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CINEMA DE PERRA GORDA

INCIDENT IN OX-BOW (1943, William A. Wellman) Incidente en Ox-Bow

INCIDENT IN OX-BOW (1943, William A. Wellman) Incidente en Ox-Bow

Una panorámica inicia y culmina INCIDENT IN OX-BOW (Incidente en Ox-Bow, 1943. William A. Wellman) de manera simétrica y opuesta. La que en un principio describe la llegada de Gil Carter (Henry Fonda) y Art Croft (Harry Morgan) a una perdida localidad del Oeste, topándose con un perro que cruza ante ellos. En el plano final, la situación se repetirá a la inversa, cruzándose el animal en sentido contrario. Pudiera dar a entender este magnífico film de Wellman, que la adaptación que ofrece del relato corto de Walter Van Tilburg Clark, supone una mirada entre la pesadilla, y el minimalismo cinematográfico. Nos encontramos ante una película que casi parece discurrir a tiempo real. Una pieza de cámara en la que cuentan mucho más las sensaciones que se describen que la sencillez que se desprende de su peripecia argumental. La misma es mínima, y se centra en los sentimientos que se establecerán en los bravucones habitantes de la localidad, caracterizados por sus tareas de ganadería y agricultura, y dominados por un aura de primitivismo que estallará a la menor ocasión. Será lo que se produzca cuando se conozca el asesinato de un respetado ganadero de la localidad para robarle unas reses, siendo el detonante para la expresión de un grupo de hombres que muy pronto exteriorizarán esa bestia que el ser humano lleva dentro. Sin atender al llamamiento inicial del veterano de Arthur Davies (el siempre admirable Harry Davenport), el altanero y bravucón Jeff Farnley (Marc Lawrence) movilizará a su círculo de cowboys. No los frenará ni el juez de la localidad… El sustituto del alguacil alentará igualmente la pandilla de linchamiento, ayudado por el veterano y altanero mayor Tetley (Frank Conroy), quien no dudará en obligar a su hijo, el sensible Gerald (William Eythe, en su debut en la gran pantalla), con su intento de que demuestre lo que él entiende por masculinidad.

Sin olvidar su pericia como cineasta de primera fila, Wellman prefirió no obstante dejar de lado su propia personalidad y estilo, para adentrarse de lleno en la adaptación de una historia que le apasionaba. Para ello tuvo que convencer finalmente a Darryl F. Zanuck, quien asumió la producción de una película que sabía de antemano no iba a funcionar en taquilla, pero proporcionaría prestigio a la 20th Century Fox. Sin embargo, el intuitivo magnate obligó a Wellman a firmar un contrato en el estudio, dejándole un presupuesto bastante exiguo, lo que en definitiva convertiría a THE OX-BOW INCIDENT en una auténtica Serie B. Y es precisamente dicha circunstancia la que forzó al rodaje en interiores de las secuencias de supuestos exteriores nocturnos, lo que contribuyó de manera poderosa –como en tantas otras ocasiones- a acentuar el carácter surreal y tenebroso de esta admirable al tiempo que insólito exponente del western, que asumía en un segundo término ese rasgo de denuncia que no impresionaba en sí mismo, sino por la manera en que era transmitido al espectador. Como si se tratara de una pesadilla –de esa manera se podría interpretar dada la similitud entre el inicio y la conclusión del mismo-, el film de Wellman adquiere una sensación de irremediable cita con un destino fúnebre, en el que no van a valer la presencia de los sentimientos más nobles del ser humano –esa maravillosa secuencia en la que antes del linchamiento, Davies intentará que la mayoría de los componentes de la batida intenten reconsiderar su postura, hasta lograr casi de manera ceremonial que siete de ellos se distancien y manifiesten su oposición a que los presuntos bandidos sean ahorcados sin que sean sometidos a un juicio justo y legal-.

En el devenir de esta excelente película, importan antes los rostros y semblantes, que esconden una mirada revestida de profundidad sobre seres anónimos, a los que una serie de circunstancias convierten en lo peor de ellos mismos. Wellman acierta al articular la tensión interna del relato con el uso de magníficos travellings de retroceso, o complejos movimientos de cámara –como el que describirá el linchamiento de los tres pobres ganaderos-.Sin embargo, dos son los elementos que confieren una especial personalidad a este uno de los más singulares westerns ofrecidos por elline norteamericano. De un lado la fuerza psicológica que describe este relato cerrado en sí mismo, caracterizado por una duración inusual dentro de los cánones de Hollywood. Siendo uno de los primeros exponentes de una tendencia que irá imponiéndose en el género, la película dejará de lado el desarrollo de una acción, por la descripción de unos comportamientos en los que la fuerza de la fotografía en blanco y negro del gran operador Arthur Miller, contribuye a dotar de una enrarecida atmósfera, que entronca la película con el cine noir que en aquellos años empezaba a florecer en el cine USA, y que en el cine del Oeste, brindaría ejemplos extremos como el admirable PURSUED (1947) de Raoul Walsh. En contraposición a dicho referente, la obra de Wellman aparece sombría e inquietante, dominada por esa sensación de asistir casi a una pesadilla, en la que prácticamente se ofrece una mínima base argumental, para a partir de la misma establecer una cristalina parábola en torno a esa bestia que llevamos dentro cada ser humano.

Logrando aplicar de sus limitaciones virtud, Wellman aprovecha el artificio a que le obligaba el rodaje en estudios –algo así como lo que sucedería en ocasiones posteriores a títulos excelentes como MOONFLEET (Los contrabandistas de Moonfleet, 1955. Fritz Lang) o el previo y mítico western JOHNNY GUITAR (1954. Nicholas Ray)-, para intensificar la sensación de ahogo que proporcionan sus imágenes, a las que otorgará de una fuerza ligada casi al fantastique. La presencia de ese árbol gigantesco diseñado sin duda para potenciar ese aspecto tenebroso, en donde tendrá lugar el epicentro de este asesinato colectivo, inútil y, sobre todo, absurdo. Un triple crimen colectivo, que es descrito casi como si estableciera una pendiente irresoluble entre la fuerza del raciocinio y la impetuosa necedad del ímpetu más primitivo, consustancial en el Oeste americano. Este conjunto de recelos y complejos que atenazan a los personajes que forman dicha batida, tendrán un preámbulo en los que no faltarán los leves apuntes de comedia –la ama de llaves del juez, la exagerada querencia por la muerte física de la horca, haciendo gestos con la cuerda, por parte de uno de sus componentes-. Todo ese cúmulo de frustraciones –por ejemplo, las que simboliza ese representante militar, conocido por todos por su poco recomendable pasado-, son las que en el fondo ejercerán como detonante para esa administración particular de la justicia sin el respeto de las leyes más elementales.

Con el paso de los años, quizá esa vertiente discursiva sea la que chirríe en el film. No hacía falta incluir esa conclusión en la que nada más ahorcar a los tres pobres acusados –un episodio conmovedor y percutante al mismo tiempo- aparecerá ese alguacil que ha estado ausente toda la función, señalando que el asesinado no ha sido tal, y se han capturado a los culpables. No era necesario llegar a ese punto para sentir en carne propia la indignidad de ese asesinato colectivo. Sin embargo, el espectador percibirá un aura de infinita derrota, de esos hombres que se han tomado la justicia con su mano y se sitúan uno tras otro en la barra del bar, mientras Carter lee la carta de despedida que ha escrito el pobre Donald Martin (Dana Andrews). Se ha criticado en ocasiones el alcance discursivo de la secuencia. Quizá tenga más fuerza el reproche que Gerald brinda a su padre, quien se retirará a sus aposentos y se suicidará con un disparo –en off-, incapaz de soportar el deshonor de la terrible vivencia acontecida.

De atmósfera insólita, singular en su unidad espacio temporal, dominada por una planificación, iluminación y diseño de producción absolutamente sombrío, INCIDENT IN OX-BOW es, sin lugar a dudas, uno de los más grandes títulos en la filmografía de un cineasta pródigo en ellos. Una rareza, maravillosa rareza, que según van pasando los años, va adquiriendo el sabor de los vinos que fueron buenos en su gestación, y van envejeciendo mejor si cabe.

Calificación: 4

2 comentarios

santiago -

me gusta mucho esta peli , obra maestra

Jorge Trejo -

Esta estupenda cinta, en México tuvo un más que sugerente título: "Conciencias Muertas"