GORGO (1961, Eugène Lourié)
Cerrando una escasa filmografía como realizador de cara a la gran pantalla –sus especialidades se centraron en la de dirección artístico o de producción, faceta en la que logró una nominación al Oscar, y participó en títulos como LIMELIGHT (Candilejas, 1952. Charles Chaplin)-, GORGO (1961) fue una muestra más de la querencia de Eugène Lourié por el cine de ciencia-ficción, proponiendo una película que en modo alguno cabe calificar como memorable, pero que dentro de sus insuficiencias merece un cierto detenimiento. De entrada, me gustaría hacer una precisión –y suelo ser bastante tolerante en este terreno-; destacar la lamentable edición de la película existente en DVD por parte de la firma Cinema International Media. Al hecho de no disponer de mejora anamórfica, la pobrísima calidad de su imagen, se añade la aberración de habérsele amputado unos diez minutos sobre su metraje original. Es algo que se percibe en determinados instantes, con unos cortes muy abruptos que resultan incalificables de admitir en cualquier edición de este tipo, e impiden calificar en su total medida lo que nos podría ofrecer la película.
Hecha esta importante referencia, cabe señalar de entrada que GORGO se ofrece como una propuesta que parte de cierto grado de extrañeza, iniciándose de modo percutante, con la repentina explosión de un volcán en plenas costas irlandesas. No muy lejos del eje de dicha explosión se encuentra un barco comandado por Joe Ryan (Bill Travers) y Sam Slade (William Sylvester), dedicados a la caza de tesoros. Pese al riesgo que ello conlleva estos seguirán con sus intenciones, aunque tengan que efectuar una reparación en su barco, lo que les llevará a la costa, donde serán recibidos con no poca hostilidad por sus moradores –quienes se caracterizarán por el empleo del idioma gaélico, para distanciarse de los británicos-. Esa hostilidad solo tendrá una excepción; la inclinación hacia los protagonistas de un pequeño que a partir de ese momento los acompañará en todos sus viajes, y que hasta entonces ha sido ayudante del cabeza de los pescadores y buscadores de tesoros que se albergan en la isla. De repente, en medio de las tensiones entre lugareños y forasteros, aparecerá desde el mar una enorme criatura de unos veinte metros de altura, emergida a raíz de la explosión con la que se ha iniciado la historia. Las autoridades militares y científicas inglesas mostrarán su escepticismo inicial ante el hallazgo, pero finalmente unos científicos desplazados hasta la zona harán valer la excepcionalidad del hallazgo, proponiéndoles el traslado hasta Dublín. Sin embargo, los expedicionarios, que han logrado capturar el extraño animal mediante un inverosímil uso de redes, preferirán aceptar la propuesta de un circo de Londres, que les ofrece cincuenta mil libras y un porcentaje de entradas, a la hora de exponer la bestia al gran público. Así se hará, con llenos espectaculares, teniendo retenida la misma en un receptáculo de singulares características. Con lo que no contará nadie, es que en realidad “Gorgo” –así se bautizará a la criatura- es un pequeño ser cuya madre es un gigantesco dinosaurio que emergerá en la citada isla, la cual destruirá, y llegará hasta Londres siguiendo el reguero que han dejado en el camino marítimo en torno a su descendiente –el agua con que se ha rociado a la misma-. La llegada del monstruoso animal provocará una auténtica catástrofe en la capital inglesa, destruyendo miles de vidas humanas y todos lo símbolos de la misma, hasta concluir con lo más simple; el retorno a la naturaleza lo que es propio de la naturaleza.
Al margen de esa antes señalada y evidente ausencia de metraje que se desprende de la copia visionada, las mayores virtudes de GORGO no proceden, ni de lejos, del nulo estudio de caracteres que ofrece –atención a ese niño del que no se entiende la fascinación que emana hacia los marinos que llegan a la isla, marchándose con ellos-. Incluso a la carencia de verosimilitud que brindan no pocos de sus pretendidos momentos o acciones –el primer ataque de “Gorgo” a la costa de la isla, la manera con la que esta es capturada y sobrellevada en el barco hasta Londres…-. Por el contrario, para poder degustar los moderados atractivos de la función, uno tiene que apreciar aspectos como ese aire malsano de sus instantes iniciales, en los que el espectador –junto con sus personajes- advierte peligro, sin saber en que se puede materializar. En la contemplación de esos extraños peces –supuestamente abisales- con los que se encuentran los buscadores de tesoros cuando en pequeñas barcas se van a dirigir a la isla. Sin embargo, si por algo GORGO pasará a la pequeña historia de la ciencia-ficción británica, reside en ese tercio final, en el que la presencia de la bestia, madre de la criatura que se expone para el deleite de unas masas que se muestran con sosería ante el monstruo –un detalle más de la carencia de densidad humana del relato-, provocará auténticos estragos en la capital británica. A pesar de la ubicua presencia de un periodista que va narrando lo que las imágenes nos describen con la suficiente contundencia. Lo cierto es que el tramo en el que la gigantesca criatura arrasa con la ciudad puede calificarse como un capítulo de especial brillantez. La destrucción del Big Beng, el puente más carismático de la ciudad, los túneles incluso del metro, la huída en estampida de una población aterrorizada, que no podrán impedir resultar víctimas en buena parte de ellos, comporta un episodio que aún mantiene un notable grado de impacto, pese a la evidencia de maquetas. Lo cierto es que no me cabe duda que el clímax de la película, pudo servir como referencia al Roy Ward Baker de la admirable QUATERMASS AND THE PIT (¿Qué sucedió entonces?. 1967), para que este plasmara –de forma notablemente mejorada-, esa destrucción de un lugar emblemático como la capital inglesa-. Hagamos excepción de la escasa credibilidad que proporciona la falta de puntería de instrumentos bélicos de grandes dimensiones, ante una bestia colosal. Son elementos repletos de ingenuidad, que no impiden que en sus instantes más intensos, el film de Lourié albergue un cierto grado de aterradora sensación de terror colectivo. Todo ello, a mi modo de ver bastante más eficaz que en muchos productos de nuestros días, en los que la abundancia y perfección en los efectos especiales, son incapaces de alcanzar esa inquietud que sí manifiesta, pese a su discreción, GORGO.
Calificación: 2
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