años, hasta que de manos de la American International interviniera en conocidos films dirigidos por Roger Corman. No puede decirse que dicha analogía ofrezca un resultado muy satisfactorio. Por el contrario, y aún contando con el esfuerzo que el veterano intérprete ofrece en su trabajo -al parecer padecía de artritis-, lo cierto es que cuando asume la personalidad de ese oculto asesino que albergaba su mente, su caracterización resulta hasta cierto punto risible. Pese a los esfuerzos del director de fotografía por insuflar de un alcance sombrío sus apariciones –algo que en ocasiones se logra-, lo cierto es que por momento parece que sus monstruosas transformaciones sirvieran de inspiración al Opale de la adaptación renoiriana de la obra de Stevenson –LE TESTAMENT DU DOCTEUR CORDELIER (El testamento del Dr. Cordelier, 1959)-. Unamos a ello la simpleza con la que se trazan personajes y situaciones, lo que impide que sus imágenes adquieran esa complejidad que casi piden a gritos, y debamos conformarnos con el seguimiento de un sencillo relato al que no hay que pedir demasiadas sutilezas. Si se logra dejar de lado lo que se desea y no se encuentra, el espectador se adentrará en una película que goza de un ritmo adecuado, en el que se puede contemplar al veterano Anthony Dawson –el asesino de DIAL M FOR MURDER (Crimen perfecto, 1954. Alfred Hitchcock), ejerciendo como comisario de policía, y en la que se incluyen algunas curiosas elecciones de puesta en escena. Una de ellas es esa analogía de la llama del quinqué de la celda en la que se encuentra internado Rankin –una situación carente de credibilidad-, con el cuchillo que a este le permite modificar su personalidad apacible por la bestia que lleva dentro. Otra será la superposición de los rostros de sus víctimas que se mostrarán sobreimpresionadas cuando está a punto de estrangular a su hija. Se trata, en todo caso, de apuestas visuales que no logran despertar la discreción de una película que, justo es reconocerlo, supone un eslabón tan discreto como degustable, dentro de un periodo de gloria para el cine fantástico inglés. Desde luego, no debemos incluir GRIP OF THE STRANGLER entre los más memorables.
Calificación: 2
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