CRY OF BATTLE (1963, Irving Lerner) Grito de batalla
La reivindicación en los últimos años de MURDER BY CONTRACT (1958) y CITY OF FEAR (1959) –algo en lo que ha tenido una parte importante la edición digital de alguna de ellas, y su circulación por los foros de cine clásico- ha traído a la actualidad de los aficionados la figura del norteamericano Irving Lerner, artífice de estos dos títulos de culto –Martin Scorsese siempre ha hecho pública su devoción por el primero de ellos-, hasta el punto de despertar el interés por su no demasiado extensa filmografía como director. Sea por esta circunstancia o por mera casualidad, la edición digital de CRY OF BATTLE (Grito de batalla, 1963) proporciona un paso adelante a la hora de completar el acceso a su obra, al tiempo que comprobar si los aciertos de los dos referentes inscritos en el noir tardío eran fruto de la casualidad, o en el fondo revelan una personalidad singular en este cineasta. Y hay que señalar que, por fortuna, aunque sin llegar al nivel de ambos, lo cierto es que esta singular aportación el cine bélico, mas allá de brindar motivos de interés, certifica la singularidad del cineasta, envuelto en esta ocasión en una propuesta de género que logra trascender la misma, para insertarse dentro del ámbito del drama psicológico, haciendo en buena medida abstracción del marco en que queda inmersa.
Nos encontramos en Filipinas en 1941. Se está viviendo en su suelo la II Guerra Mundial, en donde sus habitantes se encuentran enfrentados con los japoneses, mientras que mantienen relaciones amistosas con el ejército norteamericano. Dentro de aquel marco de conflicto, la película se inicia de manera abrupta con el ataque de campesinos locales hacia la figura del joven David McVey (James McCarthur). Este es el joven descendiente de un comerciante multimillonario americano que formaba parte de las fuerzas del ejército USA, y que se ha marchado de tierras filipinas sin saber el destino de su hijo. El inicio del metraje describiendo el violento asalto al muchacho, que a duras penas puede huir de la persecución de los campesinos, marca ya de entrada la ruptura con lo convencional que preside esta adaptación de la novela de Benjamín Apple que, más allá de erigirse como un manifiesto antibelicista –que lo es-, en realidad decide inscribirse dentro de un marco descriptivo, dejando que sea a través de la mirada de su protagonista, la que muestre al espectador el horror de la presencia de la guerra, en un marco rural y casi selvático, que se erigirá como telúrico y en ocasiones siniestro entorno en el que se desarrollará todo el metraje.
Producida por la Alliet Artists y, por ello, caracterizada por un contexto ligado a una tardía serie B, CRY OF BATTLE nos muestra en esencia el contraste de dos personajes, opuestos y complementarios, en los que se incardinará el devenir del relato. Por un lado el joven e idealista David, al cual el destino ha dejado en territorio filipino, teniendo en el mismo que madurar a pasos agigantados, hasta el punto de poner en varias ocasiones en tela de juicio sus propias convicciones éticas. En su oposición se situará el veterano Joe Trent (Van Heflin), un hombre ya maduro y curtido en la lucha, por más que haya ejecutado esta poniendo siempre en primer término una consustancial mezquindad revestida de instinto de supervivencia. Ambos personajes se conocerán en una cabaña en la que serán acogidos por moradores, entre la que se encontrará una joven que se acercará hasta el muchacho. Sin embargo, será Trent quien en un momento dado abusará de ella, exteriorizando por vez primera la ruindad de su comportamiento. Sin embargo, nunca dejará de proteger a David, quizá viendo en primera instancia en él la oportunidad de lograr una buena recompensa si lo mantiene vivo a la hora de que su padre tenga noticias de él –Jim trabajó anteriormente en uno de los barcos del progenitor de McVey-. A partir de la huida de ambos de la cabaña en la que vivía la muchacha, la película abandonará esa relativa placidez que había descrito este episodio, insertándose en un ámbito casi surreal –bastante cercano al de MEN IN WAR (La colina de los diablos de acero, 1957. Anthony Mann), dejando de lado las secuencias de descripción de luchas. Serán dos los episodios en los que la acción se detendrá de manera especial en dicha vertiente, erigiéndose quizá en los más intensos; el ataque a la aldea a la que visitan por provisiones, y la llegada de los japoneses a la población en la que se encuentran presos nuestros protagonistas, que contraatacarán de manera inesperada, logrando contrarrestarlos para detenerse, por el contrario, en un extraño descenso a los infiernos de un territorio convulso, en el que los campesinos guerrilleros aparecen con aspecto fantasmal, y en el que Lerner aplica una planificación en la que no obvia determinadas referencias cercanas a las corrientes cinematográficas ligadas a las nuevas olas europeas. Es por ello que el metraje introducirá determinados pasajes caracterizados por elecciones formales como la sobreimpresión de rostros sobre el paisaje, o en su conjunto una determinada indolencia, que si bien a primera instancia podría achacarse a la torpeza del realizador, poco a poco comprobaremos no solo que obedece a una elección deliberada, sino que en líneas generales se erige con pertinencia.
“Hablamos distinto idioma pero estamos en el mismo equipo” le dirá, en un momento dado, y cuando David medita si denunciar a Jim. La oposición de caracteres que se establece, no impide que se establezca una relación de amistad entre ambos, incluso cuando el comportamiento del segundo provoque en muchos momentos el rechazo del joven –al que la presencia como intérprete del insulso James McCarthy no ayuda a dotar de la suficiente complejidad, al contrario que el veterano Van Heflin-. Sin embargo, esa relación adquirirá una extraña configuración cuando entre ella se interponga la figura de Sisa (Rita Moreno), una de las campesinas guerrilleras, que inicialmente se aliará con Trent, aunque más tarde exteriorice su relación con David –expresándolo en una magnífica secuencia cuando ambos se arrojan en el barro y posteriormente se bañan en un lago-. Será en esos momentos –ya en la parte final del film-, cuando el relato manifieste una extraña nuance homosexual de Jim hacia ese muchacho al que ha intentado proteger en todo momento. Algo que Sisa percibirá, señalando a su enamorado que se trata de celos debidos al dejarlo de lado una vez los tres encuentran escondite junto al mar –otro momento magnífico, cuando los personajes adivinan la inminencia de su encuentro con el océano-.
Extraña, descompensada, arriesgada, tan atenta a la reacción de sus personajes como al logro de una atmósfera casi asfixiante de contornos casi fantasmales, CRY OF BATTLE muestra la singularidad como cineasta de un Irving Lerner. Singularidad esta que no siempre iría avalada de unos resultados homogéneos, pero que cuanto menos siempre se manifestó en resultados provistos del suficiente interés, como el que nos ocupa.
Calificación: 3
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