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CINEMA DE PERRA GORDA

THE BURGLAR (1957, Paul Wendkos)

THE BURGLAR (1957, Paul Wendkos)

Es probable que mirada en su conjunto, no se pueda valorar con excesivo entusiasmo un título con tantas posibilidades como THE BURGLAR (1957). El mero hecho de suponer el debut en la pantalla de un realizador proyectado a una andadura posterior tan poco atractiva como Paul Wendkos influya en ello, tanto como lo puede suponer de forma más certera el propio desconocimiento que ofrece su propia existencia. Sin embargo, si más no, la película se ofrece como una muestra de noir tardío, una voluntad de aportar un producto diferente y, justo es reconocerlo, elementos valiosos que, también es obvio destacar, se ven alternado con profundos desequilibrios. Desequilibrios que al tiempo que impiden que su resultado devenga esa gran película que podría haber sido, le proporcionan esa acusada personalidad que destilan todas y cada una de sus imágenes. Por que, si más no, en la película que comentamos en se asiste en todo momento  a una expresión, un sentimiento de singularidad, acrecentado por la voluntad de Wendkos de incidir en el poder del montaje, la poderosa impronta que proporciona la base dramática de la novela de David Goodis –autor al mismo tiempo de su guión-, y en un tercer vértice la atmósfera casi irrespirable que proporciona la fotografía en blanco y negro de Don Malkames, caracterizada por los contrastes lumínicos surgidos a través de un conjunto de casi permanente oscuridad.

THE BURGLAR se caracteriza por partir de una base argumental bastante simple, relatando la historia de Nat Harbin (estupendo Dan Duryea), un hombre de mediana edad que ha dedicado su vida al robo siempre sin violencia. De pequeño escapó de un orfelinato, siendo cuidado por un hombre bondadoso –también ladrón como él-, que lo inició en los vericuetos de las prácticas delictivas, su huída absoluta de confrontación y las armas, y también obtuvo de él la promesa de cuidar de su hija, que se haría efectiva cuando quien fuera su padre adoptivo cayera abatido por la policía. La joven es Gladden, y con el paso del tiempo será la ayudante de Nat a la hora de realizar un valioso golpe; el robo de un collar de esmeraldas propiedad de una vieja y acaudalada dama espiritualista caracterizada por su extraña filantropía. Para realizar el golpe contará asimismo con la ayuda de Baylock (Peter Capell), experto perista que se encuentra en libertad condicional, y Dohmer (Mickey Shaughnessy), un ser bastante primitivo que desea de forma secreta a Gladden. Pese a la inoportuna presencia policial en las inmediaciones del lugar del golpe de una pareja de agentes policiales, el golpe se realizará con éxito al alcanzar el botín deseado, pero al mismo tiempo ejerciendo dicho collar como el auténtico detonante del drama existencial de su protagonista. Huyendo de la presión policial, de forma paralela tanto Nat como Gladden –a la que enviará a Atlantic City-, serán perseguidos y engañados por uno de los dos agentes con los que se topó el primero de ellos en el momento del golpe –que ha decidido abandonar la legalidad y alcanzar las joyas de manera ilegítima-, acompañado por la sofisticada Della (Martha Vickers). La situación se verá bifurcada en tres vertientes. De un lado la huída hacia delante de Nat, cada vez más acosado por el recuerdo de la promesa que realizó al padre de Gladden. Pero de manera paralela discurrirán las pesquisas policiales, al tiempo que se estrechará la red propiciada por el policía corrupto y de chulescos modales, obstinado en su oscuro deseo de alcanzar la joya robada.

El film de Wendkos se inicia de manera atractiva, proyectando las imágenes de un noticiario en una pantalla cinematográfica, mostrándose un breve reportaje que describirá la joya objeto de deseo para Nat –espectador en la pantalla-. Unos atractivos y percutantes títulos de crédito nos introducen en los primeros minutos, caracterizados por una extraña atmósfera, definida en la visita a la lujosa mansión de la espiritualista por parte de Gladden, la planificación del robo y la ejecución del mismo. Se trata de un fragmento de apertura revestido de una densidad que permite al espectador unas expectativas que, por desgracia, no se cumplen en el resto del metraje. No quiere esto decir que nos encontremos con un título carente de interés. La principal cualidad de THE BURGLAR es la búsqueda consciente de riesgo, en un relato que apuesta por la oscuridad de su atmósfera, el uso del montaje como elemento de choque, o el profundo alcance existencial que emana de su propuesta discursiva. En ocasiones, esas intenciones sí que se trasladan a la pantalla con pertinencia. Pienso de manera muy especial en el primer encuentro entre el protagonista y Della –impagable la bofetada que ella le propina, o el encuentro de ambos en su apartamento, caracterizado por su estilizada decoración-, en el impacto que reviste –pese a su torpe montaje- el violento instante en el que Nat y sus hombres matan de un disparo a bocajarro a un policía, mientras otros agentes como respuesta eliminen a Dohmer con disparos realizados a la parte trasera del automóvil de estos, esa sensación de desolación que revisten la llegada de los dos ladrones supervivientes a un triste amanecer en Atlantic City –magnífico el detalle del rodeo de Nat por la laguna que pisan, revelador de la seguridad de su personalidad, mientras que Baylock descuidará dicho detalle-, hasta encontrar una cabaña en la que se refugiarán, con la intención de salvar a Gladden del acoso a que es sometida. Lo que sucede en la película, es que en ocasiones el acierto y el hallazgo se encuentra un instante antes o después del subrayado o el efecto innecesario –ese plano gratuito desde el interior de la caja fuerte en la que Nat ha robado el collar, mostrando la actitud de sorpresa de su dueña-, algunos efectos de montaje quedan hoy día envejecidos por completo, la banda sonora de Sol Kaplan deviene por completo estridente, encargada de subrayar aquellos instantes que en ocasiones ya efectúa de manera sobrada la cámara, mediante el montaje. Pero unido a ello, por momentos, quizá debido a la ausencia de auténtica personalidad de Wendkos como realizador, se tiene la sensación que el alcance discursivo se adueña de la función sin una adecuada canalización cinematográfica de sus propuestas. Esa querencia se manifiesta en la evocación de Nat de su episodio de niñez, o en determinados monólogos pronunciados por sus personajes, que en ocasiones funcionan por la buena labor de los intérpretes, mientras que en otras aparecen carentes de su necesaria proyección narrativa. Esa circunstancia provocará incluso la presencia de giros narrativos poco meditados –el instante en que Nat descubre que Della se encuentra confabulada con un hombre para poder alcanzar el collar que ha robado-, o situaciones desaprovechadas –todo el episodio final, pese a todo revestido de una cierta fuerza visual-. En definitiva, THE BURGLAR ofrece bastante menos de lo que en principio promete, pero no se le puede negar esa inquietud, esa búsqueda de libertad o arrojo formal, que si bien la aleja de logros precedentes en el género -KISS ME DEADLY (El beso mortal, 1955. Robert Aldrich)-, coetáneos como TOUCH OF EVIL (Sed de mal, 1957. Orson Welles) o posteriores como MURDER BY CONTRACT (1959, Irving Lerner), a mi modo de ver y en parámetros divergentes, cabría situarla a un nivel de efectividad similar al de títulos como THE LINEUP (1958, Don Siegel). En todo caso, hay que aplaudir esa voluntad mostrada por un cineasta a la hora de brindar unos modos visuales contrastados y rupturistas, por alguien que de forma paradójica, muy pronto quedó engullido por una trayectoria televisiva, quedando su vertiente cinematográfica como un elemento parcial y, sobre todo, escasamente distinguido.

Calificación: 2’5

1 comentario

teo calderón -

Esta película la descubrí hace unos diez años en una sesión de la Filmoteca. Acudí atraído por la presencia en el reparto del siempre formidable Dan Duryea y de una inesperada Jayne Mansfield alejada de sus tashlinianos personajes. Bien, pues me encontré con una de gangsters tal como empezaron a concebirse a partir de la existencia de "LA JUNGLA DE ASFALTO" y "ATRACO PERFECTO". El trabajo del debutante Wendkos (que años más tarde, entre serie y serie de televisión, se vino a España para rodar dos westerns) luce un estilo narrativo escueto, funcional, servido por una fotografía neutra, casi televisiva. La violencia es elíptica pero de gran efecto y, además, como decía, el curioso casting me dejó desarmado (confieso mi debilidad por la pobre Mansfield desde que Donen convirtió con ella el plomo en oro en una de sus obras maestras: "BÉSALAS POR MÍ"). Por cierto, el francés Henri Verneuil realizó en 1973 un aparato­­so y mediocre remake de "THE BURGLAR" con Jean-Paul Belmondo, Dyan Cannon y Omar Sharif, que aquí la retitularon “EL FUROR DE LA CODICIA”.