LOVE IS A RACKET (1932, William A. Wellman)
La producción cinematográfica de William A. Wellman conoció en los primeros años treinta un ritmo rápido y frenético en sus rodajes, en los que trasladaba la propia energía interna de unas películas que en algunas ocasiones rozaban la excelencia, y en líneas generales se erigían como títulos llenos de brío y atrevimiento. En concreto, en 1932 y 1933, Wellman fue el artífice de ¡¡siete títulos!! en cada uno de dichos años. Fueron películas de duración escueta, caracterizadas por una estructura casi vertiginosa, que desafiaron los límites de una moralidad que la llegada del “Código Hays” limitó con posterioridad, aunque dicha circunstancia adversa no limitara sus posibilidades como cineasta. Dentro de ese “corpus” tan amplio, hay que reconocer que LOVE IS A RACKET (1932) no puede ser destacada entre las propuestas más valiosas de Wellamn. Sin embargo, ello no impide que reconozcamos en ella un producto que aún mantiene ciertos atractivos, destinado ante todo al lucimiento de su protagonista masculino, y que conserva en ellas esa mirada áspera que el realizador propuso sobre el mundo del periodismo, lindando con el cine de gangsters a las que ya había ofrecido exponentes de notable calado.
Jimmy Russell (Douglas Fairbanks Jr.), es el autor de una columna de chismes sobre la vida del espectáculo newyorkino que lleva por título Up and Down Broadway. Desde la misma muestra su conocimiento de los recovecos y las frivolidades de un mundo propenso a ello, exteriorizando una personalidad extrovertida que impone su poder y, ante todo, su carácter conquistador ante las mujeres. Una de ellas, Sally Condon (Ann Dvorak) está enamorada secretamente de él, siendo una circunstancia que conoce el amigo de ambos y compañero de apartamento de Jimmy –Stanley (Lee Tracy)-. De repente, el avezado columnista se verá hechizado ante la fascinación que le producirá la joven y bella Mary Wodehouse (Frances Dee), una aspirante a actriz teatral, férreamente protegida por su tía, que se mostrará remisa a ser cortejada por Jimmy, pero que en un momento dado no dudará en recurrir a él cuando se muestre acosada por una serie de talones sin fondos que ha ido firmando para comprar vestidos y complementos para su vestuario. Sin comprender la personalidad interesada que se esconde bajo su aparente dulce candidez, Mary demanda al mismo tiempo la ayuda de Jimmy –del que sabe puede disponer- sin dejar de coquetear con un importante productor de Broadway –con el que finalmente llegará a casarse-. Sin embargo, este no dudará en ponerse al servicio de la muchacha, intentando encontrar esos talones que muy pronto descubrirá se encuentran en manos del gangster Eddie Shaw (Lyle Talbot), precisamente un delincuente cuyos turbios manejos se ha resistido a relatar en su periódico, ganándose una cierta desafección por parte de su director. No obstante, al saber el lugar donde se encuentran dichos talones, Russell se embarcará en una arriesgada escaramuza, llegando hasta el apartamento de Shaw, y contemplando como este ha sido asesinado por la tía de Wodehouse en su propio apartamento.
Hasta entonces, el film de Wellman destacará por suponer una crónica amable y al mismo tiempo veraz y llena de ritmo, de ese mundillo que compagina el mundo del espectáculo, y que se encuentra mucho más cerca del “hampa” de lo que pudiera parecer. LOVE IS A RACKET tiene su principal eje de interés en la magnífica interpretación que ofrece Fairbanks Jr. del rol protagonista. Obviando de manera considerable ese histrionismo que hizo gala en buena parte de sus trabajos, Fairbanks brinda una performance relajada y en no pocos momentos provista de hondura, sobre todo cuando advierte que su amor por Mary no se encuentra correspondido. Es más, por momentos, Fairbanks parece erigirse como una versión más amable del prototipo ya instaurado por James Cagney en THE PUBLIC ENEMY (1931), proporcionando uno de los roles más notables y hondas de su carrera. Teniendo en su protagonista un elemento de interés, Wellman no duda en su película –que apenas supera los setenta minutos de duración- mostrar los recovecos de la vida de Broadway con un conocimiento cercano, trasladando en la figura de Russell a ese prototipo de reportero capaz de coquetear con el mundo de la delincuencia, pero llegado un punto mantener su integridad a la hora de no entrometerse en la labor del gang que encabeza Shaw, llegando a ser víctima de uno de sus esbirros, cuando caiga en la trampa que Shaw le ha cometido. Y será precisamente en esa encerrona que lo retendrá de manos de Bernie Olds (Warren Hymes), uno de los más destacados sicarios de Eddie, quien no dudará en someter al periodista a pequeñas torturas –como encender cerillas en sus zapatos-, que podrían ser el sustrato de una cierta nuance homosexual. El periodista logrará escapar de la vigilancia de Olds, llegando a subir al apartamento de Eddie, contemplando como la tía de Mary lo ha liquidado. Una vez esta se marcha, el periodista no dudará en modificar el escenario que ha dejado el crimen, arrojando el cadáver por el piso dieciocho –la manera de expresar el impacto del mismo en la calle, supone uno de los instantes más electrizantes de la película-. Sin embargo, Jimmy no sabrá que él mismo ha sido descubierto por su fiel Stanley, quien no dudará en recoger los restos que podrían convertirse en pruebas que lo inculparan en el crimen. Sin embargo, pronto confesará a este el conocimiento que tiene de la situación, demostrándose entre ambos su sincera amistad. Al enterarse de la boda de su amada Mary con el productor teatral, Jimmy –que no ha confesado a ninguno de sus amigos la ayuda que ha prestado a la auténtica autora del crimen-, elaborará una nota de despedida de esta, adjuntándole los talones y elementos incriminatorias que podrían acusar a su tía del asesinato de Shaw.
Será el momento en el que el columnista asuma con lucidez –y quizá con interna decepción- el engaño que de manera dulce, le ha sometido Mary casi sin justificación, abandonándolo por la búsqueda de un futuro asegurado como estrella teatral. La secuencia se filmará de espaldas a Jimmy, hasta que este retome la situación reconociendo la inutilidad de lo realizado hasta entonces, y pese a revelar en sus palabras su deseo de permanecer ajeno a las relaciones sentimentales con mujeres, la mirada de la estupenda Ann Dvorak hará entender en el espectador que ello no supone más que la boutade de un hombre en el fondo más sensible de lo que la exteriorización de su personalidad podía inducir.
Calificación: 2’5
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