SO BIG! (1932, William A. Wellman)
Películas como SO BIG! (1932) –que en 1953 conoció un remake de la mano de Robert Wise, protagonizado por Jane Wyman y Sterling Hayden, con el título español de TRIGO Y ESMERALDA-, son muestras rotundas del talento, la raza, el sentido del riesgo y, sobre todo, la facilidad con la que William A. Wellman sabía “hablar” en términos puramente cinematográficos. Lo hacía de forma especial en un año en el que realizó nada menos que cinco títulos, demostrando un estado de inspiración que iba acompañado de una capacidad de trabajo hoy día sorprendente. Prueba de ello lo supone esta singular mezcla de melodrama y Americana, basado en una novela de Edna Feber, que estoy seguro en manos menos diestras hubiera logrado un resultado mucho menos valioso que el expresado por el realizador de WINGS (Alas, 1928). Y es que Wellman decide incorporar un trazado atonal, carente por completo de tremendismos inherentes al melodrama, y en su lugar apostará por un discurrir revestido de serenidad, tomando como elemento de estilo una inusual rotundidad en el uso de la elipsis, y conformando una narración en la que se elige el detalle cotidiano, y se dejando el fuera de campo e incluso despreciando de forma abierta, cualquiera de los elementos que podrían conformar una visión tremendista de su enunciado.
Nos encontramos en el Chicago de los últimos años del siglo XIX. La pequeña Selena es hija de Simeon Peake (Robert Warwick), un hombre aficionado al juego, caracterizado por su bonhomía, que no duda a recomendar a su hija que viva su existencia como una aventura. Muy pronto la adversidad será asumida por la muchacha, cuando se ha convertido en una adolescente –ya encarnada por la excelente Barbara Stanwyck-. Su padre será abatido en una refriega vivida en una partida, y esta será enviada a una localidad rural por parte de una amiga, en donde ejercerá como maestra. Allí muy pronto se topará con el primitivismo de sus habitantes, viviendo con los Poole, dedicados a las tareas agrícolas y el cultivo de las coles. Dentro de una familia delimitada por la incultura de su entorno, destacará el afán por el aprendizaje demostrado en el joven Roelf Pool (Dick Winslow). Este se enamorará de forma idealizada de la maestra, aunque Selena se case con otro de los labradores de la zona, el aún joven pero curtido Pervus (Earle Foxe), con el cual llagará a tener un hijo, aunque esto no impida que el granjero muera prematuramente, encallecido por su lucha en la tierra. También lo había hecho poco antes la esposa y madre de los Pool, motivando todo ello la huida del joven Roelf, en su intención de vivir una existencia acorde a sus inquietudes, su sensibilidad, y en cierta medida, al ver imposibilitada la correspondencia de sus sentimientos con el de esa mujer sensible, que ya ha sido absorbida por el campo –aunque en ese momento aún no ha fallecido Pervus-. La muerte de este llevará a nuestra protagonista a llegar a vender sus productos de forma directa en el mercado, aunque con el paso de los años se arriesgue a cultivar unos espárragos que podrían permitir un mayor rendimiento de sus tierras. Los años pasan, y el pequeño hijo de Selena –Dirk (Hardie Albright)-, se ha convertido en un joven encantador pero anhelante de ese éxito que se le niega siendo arquitecto. Tan solo la ayuda que le presta una de sus amigas, casada con un influyente consultor, le proporcionará un puesto ejecutivo que le facilitará ese éxito económico que anhela, aunque apenas se de cuenta que su vida se encuentra vacía y desee discurrir por el camino fácil. No será hasta su encuentro con la joven diseñadora Dallas O’Mara (una joven y fresca Bette Davis), cuando Dirk de alguna manera encuentre esa visión esencial de la existencia que le ha mostrado siempre el ejemplo de su madre, y del que se desvió en su encuentro con un mundo urbano y un tanto disoluto. De forma casi paradójica, en un momento dado Dallas descubrirá la faceta humana de su madre, mientras que la veterana Selena volverá a encontrarse con un ya crecido Roelf, paradigma del joven sensible que luchó por un ideal, y que desde su convicción –y también al apoyo que encontró en su entonces maestra-, ha logrado una existencia plena.
Lo señalaba al comienzo de estas líneas, el cúmulo de virtudes que adornan SO BIG! –a la que solo puede objetarse un cierto estancamiento en el tercio final, donde el personaje de Dirk adquiere un mayor protagonismo como ser adulto- se deben en una medida abrumadora al empeño que William A. Wellman pone en ofrecer una película diferente a la que podría describir su argumento –obra de Robert Lord y J. Grubb Alexander-, tomando como base la citada novela de la Ferber. Huyendo por completo de cualquier énfasis melodramático, Wellman no deja de proporcionar mazazos en sus imágenes, dispuestos con tanta contundencia como sutileza, y apostando en todo momento por esa ya señalada atonalidad que se erigirá como norma de estilo en todas sus secuencias, uniendo a ello la abundancia de elipsis, que servirán para soslayar los elementos más tremendistas de la función, llevando el relato por encima de dicha posibilidad, para en su lugar proponer una apuesta por la autenticidad en la experiencia vital. Esa manera que el padre de Selena le comentó cuando esta era niña, aconsejándole que la asumiera como una aventura. En consonancia con esa especie de mandato, SO BIG! en realidad muestra una mirada en la que se dejarán de lado sus elementos trágicos–la manera con la que se muestra la llegada del cadáver del padre, la rapidez con la que en apenas pocos planos Selena se desplaza a un entorno rural para ejercer como maestra, la elegancia con la que es mostrada la muerte de la matriarca de los Pool, la elipsis previa que de repente nos incorpora a nuestras protagonista ya casada con Pervus, la rotundidad con la que se describe la muerte de este: el plano en que aparece el lazo negro en la puerta de su hogar puede considerarse como el momento más percutante de la película…-. Junto a ello, el realizador no dudará por el contrario otorgar una mayor duración a algunos elementos que considera de especial importancia a la hora de articular su discurso. Es algo que ejemplificará con pertinencia ese largo plano en el que Selena contempla como se aleja el joven Roelf, rechazando la ayuda económica que esta le brinda, y vislumbrando el arrojo y la dignidad que el muchacho demuestra, huyendo de un contexto hostil a su sensibilidad, e iniciando un rumbo incierto pero sin duda más coherente con su concepción vital.
SO BIG! está llena de ejemplos que denotan el arrojo visual de Wellman y también su valentía frente a los condicionamientos que limitaban la vida provinciana norteamericana. Desde ese comentario del párroco, desaconsejando a Selena que acuda con su carro a vender sus hortalizas junto a su pequeño, tras haber fallecido su esposo –este le señala que aquel recinto en un lugar de pecado-, hasta múltiples detalles descriptivos que van desde esos primeros instantes del film, que nos describen a la perfección la personalidad bon vivant del padre de la muchacha –esos gestos de complicidad con el sirviente negro-, así como la rebeldía de la pequeña contra la visión clasista que le brinda la sociedad de aquel Chicago de finales del siglo XIX. Pero su capacidad para el detalle estará presente en todo el metraje. Serían numerosos los ejemplos a citar –esa foto de grupo que nos permite enlazar a la protagonista ya adolescente, la manera con la que se describe el carácter ocioso del joven Dirk como nuevo ejecutivo, jugando al golf en su propio despacho-, en una película que se sirve de dichos elementos, e incluso de claros matices humorísticos –que de alguna manera preludian esa valía para el género que Wellman ratificó años después en NOTHING SCARED (La reina de Nueva York, 1937)-, y que tendrán una especial presencia en instantes como la asistencia de la protagonista a la iglesia de la localidad, la secuencia de la subasta de las cestas de compra –en donde se pondrá en evidencia el interés que Selena suscita en la población masculina de la localidad- o las divertidas maneras con las que el pequeño Roelf desea boicotear con sus intempestivas apariciones y ruidos, las clases que nuestra protagonista intenta plantear a Pervus.
Antes lo señalaba, cierto es que SO BIG! decrece un poco en su hasta entonces casi apasionante interés, una vez se describe la vida urbana de Dirk –introducida a través de otra atrevida elipsis que sustituye su imagen desde que es bien pequeño hasta que lo contemplamos ya en la plenitud de su juventud ante su madre-. Quizá fuera una decisión premeditada –sobre todo al intentar mostrar el contraste con un mundo deseado por el muchacho, basado en el éxito material-. Sin embargo, este servirá para una conclusión admirable, establecida como una revelación entre Dirk y Dallas, esta última admirada cuando contempla la autenticidad que observa en su madre, mientras esta se muestra feliz al reencontrarse con aquel alumno inquieto que ha logrado el triunfo existencial que ella vislumbró en él. Por momentos, uno intuye que solo un Frank Borzage lograría superar ese aroma de plenitud que describe la secuencia –concluyendo el film con la suprema coherencia de su atonalidad-, adelantándose en la pantalla a la versión cinematográfica de la obra teatral de Emilyn Williams THE CORN IS GREEN (1945, Irving Rapper). En esos momentos, a través de la melancolía que se observa en el semblante de Dirk, se dará cuenta de la autenticidad en el camino que su madre siempre le ha aconsejado, y que solo la mirada abierta de la que ahora se ha convertido en su compañera, aparece ante su mirada en toda su magnitud. No se por que, pero de manera casi imperceptible en el relato se introduce un elemento de infinita tristeza y pérdida que, casi treinta años después, bien podrían haber servido como base para que Elia Kazan plasmara uno de los mejores finales de la historia del cine en SPLENDOR IN THE GRASS (Esplendor en la hierba, 1961). Unamos a ello el tour de force ejecutado por una magnífica Barbara Stanwyck, para valorar como se merece, esa demostración del talento y febrilidad que en aquellos primeros años treinta mostraba uno de los cineastas más contundentes con que contaba el Hollywood de aquel tiempo.
Calificación: 3
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