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CINEMA DE PERRA GORDA

TRENO POPOLARE (1933, Raffaello Matarazzo)

TRENO POPOLARE (1933, Raffaello Matarazzo)

Aunque hacía bastante tiempo que deseaba hincarle el diente, no ha sido hasta la contemplación de TRENO POPOLARE (1933), cuando me he introducido en la filmografía del italiano Raffaello Matarazzo, durante largo tiempo relegado de cualquier reconocimiento, y por fin en los últimos años ubicado entre algunos sectores como uno de los más significativos hombres de cine de su país. Al igual que sucediera con otros realizadores coetáneos, encaminados a un cine de rasgos populares, Matarazzo se centró en el cultivo del melodrama, género este en el que logró su máximo éxito popular, y con el que pasados los años cimentaría su fama. Siendo como es su película de debut, nada mejor que iniciar una visión parcial sobre su obra, que con esta propuesta liviana y etérea, que no llega a alcanzar la hora de duración, y que a la chita callando se ofrece como una visión ágil y entrañable, de esos periodos en los que las masas urbanas abandonaban su rutina diaria, tripulando multitudinarios viajes en tres hasta localidades y zonas campestres en esos días festivos que suponen un oasis para todos ellos. La esencia de TRENO POPOLARE –título inaugural entre los más de cuarenta que Matarazzo firmara a lo largo de su carrera- está presente en esa mirada festiva que se ofrece en el traslado de numerosos vecinos de Roma hasta la localidad de Orvieto, para pasar allí su jornada semanal de asueto. Ayudado por el fondo sonoro de un Nino Rota en plena complicidad con las intenciones del realizador, la película muy pronto deja entrever su elección formal a nivel impresionista, eligiendo el punteado de la musicalidad de sus imágenes, para ofrecer una mirada entre tierna y descriptiva, de las aglomeraciones de esos domingueros urbanos que aprovechan su jornada de descanso para modificar su radio de acción habitual y viajar hasta zonas más relajadas.

Todo ello se da cita en el film de Matarazzo, heredando la corriente manifestada pocos años antes en USA en títulos como LONESOME (Soledad, 1928. Paul Fejos), o tendría su continuidad con posterioridad en el contexto del cine europeo, con exponentes de la consideración de como PARTIE DE CAMPAGNE (1936, Jean Renoir) –de la que retengo su general sobrevaloración, aunque cierto es que el recuerdo que guardo de ella es muy lejano en el tiempo-, o la británica BANK HOLLIDAY (El amor manda, 1938. Carol Reed), bastante similar por sus características al título que comentamos. Una vez más, las principales cinematografías europeas daban su propia visión de temáticas que pese a la lejanía les unían, demostrando que los comportamientos cotidianos de esa nueva sociedad urbana, en realidad se encontraban más unidos de lo que pudiera parecer a primera vista, y de los que hay que destacar el elemento precursor que podría proponer el título que comentamos. Y es que, a fin de cuentas, TRENO POPOLARE se erige como una auténtica balada, centelleante, centrada en su capacidad de observación, en una mirada en suma revestida de ternura, en torno a una fauna humana dominada por la deshumanización, y que solo tiene en estas escapadas domingueras, la posibilidad de realizarse como tales seres humanos, por encima de los duros condicionamientos que marca su condición de proletarios. A partir de dicha premisa, el realizador italiano destaca en una original plasmación de su capacidad descriptiva, dotando a la festiva ficción de su película un ritmo ágil y liviano, en donde cualquier mirada, gesto o actitud de sus personajes, adquiere una sensación de totalidad dentro de su conjunto. Sin embargo, sus imágenes se centrarán en el trío que forman María (María Denis), su compañero de trabajo Giovanni (Marcello Spada), al que se incorporará el joven y atractivo Carlo (Carlo Petrangeli), con quien muy pronto congeniará la muchacha, hasta el punto de marcharse los dos en barca, huyendo de la tenaz y pegajosa persecución del impertinente Giovanni, receloso de la creciente atracción que su compañera de trabajo ha mostrado de manera repentina con el irresistible Carlo. Esa inesperada aventura amorosa y juguetona, será combinada en una imagen en la que el uso de los diálogos no será frecuente, y en la que no quedará ausente el matiz casi documental, escrutando los rincones y lugares monumentales de esa vieja localidad italiana con una mirada nueva y contrapuesta con los sentimientos a flor de piel de sus protagonistas. Así pues, los fotogramas de TRENO POPOLARE devienen corales y entrañables, pícaros y agudos. En la aparente insustancialidad con la que muestra los modos y costumbres de una sociedad urbana que acude en masa al campo. En la agudeza con la que un director neófito se muestra a la hora de escrutar los comportamientos de esas masas que apenas disfrutan del domingo para emerger de la alienación de sus trabajos. Y es que bajo la apariencia de un prisma amable, Raffaello Matarazzo demuestra ya en este su debut ante la gran pantalla, por un lado una capacidad descriptiva fuera de toda duda, pero al mismo tiempo unas notables cualidades como observador de costumbres, que poco después le dirigirían al terreno del melodrama. Mientras tanto, pocos cineastas de su tiempo –y máxime, encontrándonos en pleno ventenno nero fascista- pueden presumir de albergar en su primer título una mayor capacidad de madurez visual, un empeño a la hora de musicalizar lo que no supone más que una demostración más de la alienación de la sociedades urbanas, convirtiéndolo en un relato centelleante: todo un pequeño placer para los sentidos, en el que con una base nimia y una mirada con ecos del periodo silente, un director que se incorporaba a la cinematografía italiana, lo hacía con tanta gracia, capacidad para la descripción, y encanto en las pinceladas efectuadas por la coralidad de sus criaturas. Sin duda, un debut lleno de posibilidades, y que personalmente no ha hecho más que acrecentar mi interés por seguir revisando su obra. Estoy convencido que esta me deparará no pocos placeres como espectador.

Calificación: 3

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