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CINEMA DE PERRA GORDA

FLESH (1932, John Ford) Carne

FLESH (1932, John Ford) Carne

Después de una andadura silente en la que John Ford ofrece títulos tan espléndidos –y con facilidad ubicados entre lo mejor de su obra- como THE IRON HORSE (El caballo de hierro, 1924) o FOUR SONS (Cuatro hijos, 1928), cierto es que la llegada del sonoro no impide que su obra prosiga, aunque sí esta aparezca bajo un devenir zigzagueante. No es que se echen de menos buenos títulos –me gustaría destacar llegados a este punto su implicación dentro de la 20th Century Fox durante los primeros años treinta, bastante poco valorada-, pero sí que es cierto que se alternan con otros exponentes menos valiosos, ninguno de ellos carente de interés, aunque en algunas ocasiones se encuentran ausentes los estilemas de su cine, refugiándose en su condición de simple y ya experimentado profesional. FLESH (Carne, 1932) es uno de dichos ejemplos, erigiéndose como una muestra insólita, en la medida que supone una de las escasas incursiones de Ford en la Metro Goldwyn Mayer, asumiendo un encargo que ya había pasado por las manos de otros directores más ligados al estudio –y de menor entidad, todo hay que decirlo-, hasta que Ford asume su rodaje. En realidad, nos encontramos con un melodrama triangular que parte de una historia del notable realizador Edmund Goulding, que alterna no pocos ecos del muy cercano THE BLUE ANGEL (El ángel azul, 1930) y, ante todo, se erige como un producto destinado al lucimiento del a menudo molesto histrionismo de Wallace Beery, por aquel entonces una de las grandes estrellas del estudio –el año anterior recibiría un Oscar al mejor actor por THE CHAMP (El campeón, 1931. King Vidor) exaequo junto al Fredrich March de DR. JEKYLL AND MR. HYDE (El hombre y el monstruo, 1931. Rouben Mamoulian)-. Nada mejor para ello que plasmar un drama que se asentaba sobre dos características de éxito seguro, iniciado en una Alemania de inicios de los años treinta, donde la joven Laura Nash (una impecable Karen Morley) es puesta en libertad –más adelante conoceremos las causas por las que se le ha conmutado su condena, aunque una persona muy allegada a ella quede en prisión, pese a sus protestas. Totalmente arruinada –la persona con la que había cometido el delito –que tampoco conoceremos- que en teoría debía permitirle unos recursos económicos cometidos, la ha dejado abandonada a su suerte. Dentro de un panorama absolutamente desolador, encontrará la compañía de Polakai (Wallace Beery), una bestia de lucha dotado de un gran corazón, que desde el primer momento amparará a Laura, le ofrecerá un lugar en su habitación y, de forma paulatina, se irá encariñando con la muchacha. Será un sentimiento no correspondido por esta, aunque aprecie el cariño brindado por un hombre que se aleja de su concepción de las relaciones humanas. Es más, incluso rechazará su proposición de matrimonio, aunque en realidad haya sido exonerada de prisión por encontrarse embarazada de Nicky (Ricardo Cortez), el otro componente del trío de delincuentes que motivaron la estancia en prisión de la pareja. En la ilusión de la joven figurará emigrar hasta América, faceta esta que podrá cumplir no sin antes haberse reencontrado con Nicky, y este estafar a Polokai y viajar en solitario hasta el nuevo continente, aspecto que casi forzará a la muchacha a casarse con el veterano boxeador, que ha ganado el título de campeón de Alemania, y ha decidido también viajar hasta América para competir a más amplio alcance. Como es de suponer, una vez allí –en donde se encuentran los viejos amigos del luchador, que regentaban un local-, el reencuentro con el avieso Nicky será casi inevitable.

Como antes señalaba, en FLESH, los ecos de THE BLUE ANGEL de Sternberg se antojaban evidentes, ya no solo en la medida de tratar una historia iniciada en Alemania, sino en el hecho de la seducción de un ser veterano por parte de una joven atractiva. Sin embargo, y aún reconociendo todos los condicionamientos que limitan el posible interés de esta pequeña película, en la que es cierto que se ausenta en gran medida el casi siempre reconocible estilo del autor de STAGECOACH (La diligencia, 1939), hay que reconocer en la misma un notable sentido del ritmo. La utilización de los fundidos en negro y el adecuado uso de la elipsis, son elementos que el gran cineasta utiliza con destreza para aligerar un drama que en otras manos estoy seguro hubiera devenido pesado y caduco. Cierto es que en secuencias como aquellas que rodean los combates de boxeo, uno percibe ese mundo fordiano, en el que la lucha y la camaradería se dan de la mano –magnífico el instante en el que Polokai ofrece noblemente su mano al adversario que ha vencido en el combate-, y en su conjunto la película brinda una visión en la que un mundo degradado y revestido de dificultades, puede albergar un espacio para lo peor y lo mejor, prolongando esas descripciones de la condición humana que el no muy lejano Erich Von Strohiem plasmó en GREED (Avaricia, 1924). En esa capacidad para la ternura de Polokai ante el hijo que no es tuyo –aunque desconozca su no paternidad; un elemento quizá no demasiado creíble de guión-, o para asesinar a Nicky en el climax del film, al comprobar la villanía que se encierra en su personalidad, se encierra la capacidad de Ford para articular un drama que por momentos asume un alcance bizarro y que, junto a ese sentido del ritmo poco habitual en la producción Metro de la época, esconde sus mejores armas. La película concluirá con una llamada a la esperanza y la sinceridad, mostrando al luchador alemán encerrado en la cárcel, conociendo por boca de su esposa el clamor existente para que sea puesto en libertad, e iniciándose en medio del patio de visitas de la prisión, un nuevo punto de partida para el reinicio de la relación entre ambos. Esta vez sin engaños, con sinceridad, y con esa ternura que caracterizó el mejor cine del autor de THE SEARCHERS (Centauros del desierto, 1956), entre el cual no puede incluirse esta obra, tan menor como se quiera, pero no por ello desprovisto de atractivo y, ante todo, agilidad narrativa, al tiempo que permitiendo con ello completar los perfiles de una filmografía que en su dilatada extensión, debía permitir –como a todos los grandes cineastas del periodo clásico- no solo los lógicos vaivenes en la calidad de sus exponentes, sino en la propia expresión fílmica de la misma.

Calificación: 2’5

3 comentarios

Alfredo Alonso (cineyarte) -

Buenas tardes,

De esta etapa apuesto por The Hurricane, excelente filme en el que surgen, de manera pletórica, virtudes por doquier: fragmentos de exacerbado expresionismo (cautiverio del protagonista), otros de cálido costumbrismo y hondura humanista (boda) en los que se observan un absoluto control de los elementos de puesta en escena.

Juan Carlos Vizcaíno -

Una vez más gracias por tus palabras... aunque presumo que CARNE te gusta a tí más que a mi, jejeje. En cuanto a tu aprciación sobre EL DELATOR, te confieso que -a falta de un visionado más cercano en el tiempo-, mi recuerdo de él es bastante negativo, hasta parecerme el Ford que menos me ha gustado del gran número de títulos suyos que he visto -y eso pese a su enorme prestigio-. Lo que sí que tiene Ford en estos primero años treinta, es bastantes titulos para la Fox bastante interesantes -lo cito en el comentario- y de los que he tenido la ocasión de contemplar no pocos de ellos. De ese conjunto te recomndaría PEREGRINOS y PAZ EN LA TIERRA.

un abrazo.

JC Alonso -

Amigo, JC. Me acabas de dejar petrificado. No hace mucho me regalaron esta película en DVD. Me sorprendió muchísimo, que pudiera existir esta genialidad en formato doméstico y con tan buena factura. Lo firma una distribuidora (39 escalones films) que lo está haciendo muy bien. Magnífico análisis, una vez más dejando todos los cabos bien atados. No sabía que la historia partía—inicialmente— del ínclito, E. Goulding. En mi visionado, vi un joven Ford —agermanado—, en una película que apuntaba maneras(ágil y divertida) cercanas a una de las primeras obras maestras del genio “El delator” 1935 (es una de mis favoritas). En fin, tocayo, Qué pasar por este oasis es un gustazo. Un fuerte abrazo.