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CINEMA DE PERRA GORDA

PACK YOUR UP TROUBLES (1932, George Marshall & Raymond McCarey) El abuelo de la criatura

PACK YOUR UP TROUBLES (1932, George Marshall & Raymond McCarey) El abuelo de la criatura

Estrenado en 1932, y articulando su realización al alimón entre George Marshall –un artesano que dirigió a la pareja en varios de sus largos, desarrollando una larga carrera con títulos en ocasiones atractivos- y Raymond McCarey –hermano menor del gran Leo, y al parecer no especialmente dotado para la puesta en escena-, PACK YOUR UP TROUBLES (El abuelo de la criatura) supone una de las numerosas ocasiones en las que la inmortal pareja formada por Stan Laurel y Oliver Hardy se incorporaron al terreno del largometraje. Siempre se ha dicho que el extraordinario tandem cómico encontró en el corto su formato más libre y adecuado a sus característicos, y no seré yo quien corrija tal aseveración, sin dejar por ello de reconocer que he disfrutado, y bastante, en no pocos de sus largos, aunque ninguno de ellos haya aparecido a mis ojos como un logro abstracto. Es probable a este respecto señalar, que mientras Chaplin, Keaton o Lloyd se incorporan al largo antes de la llegada del ecuador de la década de los años 20, Laurel y Hardy lo harán prácticamente con el advenimiento del sonoro, insertando en la confluencia de dicho elemento un rasgo que quizá incidiera en la imposibilidad de que la extraordinaria pareja lograra extraer del nuevo formato todas sus posibilidades.

Vienen a colación estas disgresiones, a la hora de evaluar uno de los largometrajes más discretos de cuantos conozco de dos cómicos que admiro profundamente, máxime al encontrarnos en un periodo de su obra en el que este formato fue utilizado con mayor grado de acierto en otros exponentes de su filmografía. No por ello vamos a señalar que nos encontremos ante un producto desdeñable por completo –ninguno de los largos de la pareja lo son-, pero sí que es cierto que PACK YOUR… presenta ciertas deficiencias, que a mi modo de ver no se centran en la incorporación en la segunda parte de su metraje de poco más de una hora, de una pequeña que los dos cómicos salvaguardarán de cuantas amenazas se ciernen sobre ella. Por el contario, los defectos de la propuesta cómica se centran en cierta torpeza, en ese estatismo narrativo que probablemente proceda de las manos de McCarey, puesto que en otras ocasiones, siendo dirigidos los cómicos solo por George Marshall, su comicidad funcionaba con mayor efectividad. La película nos cuenta la actuación como voluntarios de la pareja protagonista en la I Guerra Mundial, pese a sus infructuosos intentos por excluirse de tal contingente –simulan incluso estar mancos-. Una vez en la contienda, vivirán por un lado la desaparición –y previsible muerte- de un joven soldado amigo suyo, mientras que ambos desarrollarán de forma absurda un embarullado contraataque contra sus enemigos, a partir de su involuntario enredo en un tanque. Una vez retornados a la sociedad civil, la pareja asumirá la custodia de la pequeña hija del soldado Smith, decidiéndose a la infructuosa búsqueda de los abuelos de la misma, a partir del seguimiento de todos los Smith que encuentren en la guía telefónica, en la que protagonizarán algunos episodios desastrosos. Rendidos ante el seguimiento de un rastro inencontrable, la pareja asumirá el cuidado de la pequeña, buscando obtener el sustento profesional atendiendo una pequeña furgoneta que contiene un puesto de comidas. Amenazados por el responsable de un orfanato, Laurel & Hardy deciden huir, para lo cual decidirán pedir un préstamo al director de una oficina bancaria, en la que de forma absurda se verán acusados de atraco. Sin embargo, la azarosa situación supondrá, sin ellos pretenderlos, la deseada conclusión a sus pesquisas.

PACK UP YOUR… destaca, por encima de todo, por la ausencia de ese deseado ritmo que sí alcanzaban otros largos de la pareja. Ciereto es que esa fluidez narrativa no fue nunca el emblema de su filmografía, más que cuando estos se sometieron a argumentos ligados a la opereta o la fantasía musical. Sin embargo, en esta ocasión destaca una cierta tendencia al aprovechamiento de otros gags ya utilizados por la pareja –no sería ni la primera ni la última vez que lo hicieran-, y como un rasgo distanciador, un cierto descuido al insertar ciertos fallos de raccord. En todo caso, ello no impide que disfrutemos con la mímica tan peculiar y estimulante que fue santo y seña de su humor, o la presencia de situaciones cómicas que siguen manteniendo su vigencia. Entre ellas, el episodio que concluye cuando se acumulan cubos de basura en las dependencias del general que encarna el veterano James Finlayson, o incluso la un tanto pillada por los pelos pero atractiva configuración del episodio en el que el Gordo y el Flaco arrollan con un tanque que a duras penas pueden maniobrar, toda una pléyade de presos que se han quedado enganchados en las alambradas, o la presencia del propio director George Marshall como irascible cocinero cuchillo en mano –que volverá a aparecer en el momento final del film con aire vengativo-. Pero junto a ellos, no conviene olvidar la hilaridad que provoca la búsqueda del abuelo de la criatura, entre una inmensa galería de “Smiths” diseminados por todos los rincones, que les llevará incluso a acercarse a negros –que pronto descartarán como precedente familiar de la pequeña- o que llegará a ofrecer el boicoteo de una boda de alta alcurnia –quizá el episodio más anárquico y delirante de la función, contando con la presencia del irascible Billy Gilbert, encarnando a mr. Hathaway-.

Pero junto a esa lógica ascendencia cómica, PACK UP YOUR…, su metraje incorpora su metraje sin incidir en exceso el matíz ternurista del protagonismo de la pequeña huérfana, en cuya incidencia incluso se planteará una situación encuadraba dentro del denominado slowburn, que quizá no resulte muy divertida, pero que muestra la voluntad de los cómicos por explorar nuevas facetas de su concepción de la comedia. Me refiero con ello a ese largo plano que muestra a Laurel sentado, portando en sus piernas a la niña, quien no deja de contar un cuento, mientras este se ve invadido por el sueño. Se trata sin duda de una de esas ocasiones en las que una veta casi surrealista asoma por el humor de la pareja. Lástima que se inserte dentro de un conjunto –salvo excepciones- poco destacable, aunque en él el espectador pueda atisbar momentos e instantes dignos del talento de sus protagonistas.

Calificación: 2

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