UPSTREAM (1927, John Ford) Ser o no ser
Durante décadas considerado como un film perdido –en el apasionante estudio sobre John Ford realizado por Tad Gallagher se le considera como tal-, una noticia surgió en 2009, cuando en los archivos cinematográficos de Nueva Zelanda, aparecían una serie de exponentes cinematográficos, siendo el más preciado de ellos UPSTREAM (Ser o no ser, 1927). No era para menos, acceder a un exponente oculto durante décadas de la obra fordiana, en un periodo en el que el cineasta ya había adquirido una notable madurez –había rodado años atrás la canónica THE IRON HORSE (El caballo de hierro, 1924), y la atractiva 3 BAD MEN (Tres hombres malos, 1926)-, y se encontraba a punto de filmar la maravillosa FOUR SONS (Cuatro hijos, 1928). Precisamente ya inmerso en ese periodo con la primitiva Fox, Ford rueda esta película divertida y entrañable. Un retrato que se dirime antes todo descriptivo, y como un sincero homenaje a la profesión del actor de variedades. Todo ello, dentro una propuesta que por un lado transmite esa creciente madurez del cineasta en un lenguaje cinematográfico que ya avalaba un profesional de altura. Por otro lado, y creo que esto es lo más importante, transmite esa capacidad de Ford para penetrar en la entraña de unos personajes, de los que sabe extraer sus grandezas y miserias, apelando a una mirada revestida de humanidad, ironía y ternura, dentro de la galería de personajes que puebla su relato.
Todo ello, se centra en esa misérrima residencia de artistas donde se focaliza el relato, de apenas una hora de duración, en la que Ford se recrea a la hora de describir su fauna humana. Lo iniciará con la pugna amorosa que se establece con la joven Gertie (Nancy Nash), con sus compañeros de número de lanzadores de cuchillos. Uno es Juan Rodríguez (Grant Withers), y otro es Eric Brashingham (Earle Foxe). Ambos eternos rivales de número, a partir de su búsqueda del interés de la muchacha, que se inclina por el segundo. Pero el ámbito coral de la función se extenderá a la anciana dueña de la residencia, y a un viejo y decadente actor histriónico en paro. A una pareja de bailarines de siempre parejos movimientos. A un intérprete con posibilidades económicas… En definitiva, un amplio abanico de profesionales de las variedades, a los que contemplaremos en sus cotidianeidades, en sus miserias, ofreciendo en cierto modo un entrañable homenaje a la profesión del entertainer, que tantas alegrías brindó a décadas y décadas de públicos de clases populares. Lo curioso de la película es que situándose por momentos en el ámbito del melodrama –toda la historia que se produce con Gertie cuando Brashingham la abandona, acercándose finalmente a Juan-, u ofreciendo sus coqueteos con el slapstick –las divertidas andanzas de la pareja de bailarines-, finalmente discurre en la búsqueda de una personalidad propia. No es habitual encontrarse en aquellos años con mixturas genéricas de estas características, ni homenajes a una profesión tan popular dentro del ámbito del entretenimiento.
Es por ello que podemos destacar esa singularidad, y al mismo tiempo apreciar ese joie de vivre que transmiten sus imágenes. UPSTREAM permite ofrecer esa entrañable mirada en torno a una auténtica vocación, que Ford inserta además en un ámbito de camaradería, y que marcará un punto de inflexión, con la inesperada llegada de un representante del espectáculo, que reclama la presencia de Brashingham –descendiente de una reconocida saga de actores-, para acudir a Londres y participar en una puesta en escena de Hamlet. No le importará al enviado, reconocer la nulidad como intérprete como Eric, ya que lo que buscan es el apellido. La novedad provocará una auténtica hecatombe en el microcosmos retratado. No solo producirá tristeza en Gertie, que equivocadamente pensaba que el reclamado le iba a pedir marcharse con él, cuando en realidad solo le quería pedir un préstamo de cincuenta dólares. Pero ese periodo de adiestramiento de reclamado intérprete –impagable el plano sostenido sobre este, cuando empieza a practicar histrionismos, o cuando se mira ante el viejo espejo, limpiándole el polvo con la mano-, permitirá al viejo y parado histrión de la residencia, formularle una serie de lecciones, invocando la figura del legendario Booth. La invocación del conmovedor Auld Lang Syne por parte de todos los que han sido sus compañeros, marcarán la despedida de Eric, del que todos intuyen un fracaso absoluto en su aventura teatral, aunque la propia ansia de este por triunfar, finalmente le lleve a un éxito no por inesperado, menos revelador de la magia del mundo del espectáculo, lo viviremos en la plasmación de esa función de debut, que descubriremos por la actitud y los sutiles comentarios del público. Y finalmente, por la esperada reacción de los presentes en el palco real, que con un simple gesto aprobarán la labor de la nueva estrella. Alguien que se olvidará de sus humildes orígenes, y se convertirá en un ser vanidoso y arrogante, mientras sus antiguos compañeros apenas tienen noticias de sus actividades por lo que figura en los periódicos, aprovechando Rodríguez para acercarse a esa joven que no oculta su tristeza y desengaño en torno a ese joven que no se acuerda de ella.
Ford sabe alcanzar la alquimia necesaria para combinar en este tramo final lo burlesco a la hora de describir el divismo de Brashingham, y la melancolía que se inserta en la residencia de artistas. Es algo que compartirán sus moradores con la joven muchacha, empujando a Juan a que le ofrezca casarse con ella, y que se escenificará en ese fragmento final, en el que la celebración de la boda de la joven pareja –descrita con un tono entre romántico y revestido de sentido del humor; esos invitados que intentan literalmente chupar plano en la foto de recuerdo del matrimonio-, sea violentada de alguna manera con la inesperada llegada de la reconvertida estrella teatral, revestido de un casi insoportable narcisismo. Será el momento para provocar el rechazo por parte de los que fueron sus compañeros –incluido ese veteranísimo actor, que le reprochará su arrogancia-, saliendo casi a patadas de aquella residencia que no mucho tiempo atrás, lo acogiera como uno de los suyos. Exponente lleno de interés, y claro precedente de títulos tan excelentes como SHOW PEOPLE (Espejismos, 1928. King Vidor), UPSTREAM aparece no solo un vértice más del ya configurado universo creativo de Ford, ya que muestra además su destreza en el lenguaje cinematográfico –esos travellings frontales que describen los desplazamientos del pequeño sirviente negro de la residencia-. Pero, sobre todo, aparece como un inusual homenaje a una profesión, que permite al cineasta plasmar al cineasta la camaradería de un universo vitalista. Algo que prolongaría en tantas y tantas ocasiones en el devenir de su gigantesca obra.
Calificación: 3
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