UNDERGROUND (1941, Vincent Sherman)
Es curioso constatar que cuando el cine antizani se va insertando en la producción norteamericana, funciona en sus primeros pasos de forma más contundente, cuando los relatos producidos se insertan dentro de marcos cotidianos e incluso de conflictos familiares, antes que los que se realizaban con un exclusivo afán didáctico, que han envejecido de manera más ostensible –es el caso de CONFESSIONAS ON A NAZI SPY (1939, Anatole Litvak)-, por poner un ejemplo concreto, también producido por la Warner, el mismo estudio que el título que centra estas líneas-. En su oposición, una propuesta como UNDERGROUND (1941, Vincent Sherman) puede considerarse –además de una sorprendentemente atractiva propuesta de esta vertiente-, una directa heredera, aunque asumiendo el estilo de la Warner y sin duda una personalidad menos marcada, que la esgrimida por el gran Frank Borzage de THREE COMRADOS (1938) o THE MORTAL STORM (1940) en el seno de la Metro Goldwyn Mayer. Más allá de suponer –sobre todo la segunda de ellas- exponentes magníficos –también podríamos incluir en ese capítulo el poco recordado THE SEVENTH CROSS (1944) de Fred Zinnemann-, de la influencia que el nazismo supuso como ruptura de la cotidianeidad de una sociedad a la que su presencia contribuyó a que aflorrara el lado más oscuro del ser humano, lo cierto es que UNDERGROUND viene a reafirmar el creciente interés que personalmente me viene reafirmando el ir contemplando diversas obras de Vincent Sherman, al que durante décadas se confinó entre los destajistas de la Warner –algo que en cierta medida nunca dejó de seer verdad- pero que cada vez encuentro en su filmografía más títulos llenos de atractivo.
El de esta película se ofrece ya desde sus primeros compases, con una panorámica vertical que indica el título del film en el quicio de una puerta a oscuras, siguiendo los títulos de crédito iluminados en medio de una penumbra que se erigirá prácticamente en la máxima protagonista de un relato protagonizado por la familia Franken. Un núcleo formado por una pareja de avanzada edad, una criada y dos hijos. Uno de ellos –Eric (Philip Dorn)-, en realidad es el líder de la emisora radiofónica de la resistencia que actúa en una Alemania que se encuentra por completo dominada por el III Reich, pero que pese a ello no logra cerrar las fisuras que brinda una resistencia organizada y cohesionada, que sabe llegar a transmitir primero de panfletos y las ondas de la radio, las verdades de un régimen que interiormente logra alienar a la población mediante el control de los resortes de la verdad. Sin embargo, la labor de Eric encontrará un inesperado contratiempo en lo que debería suponer un motivo de alegría; el retorno de su hermano Kurt (un excesivamente opaco Jeffrey Lynn), a quien han licenciado debido a haber perdido un brazo en el combate. El impacto recibido en la familia –que desconocía el hecho- por el suceso, no impedirá a Eric proseguir con la emisión que tenía prevista, y que a punto estará de ser localizada por las fuerzas nazis que encabeza el temible coronel Heller (Martin Kosleck). Muy pronto –y en ello Sherman sabrá articular la tensión existente entre los personajes que se encuentran en el interior de la vivienda de los Franken-, con la llegada de un vecino que pondrá en evidencia la realidad de la represión nazi, y la alienación que aún sigue albergando la mente del recién llegado, entendiendo que aquellos que no comparten el nazismo han de ser considerados como traidores a la patria.
A partir de dicha premisa, UNDERGROUND –que parte de un inteligente guión de Charles Grayson, a partir de una historia elaborada por Edwin Justus Mayer y Oliver H. P. Garrett-, destaca en la densidad con el que se entrecruzan diversas subtramas, como puede ser la casi imposible integración del manco Kurt en la cotidinaneidad de una Alemania en la que solo puede lucir su vistoso e inútil uniforme nazi; la inteligente organización de una resistencia que logra penetrar incluso en los antros del poder; las grietas que se establecen en los mandos del III Reich con la simple manera de introducir una rumorología que es convenientemente exagerada por todos ellos -un apunte humorístico de sorprendente efectividad- y, sobre todo, la capacidad que se manifiesta en todo momento, a la hora de describir una Alemania totalmente amordazada por las fuerzas represivas del régimen de Hitler, al tiempo quen sobre ellas se refleje el sentir verdadero de una sociedad sobre la que se siente el miedo, manifestado en la película, sobre todo, por esas constantes espesuras y tonos sombríos –estupenda labor como operador de fotografía de Sid Hickox-, que unido al ritmo que mantiene el conjunto del relato, a los giros de guión expresados en el mismo –la visita de las fuerzas de la gestapo a la taberna en donde intentan desarticular a los resistentes, matando a uno de ellos –Josef (un jovencísimo Henry Brandon)-, el amor que Erik sentirá por la joven violoncelista componente de la resistencia –Sylvia (Kaaren Verne)-, y que condicionará el devenir de su comportamiento, o el episodio final, en el que finalmente este –una vez habiendo contribuido involuntariamente a que su hermano y el colectivo resistente sea detenido y condenado a muerte, contemple y advierta el horror de ese nazismo al que ha defendido hasta entonces. Será el instante en el que la infiltrada en el cuartel nazi le plantee la posibilidad de reemplazar a su hermano –de seguro condenado a muerte- al encabezar la resistencia a través de las ondas de la radio. Para ello, le mostrará las formas de tortura ejecutadas por los hombres de Keller, e incluso en un memorable episodio final, la cita que se albergaba en un cuadro familiar correspondiente a Shapkespeaere, permitirá a Eric asumir su muerte en la guillotina, con la alegría postrera de saber que su hermano ha prolongado la labor que él iniciara, a través de unas reconstruidas ondas radiofónicas que se escucharán en el propio patio del cadalso.
Poco conocida y apreciada, UNDERGROUND supone una gratísima sorpresa dentro de los primeros exponentes del cine antinazi norteamericano, al tiempo que poco a poco me permita reconsiderar la limitada opinión que hasta hace unos años albergaba sobre las capacidades de su realizador. Sin duda Sherman sabía mostrar en la pantalla las contradicciones y recovecos del drama, bien fuera en relatos como este, de marcado alcance antinazi y, por ende, actual –no sería el único en que tratara dicha temática, recordemos el insólito ALL THOUGHT THE NIGHT (1941) - o en otros más escorados al melodrama noir como THE DAMNED DON’T CRY (1950), que sigo considerando el mejor título de una obra nada escasa en títulos de interés.
Calificación: 3’5
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Luis -