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CINEMA DE PERRA GORDA

DE SADE (1969, Cyril Endfield) De Sade

DE SADE (1969, Cyril Endfield) De Sade

No dejo de reconocer que DE SADE (1969, Cyril Endfield) es el clásico ejemplo de película que sería muy fácil destrozar en apenas pocas líneas. Ahí es nada constatar con facilidad un producto rodado a finales de los sesenta, “datado” en la galería de efectismos visuales de la época, hasta el punto de que en ocasiones nos encontramos con imágenes que rondan el nudie. Desde el abuso del zoom y el teleobjetivo –máxime siendo una producción desarrollada casi totalmente en interiores-, el flou, secuencias con ralenti o incluso episodios virados en rojo confusos y lindantes de manera abierta con la cursilería y representativo de los peores tics narrativos de aquel periodo concreto tan regresivo para el cine mundial. No era de extrañar. Aunque firmada por un cineasta tan reivindicable como Endfield, DE SADE fue una producción de la American International que se resintió de la ingerencia de sus artífices –Arkoff y Nicholson-, participando en la filmación desde un Roger Corman ya a punto de abandonar la profesión, hasta nombres tan nefastos –y mimados entonces por el estudio -como Gordon Hessler –a quien no dudo en adjudicar los momentos más rechazables del film. En realidad, es bastante fácil detectar de donde pueden proceder las secuencias rodadas por uno u otro realizador –no hay que ser demasiado avezado para intuir que la secuencia de llegada del ya algo avejentado Marqués de Sade al recinto de un anfiteatro dominado por el abandono y las telarañas, podría ser perfectamente trasladable a la de cualquiera de los jóvenes héroes cormanianos en sus adaptaciones de Poe-. Pero aún reconociendo esas ingerencias visuales y narrativas que se enseñorean e incluso anulan buena parte del film, no seré yo quien pese a ello descalifique una propuesta como la comentada.

Es más, dentro de su discreto nivel general, encuentro en la narración firmada por Endfield –en la que al parecer los actores del reparto se pusieron de su parte cuando atisbaron las ingerencias de los productores- un cierto grado de arrojo, no solo a nivel temático, y en el hecho de encontrar en ella secuencias en la que se contemplan desnudos femeninos –hecho por el cual la película tardó varios años en estrenarse en España-, sino en la propia génesis de un proyecto que contó con la presencia de Richard Matheson como guionista, gozando en no pocos momentos de una clara patina cercana al cine de terror. Aspectos como esas ruinosas y abandonadas dependencias en donde de repente se realizarán una serie de representaciones que evocarán episodios del pasado de la vida de Louis Alphonse Donatien, Marqués de Sade (encarnado por un esforzado y magnético Keir Dullea, recién salido del rodaje del 2001 de Kubrick), se combinarán con otras que revelarán el lado cruel de su figura, aunque sin atisbar en ellas un matíz moralizante. Antes al contrario, ese recorrido en el que se alternan tiempos y situaciones que entremezclan la juventud y la madurez del protagonista, se expresan como una proyección del subconsciente de cualquier ser humano, que en este caso tuvieron en la figura de Sade un auténtico adelantado a su época, exteriorizando con su comportamiento aquello que el resto de los mortales escondieron o hicieron público de manera muy íntima, y que en esta ocasión tiene además la justificación de haber sido casado con la poco agraciada Renée de Montreuil (Anne Massey), en contra de su voluntad, que estaba marcada en la bella Anne –su hermana- (encarnada por la bella Senta Berger con más encanto del habitual en ella).

En realidad, DE SADE narra la historia de una frustración amorosa –que tendrá ciertos instantes de oasis en ese recorrido vital del protagonista que discurre de manera desordenada por la pantalla, y que tendrá instantes tan brillantes, como aquel en el que Sade intenta abrazar a Anne, descubriendo en pleno escenario que el vestido que abraza se encuentra vacío del contenido de su amada. Quizá no será mucho para los aficionados, pero encontré en el film firmado por Endfield, pese a sus excesos e irregularidades, una cierta apuesta por ofrecer un producto que sobresaliera del conjunto que por aquel entonces auspiciaba la American International –en general filmados por el nefasto y ya señalado Gordon Hessler-. Desde esa combinación de tiempos alternos en los que se entremezcla pasado y evocación, amargura y reflexión, momentos terribles dominados por el puritanismo imperante en la Francia del siglo XVIII, junto a otros más breves en los que se atisba un cierto margen de felicidad –sobre todo los que protagonizan Sade y Anne-, permiten un conjunto desigual y, ya lo señalaba, en algunos momentos detestable. Sin embargo, en otros se aprecia una clara sensación de apostar por una mirada personal que abandone esa visión absolutamente negativa que el cine y la literatura mostró sobre dicho personaje. En definitiva, intentando mostrar un perfil, sino compasivo, si al menos dotado de cierta densidad y justificatorio del giro de su comportamiento. Un comportamiento en el que él mismo se erigía como un simple representante de la maldad y el deseo de placer intrínseco en el género humano, y que se plasma sobre todo en varias de las secuencias en las que este reflexiona cuando se encuentra ya algo envejecido, encerrado por orden de Madame de Montreuil -Lily Palmer, a punto de viajar a España para rodar LA RESIDENCIA (1969, Narciso Ibáñez Serrador)

Así pues, DE SADE entremezcla episodios absolutamente lamentables, ofreciendo una estructura en la que la alternancia de tiempos brinda al conjunto una extraña aura, e introduciendo elementos que van del cine histórico a la imaginería del cine de terror. Todo ello complementado con una banda sonora que por momentos deviene tan atractiva como anacrónica, unos títulos de crédito llamativos, y contando asimismo con fragmentos en los que un aura trágica o casi fatalista se cierne sobre nuestro controvertido protagonista, lo cierto es que no podemos señalar que su conjunto pueda sobresalir de su condición de discreta, pero esa discreción tiene bastante de producto insólito, de apuesta hecha casi a contracorriente, y en la que sin duda incluso sus tormentosas condiciones de producción, al tiempo que permitieron que se insertaran fragmentos prescindibles, quizá también posibilitaran la singularidad de su resultado.

Calificación: 2

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