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CINEMA DE PERRA GORDA

HOT BLOOD (1956, Nicholas Ray) Sangre caliente

HOT BLOOD (1956, Nicholas Ray) Sangre caliente

A pesar de la sorprendente –por lo entusiasta- valoración que Bertrand Tavernier y Jean-Pierre Coursodon realizaban de HOT BLOOD (Sangre caliente, 1956), dentro de su por otro lado bastante crítica visión de la obra de Nicholas Ray, lo cierto es que no podemos afirmar otra cosa que el hecho de asistir a un extraño corpúsculo dentro de la obra del cineasta, situada además tras una de sus obras mayores REBEL WITHOUT A CAUSE (Rebelde sin causa, 1955) y la imperfecta pero apasionada BIGGER THAN LIFE (1956). Una curiosa y –reconozcámoslo- un tanto incómoda presencia del director en una concesión al cine de estudios, poniéndose al servicio de la Columbia, para dar vida a este simple, simpático, esquemático, colorista y superficial producto, que intenta seguir la estela del mucho más logrado CARMEN JONES (1954) de Preminger, intentando combinar gran espectáculo en Technicolor y CinemaScope, aunque buscando encontrar en las manos de Ray un realizador que supiera llevar a buen puerto una historia en la que el elemento exótico tuviera un importante protagonismo.

Sin embargo, cualquier conocedor de su filmografía, podría detectar que en aquellos momentos su director se había convertido en uno de los cineastas que apostaron de manera más decidida en su obra por la comprensión por los oprimidos y marginales. Lo que iba del joven delincuente de KNOCK ON ANY DOOR (Llamad a cualquier puerta, 1949), el joven introvertido que encarnaba Sal Mineo en la ya citada REBEL WITHOUT … o, incluso, en los protagonistas de su debut con THEY LIVE BY NIGHT (1948). EsA capacidad de empatizar con las minorías, es evidente se encuentra presente en esta, con todo, curiosa película, en la que el mundo de los gitanos queda envuelto en un conjunto caracterizado por sus fuertes tonos rojizos, y una intensa y dinámica sucesión de planos y situaciones dentro del encuadre. Una circunstancia que en buena parte de su relato se circunscribe en el ámbito de la comedia, intercalando en sus costuras, además de la presencia de pasajes musicales –quizá un tanto kitchs como lo son la propia descripción de vestuarios de la comunidad gitana newyorkina que presidirá la función- con otros elementos de índole dramática –el sutil apercibimiento de Marco Torino (el excelente Luther Adler) del padecimiento de una grave enfermedad; la tuberculosis, que le puede costar la vida si sigue desempeñando su cargo de patriarca de dicho colectivo-. A pesar de esa circunstancia, la película pronto recuperará su tono festivo a la hora de describir al hermano de este –Stephano Torino (Cornel Wilde)-, como un auténtico diletante, caracterizado por un pasado poco recomendable, y ligado a constantes y pasajeras aventuras amorosas. A su espalda, Marco y Theodore (un caricaturesco Joseph Calleia), padre de una pequeña familia gitana, han preparado la boda de Stephano con la joven y atractiva Annie (bellísima y fresca Jane Russell), hija de Theodore, a cambio de una dote de dos mil dólares. Todo ello se efectuará según las costumbres gitanas, sin contar con el propio interesado, que por su personalidad se encuentra más alejado de la ortodoxia de la propia tribu gitana a la que pertenece –su propio vestuario y actitudes lo revelan-.

A pesar de sus reticencias, y movido por el planteamiento que le brinda Theodore y su propia hija, este accederá a la ceremonia de esponsal al estilo gitano, teniendo la promesa de que Annie en el último momento renunciará a convertirse en su esposa. Y lo hará precisamente para provocar una especie de venganza en su posesivo hermano. Sin embargo, llegado el momento, esta seguirá con el compromiso nupcial como si nada se hubiera planeado, provocando tras la ceremonia un enorme enfado en el que ya se ha convertido su marido, quien le promete que muy pronto renunciará a esta unión. Será este el punto de partida de un auténtico e inofensivo juego entre el gato y el ratón, en el que tras la abierta irritación y rechazo que se manifiestan ambos contrayentes, se encerrará una latente y mutua atracción que, poco a poco, se irá manifestando, aunque para ello uno y otra tengan, en un momento dado, que esconder su orgullo. Y es que, preciso es reconocerlo, HOT BLOOD deviene una película inofensiva. Un auténtico juguete que sorprende al estar dirigida por las manos de un cineasta tan apasionado como Ray. Esta circunstancia no impide que la misma posea buenos momentos, o que la impronta de su realizador enriquezca algunos de sus pasajes. Es algo que podremos atisbar en esa leve panorámica vertical desde el punto de vista subjetivo de Stephano, con la que su director descubre la atracción física que este manifiesta por Annie, en el uso de la pantalla ancha que ya había experimentado con acierto en títulos precedentes, en la planificación de algunos de los pasajes musicales, y en el propio anacronismo que se expresa en la ritualidad y el propio aspecto de estos gitanos –que viven de leer las cartas a los incautos que se prestan a sus servicios-, en medio de una ciudad moderna donde dicha etnia aparece como un elemento casi fantasmagórico.

Al margen de esta circunstancia, lo cierto es que para disfrutar de los moderados elementos de interés que alberga la película, hay que asumirla como lo que es, una cinta que combina comedia y romance a partes iguales, caracterizada por su tono lúdico y superficial, en la que ciertos detalles aparecen realmente hilarantes –la confusión de los gitanos de la noche de boda de los protagonistas, a los que parece les guía la pasión, pero que en realidad se encuentran enfrascados en una violenta pelea-. Elementos que, si más no, contribuyen a hacer llevadera una cinta que no añade excesivos laureles a un gran realizador. Y dentro de la desmesura que caracteriza su metraje –la sobreactuación de algunos de sus característicos-, la película no dejará de mostrar un cierto hastío en la decisión de Stephano de abandonar su hogar conyugar, iniciando una gira con una muchacha rubia con la que ha estado flirteando, para junto a ella recorrer diversos clubs de escaso fuste ejerciendo sus habilidades en el baile. Junto a ello, hay que destacar el tratamiento intimista que se brinda de Marco, quien solo desea terminar de pagar esa caravana, a la que titula con pintura con el simbólico título de “una nueva tierra”, y con la que se despedirá de la responsabilidad de la tribu, al tiempo que intentará disfrutar con ella los que quizá sean los últimos pasajes de su vida. Será este un fragmento intimista, donde el cromatismo chirriante predominante en el resto del film, se modifique con la claridad de unos azules y una relativa tranquilidad en ese jardín donde se encuentra el vehículo depositado.

Al final, la razón imperará entre esos dos novios que van a renunciar a serlo mediante un juicio gitano. Mientras tanto, el díscolo hermano de Torino, descubrirá la razón por la que quería propiciar en él el relevo del mando de la tribu; la radiografía que señalaba una tuberculosis cuya cura pasaba de forma obligatoria por abandonar no solo sus responsabilidades sino, sobre todo, el clima urbano en que ha residido día a día. Será entonces el momento de intentar fraguar ese matrimonio que hasta entonces nunca se ha consumado. Así pues, cuando Annie, su padre y su hermano abandonan la habitación en donde se han encontrado –llevándose por otra parte todas sus pertenencias-, este seguirá a su esposa que ya circula en coche, aunque en el fondo desea ser localizada por su esposo al dar orden al conductor que lo haga despacio. Convencional conclusión a una extraña producción que oscila entre la comedia y el drama, entre la “guerra de los sexos” y la mirada entrañable a un colectivo que, si bien se muestra con un cierto alcance caricaturesco, es esa misma circunstancia, evanescente y festiva, la que en última instancia proporciona a este modesto HOT BLOOD su definitiva razón de ser, como un pequeño exponente de la filmografía del gran autor de JOHNNY GUITAR (1954).

Calificación: 2’5

2 comentarios

Pablito -

Desde las primeras cromáticas imágenes, sorprende e imanta. No es una obra maestra, pero es ese tipo de cine, que es cine y además de distraer te hace soñar. Nicholas Ray nunca defrauda y aquí hay que rasgarse las vestiduras de la forma que domina.

santi -

esta es una de las peores peliculas de nicholas ray , en posiblemente uno de sus peores momentos , al final de su filmografia solo se salva chicago años 30 y l.os dientes del diablo , ray pega un bajon considerable al final de la decada , tras haber empezado muy bien con por ejemplo en un lugar solitario, aun con todo esto otro clasico del cine norteamericano de siempre.