INSIDIOUS (2010, James Wan) Insidious
La libertad que como espectador me puede permitir ir contemplando de forma aleatoria obras de cineastas que puedan encontrarse de mayor o menor grado de actualidad, logra ante todo que mi visión sobre su andadura aparezca de forma tan subjetiva como libre. Es por ello que mi segundo encuentro con el cine del malasio James Wan –tras la apreciable y poco valorada DEAD SILENCE (Silencio desde el mal, 2007)-, me haya permitido disfrutar del ascenso cualitativo que se produce en su cine con INSIDIOUS (2010), todavía hoy uno de sus mayores éxitos, quizá solo superado por el reciente THE CONJURING (Expediente Warren, 2013). Lo cierto es que la sola contemplación de los exponentes antes señalados, permiten de entrada descubrir un cineasta dotado de una serie de constantes –que no solo se insertan en la reiteración por el cine de terror-, albergando en ellas la esperanza de consolidar un referente del género, al cual desde luego se apresta con modos que equidistan el respeto a sus elementos tradicionales, con la aportación de aspectos novedosos e incluso atrevidos. Comprada con la ya señalada y atractiva DEAD SILENCE, INSIDIOUS gana de forma considerable. Y lo hace desde la seguridad con la que plantea una propuesta inmersa dentro del terreno de las casas encantadas, haciéndolo de una premisa novedosa para el genero; su naturalidad.
Nos encontramos en el contexto del traslado de la familia Lambert hasta una nueva y confortable vivienda. El cabeza de la misma es John (un Patrick Wilson ideal para encarnar el nuevo prototipo del americano medio emprendedor), profesor siempre enfrascado en su profesión. Su esposa es Renai (Rose Byrne), y junto a ellos se encuentran dos hijos. Muy pronto, casi antes que sus propios protagonistas, el espectador irá percibiendo mediante pequeños y casi insignificantes elementos, que la vivienda alberga algo extraño. Diminutos detalles, pérdidas incomprensibles, situaciones que pueden tener tanto de olvido doméstico como de oscura ascendencia, van permitiendo sobre todo a Renai adquirir una extraña sensación de inquietud, en principio quizá no justificada –la aparición de la caja con sus partituras en el extraño ático de la vivienda, el visionado de una extraña figura cuando va a visitar la habitación de uno de sus hijos-. Esa progresiva gradación de lo inquietante, se encuentra sin duda entre los mayores hallazgos del acervo del relato. No obstante, un dramático acontecimiento ensombrecerá la vida de los Lambert, el extraño accidente sufrido por su hijo mayor –Dalton (Ty Simpkins)- que lo dejará en coma, aunque en realidad los médicos no encuentren explicación para su situación, ya que las pruebas realizadas en modo alguno concuerdan con dicho diagnóstico. Una vez trasladado a la casa, será el inicio de una espiral de situaciones en las que el crescendo terrorífico irá en aumento, hasta el punto de que el hermano pequeño de este afirme que ha contemplado a Clayton caminar por la noche. Se percibirán presencias aterradoras, de noche ruidos inexplicables, la puerta de la casa aparece abierta de forma inexplicable… Será el punto de inflexión para que Renai convenza a su esposo para que abandone una vivienda que entiende en encuentra revestida de malignidad, y que para el propio Josh se asumirá como revelador, una vez sea protagonista de algunas de dichas situaciones límite.
La familia se trasladará con celeridad de lugar de residencia a otra más sencilla y luminosa… pero muy pronto comprobarán que la malignidad que de entrada se situaba en la anterior, en realidad se ha trasladado con ellos. Será el momento en el que la esposa tome la iniciativa -resulta curioso el aspecto pasivo que John asuma durante la función, salvo en su tramo central-, tomando contacto de manera efímera con un sacerdote y, más adelante con unos expertos en temas paranormales, ayudados por la madre de Josh (la excelente y ya veterana Barbara Hershey), quien con posterioridad revelará a su hijo que esta creciente espiral de terror acumulado, proviene en realidad del pequeño Dalton, y que su propio padre cuando fue pequeño fue seguido en numerosas ocasiones por una presencia amenazadora que quedó reflejada en una serie de imágenes que ha mantenido guardadas hasta mostrárselas en ese momento, ya que el trauma que este viviera con ocho años lo mantenía en el olvido. Ante la abrumadora evidencia existente, el esposo permitirá que los investigadores efectúen sus tareas, descubriendo la veterana medium que los encabeza el eje del mal que Dalton sobrelleva; ha sido un muchacho que, al igual que su padre, tuvo facilidad para realizar viajes astrales, en uno de los cuales ha quedado imbuido en una extraña e invisible zona de la que no sabe regresar, intentando aprovechar la ausencia de consciencia en su cuerpo para ser ocupado por otras criaturas muertas que desean regresar a la vida, aunque en ellas no se vislumbren intenciones nada positivas.
Esa capacidad de avanzar en terrenos poco explorados del género –la introducción de una temática inusual a la hora de explicar la ausencia de conciencia del pequeño en coma-, y las terroríficas visitas que recibirá, los rastros que dejará en sus dibujos previos, o incluso las percepciones que irán creciendo en el entorno de la familia y los investigadores que acudan hasta la vivienda, son elementos que dotan de un especial interés a INSIDIOUS. Pero más lo hace la cotidianeidad con el que es mostrado dicho proceso. Sin apelar a sustos innecesarios o, por el contrario, haciendo especialmente corpóreas o evidentes –las manchas de la garra con sangre que se encuentra en la sábana del niño-, las manifestaciones terroríficas, que provendrán de otro ámbito de existencia espiritual, lejano a la terrenal en la que viven nuestros protagonistas, pero al mismo tiempo en esa existencia paralela provistos de una lógica aplastante. No cabe duda que James Wan es consciente de querer dejar poco a poco una impronta en su cine, que sitúe su figura dentro de las nuevas corrientes renovadoras del género. Llegados a este punto, hay que reconocer que el camino emprendido es cuanto menos estimulante, esperando que a su égida no le ocurra lo mismo que a M. Night Shyamalan –del cual aún espero una recuperación de su inspiración como tal cineasta del fantastique-. Al igual que con Shyamalan, en INSIDIOUS, basándonos en su crónica cotidiana, Wan apela en no pocos momentos al alcance melodramático de su propuesta a la que, si despojamos de sus instantes y creciente espiral terrorífica, en realidad supone un drama familiar –son excelentes a este respecto, los instantes en los que un vencido Josh llora amargamente, superado por la espiral de acontecimientos vividos-.
Hay, que duda cabe, aspectos que pueden quedan un poco pillados por los pelos, como asumir que el padre de familia se quede en el instituto corrigiendo exámenes cuando su esposa se encuentra en la casa aterrorizada, o la manía –percutante e impactante, pero un tanto facilona-, de concluir el relato con un efecto no por lógico menos aterrador. Hasta llegar a ese punto, Josh tendrá que abandonar de nuevo –rememorando lo que le sucedía con facilidad de pequeño- su envoltura corporal, para recuperar a su hijo desde ese terreno oscuro y aterrador en el que se encontrará con una serie de extraños personajes, casi procedentes de una extraña galería de seres ubicados en una siniestra lista de espera en otra dimensión poco alentadora de la existencia.
Pese a esos pequeños reparos, no cabe duda que INSIDIOUS supone una propuesta novedosa, caracterizada por su sobriedad, por el acierto en la espiral de introducción de elementos inicialmente inquietantes y, de forma paulatina terroríficos, demostrándonos por un lado que no todo está ya planteado y plasmado en el género, y por otro que es más que probable que en pocos años, este joven cineasta se sitúe de forma definitiva, en esa siempre abierta galería de nombres significativos del cine fantástico contemporáneo. Incluso por encima de algunos otros entronizados a mi modo de ver de manera injustificada –y prefiero no citar nombres para evitar la controversia-.
Calificación: 3
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