Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

TRANSFORMERS (2007, Michael Bay) Transformers

TRANSFORMERS (2007, Michael Bay) Transformers

Que nadie se llame a engaño. Cuando alguien se enfrenta a la contemplación de cualquier producto firmado por Michael Bay, de antemano sabe que no encuentra ante un alter ego de Tarkovski. Ni siquiera ante aportaciones más o menos sencillas dentro de los géneros que practica –por lo general, cercanos a la ciencia-ficción-. Ese abuso de la testosterona, el teleobjetivo “embellecedor”, el ralenti pretendidamente épico, el reaccionarismo patriotero, la música machacona, o un envoltorio formal tan ampuloso como innecesario… Herencias todas ellas que podemos marcar como origen en la ya lejana TOP GUN (Ídolos del aire, 1986. Tony Scott) –en la que sin participar activamente, tuvo como enlace la figura del futuro colaborador suyo Jerry Bruckheimer-. Y es que entre ambos podemos señalar sin embagues el enorme daño que produjeron a los cánones del cine de acción de los últimos tiempos, prostituyendo sin recato alguno las más mínimas nociones de puesta en escena, en beneficio de una estética enmarcada en el ámbito del videoclip más ramplón envuelto en superproducciones por lo general tan taquilleras como rechazables.

Dicho esto, de entrada puede suponer hasta un contrasentido que me decida a sentarme y visionar TRANSFORMERS (2007), con cuyo éxito Michael Bay inició una saga que le acerca al estreno de una cuarta parte de la misma, ya sin contar con sus principales protagonistas. Sin embargo, había y sigue habiendo en la película un elemento que en última instancia deviene curioso en el propio planteamiento del film, como es la confluencia de un ¿cineasta? tan marcado, en el ámbito de una productora no menos definida, como es la Dreamworks comandada por la figura de Steven Spielberg. Un motivo más que sobrado para intentar digerir esta un tato estrambótica historia que se centra en la lucha desarrollada en el planeta Tierra –por supuesto en tierra americana-, entre representantes de dos razas contrapuestas de robots procedentes de otros planetas. Uno de ellos son los Autobots, caracterizados por una personalidad bondadosa e incapaz de atacar a los humanos, y en su vertiente opuesta los Decepticons, definidos en su villanía a toda costa. Ambos se encuentran en nuestro planeta con el mismo objetivo, localizar un extraño cubo metálico que fue descubierto inesperadamente a finales del siglo XIX, y que proporcionará el flujo de la vida a quien lo posea. Dicho elemento fue encontrado por el tatarabuelo del joven Sam Witwicky (Shia LaBeouf), un joven un tanto estrambótico, caracterizado por su incapacidad para relacionarse con las chicas, o su astucia al programar sus ventas por ebay. Mientras tanto, en los países árabes el ataque de una fuerza inesperada –posteriormente descubriremos que procede de los Decepticons, ataca inesperadamente un regimiento estadounidense que comanda el joven capitán Lennox (Josh Duhamel). Dicho ataque alertará a las autoridades USA, iniciándose una espiral de sucesos paralela que poco a poco irá confluyendo en la tradicional explosión catárquica características de la mayor parte de los productos engendrados por la máquina de de fabricar blockbusters patrocinada por Bey. La jugada no le salió mal en esta ocasión, con una recaudación solo en USA que sobrepasó los trescientos millones de dólares, sirviendo como contundente base para esas prolongaciones antes citadas.

Lo cierto es que pese a dicha favorable coyuntura recaudatoria, TRANSFORMERS se inicia temiendo el espectador lo peor. Esos minutos iniciales describiendo el funcionamiento de una base americana –con tomas de vistas de sol embellecidas y con teleobjetivo, la ridícula humanización de Lennox, o ese ataque de la extraña bestia metálica, que se produce con tanta violencia como ausencia de secuelas en sus víctimas -no se aprecia una sola gota de sangre-. Esa temible premisa, se contrapone con la presentación paralela de la cotidianeidad de Witwicky, presentándolo como una especie de friky muy al estilo de las producciones juveniles de Spielberg décadas atrás. Es un aspecto en el que esa faceta del por otro lado gran realizador aporta un cuanto menos curioso contrapunto, servido con ocasionales excesos histriónicos pero general eficacia por el estupendo Shia Labeouf. En realidad, el elemento que permite que el film de Michael Bay no se convierta en otro de sus engendros pedantes, es precisamente la introducción de esa fauna familiar que rodea a Sam, esos padres totalmente abstraídos de la vida diaria del muchacho, o la presencia de ese viejo coche que le compra su padre y que, de manera inesperada, se convertirá de entrada en un poderoso aliado para que el muchacho logre llamar la atención de la voluptuosa Mikaela (Megan Fox) –un detalle ingenioso para ello será la articulación del coche de canciones románticas que expresarán aquello que el muchacho no se atreve a formular a la chica por la que se siente atraído-. Por fortuna, -aunque no tanto- esa parcela molesta, pretendidamente trascendente y patriotera –se llega a invocar la figura de J. Edgar Hoover- de la película, queda en un segundo término con el predominio de las andanzas de Sam, y su descubrimiento de que es extraño y avejentado vehículo que le ha comprado su padre, en realidad es uno de los representantes de los Autobots. A partir de ese momento, la película se interna en un terreno de luchas, en el que justo es reconocer la brillantez del capítulo de efectos especiales y digitalización, y el logro de un determinado ritmo narrativo que permite que la combinación de ambas facetas devenga al menos irritante que en otros títulos más característicos del ¿director? –que ya en THE ISLAND (La isla, 2005, Michael Bay) se reveló cuanto menos algo más digerible, hablando de los pocos títulos suyos que he tenido la paciencia de soportar; confieso que cuando en su momento contemplé ARMAGEDDON (1998, Michael Bay) estuve tentado de abandonar la sala-. Esa búsqueda de una acción pura, que alineada con cierto sentido del humor, dado sobre todo por parte del personaje encarnado por Labeouf –su oponente femenina solo está presente para lucir palmito-. Sin embargo, dentro de un conjunto tan distraído pero de entraña tan limitada, solo hay un elemento que de verdad llamó mi interés, muy por encima del maniqueísmo planteado por los dos grupos de gigantescos robots alienígenas –que por momentos me recordaron las lejanas e infantiles aventuras de “Mazinger Z”-. Me estoy refiriendo a la capacidad que se alberga de humanizar a ese Autobot amigo de Sam, al que se logra reducir e incluso apresar por parte de las autoridades militares. Instantes en el que observamos lejanos ecos de KING KONG (1933, Merian C. Cooper & Ernest B. Schoedsack), y que suponen una pequeña punta de lanza a la hora de observar las posibilidades que podría plantear un producto de estas características que no se detuviera solo en la acción pura y dura. No puede decirse que ese aspecto predomine en TRANSFORMERS, costoso y poco inspirado espectáculo palomitero que, al menos, evita el nubarrón que ha oscurecido por completo otras producciones auspiciadas por Michael Bay con mayor marchamo de entrada y, quizá justamente por ello, mucho más irritantes.

Calificación: 1’5

0 comentarios