Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

WORLD FOR RANSOM (1954, Robert Aldrich)

WORLD FOR RANSOM (1954, Robert Aldrich)

Hay títulos que adquieren un especial interés a la hora de ser contemplados, un atractivo suplementario al de sus propias cualidades, en ocasiones solo discretas o menguadas. Este es el ejemplo que brinda WORLD FOR RANSOM (1954) segundo de los largometrajes firmados por el norteamericano Robert Aldrich –cuya referencia como tal no figura en unos títulos de crédito que no reflejan director alguno-. La película tiene como punto de partida un formato de clara serie B adscrita a la Allied Artist, procediendo de un inicial origen televisivo. En concreto, los apenas diecisiete días de rodaje que dieron como fruto el título que nos ocupa, tienen su origen en la serie China Smith / Captain China en la que Aldrich firmó cuatro de sus episodios. A partir de dicha base, se aprovecharon escenarios, elementos y personajes, en una ficción que tenía como marco una Singapur que en todo momento aparecía entre brumas –potenciada por la mano del operador Joseph F. Biroc, al igual que el músico Frank De Vol, posterior colaborador habitual del realizador-. Un fondo de reminiscencias de melodrama noir, con lejanos y un tanto pobres ecos de CASABLANCA (1942, Michael Curtiz), en el que destacará un personaje de escasa presencia en el relato, pero que no dudo en considerar el más atractivo; el de esa vendedora de lotería que aparecerá en los primeros y últimos compases del relato –quizá escondiendo en su mirada melancólica una secreta admiración hacia el protagonista del film-, al tiempo que siendo testigo de una de las secuencias claves del mismo.

Sin embargo, los derroteros de WORLD FOR RANSOM –en el que participó igualmente no acreditado como guionista el blackisted Hugo Butler, al que Aldrich siempre ha atribuido la totalidad del mismo, destacando entre ella una hermosa frase pronunciada por la oriental vendedora de la suerte “arriésguese, Sr. Callahan. El amor es un mirlo blanco, pero no puede comprarlo”. Y es que, en realidad, con todas sus notables limitaciones, pero también con la simpatía con la que se degusta esta pequeña producción de menos de ochenta minutos de duración, nos encontramos con una película en la que aciertos –sobre todo de atmósfera, planificación y en la descripción y desarrollo de algunos de sus personajes- y hasta torpezas –llegadas de la mano fundamentalmente de la dependencia del original televisivo, o en la mezcla de pequeñas subtramas- en ciertas ocasiones no se ensamblan con pericia. Es más, en algún momento se llegan a detectar fallos de raccord. No obstante, la película se inicia con unos primeros minutos llenos de atmósfera, describiendo esa supuesta Singapur en la que se desenvuelve el ya curtido Mike Callahan (Dan Dureya), un ex combatiente de la II Guerra Mundial, que es reclamado –en una secuencia dominada por un amenazante picado en toma fija-, para que colabore en una alambicada trama que encerrará una serie de enfrentamientos desarrollados en dicho contexto. Una base argumental que pronto se embarullará a la hora de verse implicado un viejo amigo del protagonista –Julian March (Patrick Knowles)- oficial del ejército británico y esposo de la que en su momento fue su novia –Frennessey (Marian Carr)-, en el secuestro de un físico nuclear –Sean O’Connor (Arthur Shields)- capaz de crear una bomba atómica, en un plan urdido por el avieso Alexis Pederas (Gene Lockhart).

Se entenderá que semejante barullo argumental podría arruinar una película tan modesta como la que se plantea, en la que en algún momento incluso los muros parecen temblar, y donde Aldrich no duda en alguno de sus movimientos de cámara despreciar la presencia de paredes. Son las carencias de una producción en la que aparecen numerosos agujeros -¿Cómo los oficiales británicos muestran a Carrigan, presunto acusado del crimen del fotógrafo, el puñal que podría incriminarle como si tal cosa? Detalles como estos son los que impiden que el conjunto de WORLD FOR RANSOM no sobrepase la barrera de la discreción, aunque cierto es que la misma ha de verse ante todo como un borrador de algunas de las inquietudes estilísticas que poco después Aldrich pondría en practica en su cine con mayor grado de acierto. Esas búsquedas formales de índole expresionista que podrían ejemplificar las escenas que el protagonista mantiene con tu antigua enamorada, siendo planificadas desde las rejas circulares de un objeto situado en primer plano. Del mismo modo, buena parte de la disposición de los actores dentro del encuadre en secuencias de interiores se centra en la clásica ubicación de uno en primer plano y potenciando –en ocasiones con artificio- la profundidad de campo. Sin embargo, me gustaría destacar una secuencia que a mi modo de ver prefigura de manera notoria otra similar inserta en la parte final de la maravillosa VERA CRUZ (Veracruz, 1954). Se trata la del ascenso de Carrigan por el cuartelillo en donde se encuentra la metralleta del vigilante que custodia el recinto en cuyo interior se mantiene secuestrado a O’Connor. Es un pequeño episodio casi calcado, que irá precedido de la lucha en la que se percibirá una especial complicidad entre el oficial británico que le ha seguido. Una relación en la que lo mejor y lo peor casi se dará de la mano de un plano a otro, aunque en última instancia a dicho oficial se le deje herido y en la narración nunca volvamos a saber que es de él.

La película finalizará apelando a la decepción por parte de Carrigan, que en defensa propia ha tenido que eliminar al despreciable March, descubriendo que en realidad la que fue el amor de su vida había jugado con él para sacar adelante a un esposo del que, pese a todo, se encontraba totalmente enamorado. El escepticismo volverá a un ser de por sí caracterizado por una personalidad taciturna, que rechazará esa insinuante y cálida alusión de la vendedora de lotería, volviendo a ser uno más, en esa brumosa urbe de Singapur, tal y como empezó esta pequeña, discreta pero al mismo tiempo hasta cierto punto entrañable película, primeriza y apócrifa de Robert Aldrich.

Calificación: 2

1 comentario

JORGE TREJO RAYÓN -

que bueno que no aparece aldrich como director de esta que te pareció entrañable película. Yo intenté verla por el gusto que tengo por dan duryea, pero no aguanté más allá de 15 minutos.