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CINEMA DE PERRA GORDA

MARISA LA CIVETTA (1957, Mauro Bolognini) [Marisa la coqueta]

MARISA LA CIVETTA (1957, Mauro Bolognini) [Marisa la coqueta]

Antes de consolidar un cierto relieve dentro del cine italiano de los primeros años sesenta –nunca, justo es reconocerlo, al nivel de las grandes figuras de un periodo de especial esplendor en dicha cinematografía-, lo cierto es que Mario Bolognini se fue fogueando en títulos que revelaban tanto sus posibilidades, como ese grado de mengua que se prestaba, en comparación con figuras como Visconti, Zurlini, Antonioni, etc…. Dentro de dicho ámbito, sin duda alguna MARISA LA CIVETTA (1957) –jamás estrenada comercialmente en nuestro país, aunque editada digitalmente con el título de MARISA LA COQUETA- es una demostración de esa entrañable simbiosis del cine popular que legó tantos títulos de relieve al cine italiano –quizá en esta ocasión inclinados a una cierta blandura o a esa vertiente costumbrista ligada a la presencia de las populares maggiorattas-. Simbiosis esta que combinó en su metraje una cierta mirada desencantada en torno a una vida de provincias, en la que la rutina, el sopor, y la ausencia de auténticos alicientes, deja entrever dentro de un contexto de aparente complacencia las grietas de una extraña soledad compartida, que tendrá en la figura de Marisa (Marisa Allasio), su representante más genuina. Joven de hermosas y provocativas formas, huérfana y curtida vendiendo helados en la estación de Civitaveccia, en realidad sublima su juventud provinciana coqueteando con diversos y guapos jóvenes. Entre ellos se encontrará el jugador de fútbol Lucicotto (el español Ángel Aranda, que años después estuvo a punto de protagonizar THE ROMAN SPRING OF MRS. STONE (La primavera romana de la Sra. Strone, 1961. José Quintero), en vez del nortemericano Warren Beatty). Es pretendida también por otro de los responsables de la estación, pero al mismo tiempo quedará prendada de un apuesto marinero que ha llegado a puerto –Angelo (Renato Salvatori)-. Sin embargo, ese inocente coqueteo tendrá un punto de inflexión con la llegada como nuevo jefe de estación del implacable Antonio (Paco Rabal), quien desde el primer momento considerará trasladar a Marisa al colegio de huérfanos ferroviarios. Todo este compendio de relaciones y jugueteos, de alguna manera provocarán en la joven vendedora de helados –siempre provocadora a la llegada de los trenes-, una serie de situaciones que denotan por un lado debilidad y, en un segundo término, una extraña sensación de búsqueda oculta de madurez y estabilidad, en una existencia para la que parece no haber llegado aún ese ansiado grado de solidez.

Todo ello será mostrado por la cámara de Bolognini con un preciso juego de cámara –estupenda la fotografía en blanco y negro de Carlño Carlini, subrayando la grisura del ambiente mostrado dentro de un contexto en el que paradójicamente predomina un tono destacado en la ausencia de elementos agridulces. El italiano sabe combinar esa sensación de crónica cotidiana, con aspectos en los que poco a poco el espectador –a través de su principal personaje femenino- sabe apreciar esa sensación de desamparo y, sobre todo, desconcierto, vivido por Marisa, que recurre de hombre a hombre, con la mayor inocencia del mundo, recibiendo negativas de aquellos a los que desea, desengaños con los que se compromete, y desprecio del que de verdad ama. Por otro lado, el film de Bolognini cuenta en el equipo de guionistas la presencia de Pier Paolo Pasolini –como otros títulos suyos-. Y algo de ello se traslada en la propia configuración física de sus jóvenes protagonistas –algo que transmiten los rudos y atractivos Salvatori y Aranda, especialmente, de los que utiliza además un claro matiz erótico –el momento en que Marisa riega como venganza al primero de ellos, manifestando con ese gesto de rebeldía, el sincero amor que mantiene por él, y que ha mantenido oculto durante bastante tiempo-.

Dentro de la aparente ausencia de pretensiones que propone MARISA LA CIVETTA, lo cierto es que tanto su recorrido argumental como la plasmación fílmica del mismo, adquiere un grado de matización de considerable calado, sabiendo articularlos dentro de un marco de una cotidianeidad en el que parece que nada nuevo va a suceder con el paso de los días. Por momentos, parece que nos encontremos en una versión italiana de la muy reciente –entonces- CALABUCH (1956) de Berlanga, también dentro de un marco costero, en un colectivo habitado por seres que se conocen de toda la vida, y en el que la presencia inicialmente adusta de Antonio, se erigirá como un elemento de conflicto para nuestra joven e inocentemente provocadora protagonista.

Pero del film de Bolognini uno se queda ante todo con esos instantes en donde aparece un cierto grado de ternura. Es algo que se aprecia en esos paseos y momentos vividos entre Marisa y Angelo junto al mar, en el gesto de desolación que vemos en un segundo plano, cuando esta descubre a Lucicotto en Roma viendo como comparte su servicio militar alternando con otras muchachas, o en esos emotivos minutos finales, donde esta y Angelo se plantean entre ellos esa en principio imposibilidad de compartir su vida, ya que ello tendría que ir acompañado de la ruptura de las costumbres de uno de ellos. Finalmente, y dentro del tono de amable crónica que marca esta sin duda apreciable propuesta, será nuestra protagonista quien se atreva a romper con esa pequeña y aparente jaula en la que –de forma amable- ha desarrollado hasta entonces su existencia-. Quizá se exprese de manera un tanto abrupta, pero no es menos cierto que esos travellings laterales que nos muestran a Marisa y Angelo dirigiéndose al barco que le llevarán a casa de los familiares de este, logran trasladar a la pantalla una sensación de liberación, no solo para esa muchacha que en realidad no ha vivido la realidad de su existencia, sino para unos espectadores que sienten esa sensación de alivio, en esta historia que combina su alcance popular, dentro de los cuales se aprecia el resquicio de unos modos de comportamiento y costumbrismo, ya prestos a formar parte del pasado.

Calificación: 2’5

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