AMBUSH AT TOMAHAWK GAP (1953, Fred F. Sears)
No hace demasiado tiempo comentaba un film firmado por el extraño Harry Keller, titulado QUANTEZ (1957). El visionado de AMBUSH AT TOMAHAWK GAP (1953) –que la precede en el tiempo-, me ha recordado poderosamente las similitudes que presenta esta pequeña pero estimulante serie B de la Columbia, caracterizada por su aliento claustrofóbico, al tiempo que introduciendo en ella a una de sus estrellas juveniles –John Derek-, en aquellos años internándose en diversos géneros, en especial el de aventuras. He de decir de entrada que no esperaba gran cosa de la película, al estar firmada por un artesano del que nunca había contemplado título alguno, pero que goza de más bien escaso –por no decir nulo- prestigio; Fred F. Sears. Para mi relativa sorpresa, esta película de poco más de setenta minutos de duración, logra erigirse en un auténtico apólogo moral dentro del terreno del contraste de la avaricia y la búsqueda de una redención y una segunda oportunidad en la existencia. Para ello, la propuesta se inicia con el traslado de cuatro presos hasta una localidad innombrada. Han permanecido encarcelados durante cinco años por un asalto cometido, tras el cual el hermano de uno de los acusados escondió con el botín y logró escaparse. Los cuatro ex convictos son Egan (David Brian), hermano del depositario del dinero y cabecilla del grupo, al tiempo que el miembro más cruel del mismo; McCord (John Hodiak), que en su momento fue injustamente encausado por el asalto sin haber estado implicado en el mismo, aunque desea resarcirse de los años de prisión reclamando una parte del botín –en concreto dieciocho mil dólares-. Al margen de estos dos personajes, entre los que desde el primer momento se observará una clara hostilidad, se encontrará el joven y arrogante Kid (Derek), que siempre encontrará la protección del veterano Doc (Ray Teal), quien no dejará de recomendar al muchacho que se olvide del pasado e intente fraguar una nueva vida alejada del delito. Ambos se dirigirán hasta la pequeña y en teoría casi abandonada población de Tomahawk, donde presuntamente se debería encontrar el botín anhelado por los cuatro. El enfrentamiento inicial en la taberna de la localidad en donde han recalado, dejará noqueado a McCord, marchándose los otros tres camino a la citada Tomahawk, y logrando este un caballo vendiendo su lujosa silla de montar a uno de los clientes de la casi desierta taberna, con la intención de seguirlos –en dicha operación descubrirá que el hermano de Egan murió tiempo atrás-. Lo logrará, ya que estos han comprado caballos de poca resistencia, logrando salvarlos de un asalto de los apaches. Actuará de tal modo no por sentido de la hidalguía, sino por el objetivo compartido de alcanzar el botín deseado, teniendo los tres restantes que volver a readmitirlo.
Un nuevo elemento se incorporará al grupo, una joven navajo (Maria Elena Marques) que en apariencia se disponía a atacarles y será reducida por los protagonistas. El joven Jim será herido en un brazo de forma grave, temiéndose por su vida y planteándose dejarlo abandonado, dada la imposibilidad de proseguir con él hasta llegar a la localidad. Sin embargo, los desvelos de Doc –que logrará extraerle la bala incrustada- y la inesperada ayuda brindada por la muchacha –en la que se adivinará una pronta atracción por este-, aplicándole tabaco en la herida, permitirán que Kid no muera y pueda recuperarse ligeramente. Dentro de esta situación un tanto límite, los cinco llegarán hasta Tomahawk, convertido en un marco totalmente fantasmal. La imagen del mismo envuelto en una tormenta de arena, se convertirá en uno de los instantes más impactantes del film, aunque los expedicionarios se encuentren con un pozo que les permitirá reponerse del agua de la que han carecido. Al mismo tiempo la película aventurará su alcance fantasmagórico con la inesperada presencia de un alucinado Jonas (el veterano John Qualen), solo centrado en el cuidado del cementerio de la población, que se encuentra como la misma abandonado. La llegada de la tormenta obligará a los protagonistas a refugiarse en la abandonada taberna de la población, dejando a Kid tumbado en la barra de la misma, procurándole cuidados para que poco a poco vaya recuperando su fuerza –en ello tendrán importancia fundamental tanto Doc como la navajo que irá mostrando un creciente cariño hacia el joven, actitud que este corresponderá de forma sutil.
Soportando la inclemencia de la tormenta, llegará hasta allí ese personaje que vendió el caballo a McCord –Stranton, en realidad un agente que desea recuperar el botín-, siendo reducido junto al alucinado sepulturero, e intentando los expresidiarios buscar el lugar donde se encontraba el tesoro, que presuntamente era una de las tumbas de dicho cementerio. La sorpresa será mayúscula al comprobar que la caja se encuentra vacía, por lo que se apoderará en ellos una búsqueda frenética que llegará a destrozar el entorno de la taberna. Y a ello se sumará la legada de los apaches –espoleados de manera indirecta por la llamada a través de un espejo que ha propiciado el agente que pretendía llamar a componentes de las tropas del ejército-. Tomahawk se convertirá en una autentica batalla campal. En una catarsis de considerable fuerza, poco a poco irán cayendo tanto una ingente cantidad de apaches, como los componentes de este grupo de hombres y una mujer ligados en esta circunstancia límite.
A partir de la ya señalada consideración de serie B, desarrollando la acción en escasos marcos –en especial el interior de la desvencijada taberna de la fantasmal población- AMBUSH AT TOMAHAWK GAP queda definido como un relato caracterizado por la intensidad de su trazado, haciendo gala de una más que estimable descripción de personajes. La reducida galería que atesora permite a Sears centrarse en ellos con una especial dedicación, incidiendo tanto en la malignidad y la sexualidad reprimida de Egan –una panorámica vertical sobre un dibujo femenino insinuante será uno de los primeros planos de la función-, la mezcal de sentido de la justicia y el resentimiento de McCord, y la extraña relación, entre paterno filial y homoerótica, que Doc sentirá hacia Kid –el instante en que el primero muera en brazos del segundo por el acoso de los apaches quizá supongo el instante más conmovedor del film. Añadamos a ello el arrepentimiento que demostrarán hacia los dos rehenes atados y la muchacha que han dejado en la taberna para huir del acoso indio. Ello permitirá a Kid comprobar que lanavajo en realidad nada tenía que ver con los apaches y no tuvo relación alguna con la llegada de estos, recuperando el cariño que le profesaba.
Cierto es que en la película se abusa en exceso en el ataque de una incesante pléyade de indios, hasta el punto de resultar difícil de creer que tan pocos resistentes puedan acabar con ellos. Del mismo modo, resulta artificioso e innecesario ese flash-back que nos retrotraerá a cinco años atrás, describiendo el momento en que se produjo el enterramiento del botín. Sin embargo, el film de Sears alberga por un lado una conclusión llena de fuerza –McCord se sacrificará estallando con un barril de pólvora, para poder salvar a Kid y la muchacha, en una situación límite-, y concluirá con una demoledora panorámica hacia la derecha, una vez todos los personajes han muerto violentamente –incluido el sepulturero, atacado por dos potentes lanzas en un instante percutante-, salvo la pareja de jóvenes, mostrando el lugar donde se encontraba escondido el dinero, ardiendo en el fragor de una cruenta batalla. Una conclusión con ecos del Huston de THE TREASURE OF THE SIERRA MADRE (El tesoro de Sierra Madre, 1948), que proporciona un extraño alcance transgresor a este western tan modesto en sus formas como atractivo –dentro de sus limitaciones- a la hora de insertar un ambiente casi asfixiante, a través de una reducida galería de personajes, con cuyos comportamientos, virtudes y debilidades nos iremos familiarizando de manera progresiva.
Calificación: 2’5
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Germán -