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CINEMA DE PERRA GORDA

YOUNG MAN WITH IDEAS (1952, Mitchell Leisen)

YOUNG MAN WITH IDEAS (1952, Mitchell Leisen)

La disponibilidad que va teniendo el aficionado a la hora de redescubrir títulos que han permanecido ocultos durante décadas, me ha servido personalmente para acercarme de forma paulatina a los prolegómenos de la renovación que vivió la comedia americana a partir de la segunda mitad de la década de los cincuenta. Un proceso que tuvo un caldo de cultivo marcado quizá como sus dos principales exponentes en las aportaciones ofrecidas durante la primera mitad de dicho decenio por George Cukor y Mitchell Leisen. Dentro de dicho enunciado, no cabe duda que –aún sin poseer el reconocimiento que merecen-, la aportación de Cukor tuvo un cierto eco. No es el caso de las propuestas de Leisen –como es el caso de la estupenda THE MATING SEASON (Casado y con dos suegras, 1951)-, menos numerosas que las del director de MY FAIR LADY (1964), pero no por ello menos relevantes a la hora de proponer una visión naturalista y avanzada en el género, combinando en ellas diversos registros con una enorme capacidad de riesgo, y adelantando con ello caminos que nombres como Minnelli, Edwards, Wilder, Quine, Edwards, Tashlin y Lewis, retomarían con resultados por todos conocidos. Esa circunstancia es algo que se puede apreciar de forma muy clara en la magnífica YOUNG MAN WITH IDEAS (1952), que Leisen rodó tras la citada THE MATING SEASON y la poco apreciada DARLING, HOW COULD YOU! (CARIÑO ¿Por qué lo hiciste?, 1951), que hasta la fecha no he tenido ocasión de contemplar.

En primer lugar, sorprende que una película de estas características no se estrenara comercialmente en nuestro país. Se trata de un elemento que ha favorecido su general desconocimiento, incluso en estos tiempos, en los que la figura de Leisen empieza a gozar de cierto prestigio –nunca el que en realidad merece como primerísimo cineasta que fue-. Sin embargo, la primera sorpresa real se centra en apreciar una producción de la Metro Goldwyn Mayer, que por su sencillez y características realistas, parece situarse más cercana al modo con que la Columbia acometía las muestras del género en aquellos años –en gran medida de la mano de Cukor-. Huyendo del conservadurismo consustancial a las muestras de dicho estudio, los primeros instantes de YOUNG MAN WITH IDEAS destacan por la sobriedad y ligereza con la que es descrita la convivencia de la familia Webster, cuyo padre –Maxwell (un ejemplar Glenn Ford, en un rol muy diferente a la imagen que ofrecía por lo general)-, ha sido partícipe en la sombra de un importante triunfo judicial de la firma en la que trabaja, aunque en ella no se reconozca su aportación. Los Webster viven en Montana dentro de una relativa comodidad del americano medio de la época, con Julie (Ruth Roman), su esposa, y tres pequeños hijos. Pero será precisamente su esposa la que incite a Maxwell –un hombre de carácter muy apocado y bondadoso- a que reivindique su profesionalidad y sea más ambicioso. Lo hará en la cena que el buffete de abogados celebrará para festejar el triunfo, y donde Julie con unas copas de más se expresará de manera inoportuna en una intervención revestida de sinceridad. Será el pistoletazo para que su marido sea rechazado en sus reivindicaciones profesionales, viajando la familia hasta Los Angeles, donde Maxwell tendrá que compatibilizar unos cursos para poder ser admitido en el colegio de abogados de California, la creciente escasez de recursos que los Webster albergan, el hecho de que la vivienda elegida perteneciera a un antiguo corredor de apuestas, o el atractivo que “malgré lui” ejercerá nuestro protagonista entre diversas mujeres.

Dotada de una extraña estructura, combinando en su seno diversos registros de comedia, YOUNG MAN… es sin duda un magnífico referente que bajo sus amables costuras nos habla –como tantos otros títulos de la época- de la fragilidad del sueño americano. Y lo hace partiendo de una sencilla base argumental, sobre la cual irán incorporando elementos que en aquel periodo no eran muy comunes a la hora de utilizar los códigos del género, y de los que podrían considerarse de alguna manera como precursores. Cierto es que no podemos hablar en sí mismo de originalidad, pero no resulta muy común el uso de la elipsis en un film de estas características –la manera con la que se resuelve el despido de Maxwell de la firma en la que trabajaba- el hecho de que su conjunto se caracterice por una atonalidad, combinando la herencia de títulos como MRS. BLANDINGS BUILDS HIS DREAM HOUSE (Los Blanding ya tienen casa, 1948, Harry C. Potter) –es decir, esa comedia familiar típica de tiempos pasados-, pero apostando de manera clara por una visión renovada del género. Y es que Leisen no escatima su visión castrante de esa esposa que agobia a su esposo en su afán protector, incluso en lo molestos que resultan sus hijos. Sin embargo, la película proporciona no pocas sorpresas en la adopción de una estructura de episodios, que unido a las propias características que emanan del personaje encarnado por Ford, en no pos momentos parecen remitirnos a la iconografía y la propia formulación genérica de las films protagonizados por Jerry Lewis en solitario, y dirigidos por este o por Frank Tashlin. Secuencias como la asistencia de este a la clase del colegio de abogados –con su irascible conferenciante-, la vista de este como improbable cobrador de facturas para diferentes clientes, o incluso la presencia de esa aborrecible familia vecina, en la que una caricaturesca madre quiere presentar a su hijo como presumible estrella infantil, nos adelantan esos nuevos modos de comedia que –ya en vivos colores y una plasmación visual más moderna- caracterizarían el universo lewisiano.

La casi total ausencia de banda sonora, contribuye en buena medida a ese tono naturalista que otorgará una extraña textura a esta magnífica y casi desconocida película. Pero al mismo tiempo se insertarán en su devenir aspectos y detalles francamente hilarantes, como el impagable “gag” de Maxwell, visitando al amenazador propietario de una cafetería, que está buscando en la guía el número de teléfono para detectar a los que cree son corredores de apuestas, volviendo las páginas de la guía en un descuido de este para ralentizar dicha búsqueda. Sin embargo, en la combinación de esa formulación cotidiana y naturalista que define el conjunto de su propuesta, Leisen inserta ya en sus primeros minutos un episodio de admirable tensión dramática –aunque inserto dentro de los cánones de la comedia-, en esa fiesta en la que Julie expresará con la desinhibición que le proporciona las copas tomadas, la hipocresía de un contexto que les miran a ellos como auténticos intrusos. Una secuencia que no dudo tuvo que tener en mente Blake Edwards para la extraordinaria de la cena que rodó en THE PARTY (El guateque, 1968), como tampoco dudo que Vincent Minnelli tomaría como referencia en su posterior, magnífica y más sofisticada DESIGNING WOMAN (Mi Desconfiada esposa 1957), el episodio de casi-relación que se desarrollará entre Maxwell y su compañera de cursillos Joyce Laramie (Nina Foch). En concreto, durante la secuencia en la que Julie acude a su apartamento para comprobar si en ella se encuentra su esposo, me recuerda una bastante similar desarrollada entre Lauren Bacall y Dolores Gray –con perro incluido-. Pero también lo evocará la pelea que se manifiesta en su tramo final y antes del juicio que resolverá la situación planteada, y proporcionará de manera inesperada a Maxwell su oportunidad para ser recuperado como abogado y, con ello, la recuperación de su autoestima, aparece también casi como similar de otra descrita en el magnífico film de Minnelli… que por otro lado asumiría a Glenn Ford en algunos de sus films posteriores, entre ellos la comedia THE COURTSHIP OF EDDIE’S FATHER (El noviazgo del padre de Eddie, 1963).

Lo cierto es que en junto al aire cotidiano e incluso atonal que asume su conjunto, la incorporación de elementos dignos de una clara discontinuidad narrativa y estructuración en forma de episodios, y la visión hasta cierto punto desencantada que brinda de ese falso progreso en la cotidianeidad norteamericana de la época, son motivos suficientes para destacar las excelencias de esta comedia casi, casi, desconocida, que no solo nos ratifica la enorme talla de Leisen como cineasta sino, sobre todo, la intuición que desplegó como cineasta, y la versatilidad mostrada para abrir nuevos caminos a un género necesitados de una visión renovada y hasta el momento ninguneada. Bueno es, aunque sea seis décadas después, la misma sea reconocida, siquiera sea en estas líneas humildes.

Calificación: 3’5

1 comentario

Alfredo Alonso -

Me alegro del descubrimiento de este filme de Mitchell Leisen, director de sorprendente calidad, dotado de igual modo para la comedia y el drama, su cine transmite una sensación reposada, trascendental, etérea, de serenidad más similar a la tranmitida por Ozu que por otros autores coetaneo.

Alfredo Alonso

Cineyarte
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