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CINEMA DE PERRA GORDA

TELL IT TO THE MARINES (1926, George W. Hill) El sargento malacara

TELL IT TO THE MARINES (1926, George W. Hill) El sargento malacara

¿Como intentar explicar el atractivo que ofrece una película como TELL IT TO THE MARINES (El sargento malacara, 1926) –editada digitalmente bajo el título ¡VIVA LA MARINA!-. No lo será por parecer casi un precedente de tantos y tantos exponentes obstinados en describirnos las supuestas virtudes del entrenamiento castrense, como método para enderezar la andadura vital de un joven. Ni siquiera para mantener el seguimiento de un realizador interesante como George W. Hill, caracterizado por su dureza fílmica sobre todo en los inicios del sonoro, y que falleció trágica y prematuramente en 1939, en apariencia a consecuencia de un suicidio. En realidad, más allá de sus virtudes cinematográficas –que las tiene-, el principal atractivo del film que centra estas líneas, lo marca el singular triangulo protagonista. Una singularidad que de entrada propone que en los títulos de crédito se destaque la figura de Lon Chaney, aunque en realidad el rol protagónico del film es el del joven William Haines. Actor olvidado en nuestros días –su abierta homosexualidad le costó una exitosa trayectoria que transmutó con su pareja como no menos considerado interiorista-, considerado una de las principales estrellas de la Metro Goldwyn Mayer en aquellos años, Haines aparece ante una mirada contemporánea como un actor de excelente dotación para la comedia, extendiendo su radio de acción incluso hacia la pantomima. En la película encarna al arrogante Skeet Burns, un muchacho que tripula un tren con la falsa intención de enrolarse en la marina. Desde el primer instante, el intérprete de la excelente SHOW PEOPLE (Espejismos, 1928. King Vidor) –quizá su rol más memorable-, describe el especial encanto que emana de su atractivo juvenil y deportivo, su dotación para una divertida e insólita gestualidad y, unido a ello, una desarmante naturalidad que incluso sorprende en nuestros días y, ante todo, nos obliga a reivindicar la figura de un intérprete que sin duda cabría insertar en la galería de los grandes comediantes de su tiempo, dentro de una personalidad en algunos aspectos cercana a Chaplin o Harold Lloyd, pero dentro de un ámbito provisto de una empatía ante la pantalla, que no dudo en señalar como poco frecuente en su tiempo.

Más conocida en la presencia de Lon Chaney en el reparto, en un rol que el propio intérprete destacaba entre todos los que encarnó, quizá por asumir un rudo argento del ejército, en un personaje para el que el excelente actor no solo no tuvo que aplicarse maquillaje alguno, sino incluso por el hecho de demostrar en el mismo un apunte melodramático digno de ser resaltado. En realidad, el nudo argumental del film de Hill, se encuentra en el constante enfrentamiento marcado entre el indolente Burns y su superior, el sargento O’Hara (Chaney), empeñado en todo momento en sacar partido a este joven incapaz de asumir no solo la disciplina militar, sino cualquier otro atisbo de responsabilidad. En medio de todo ello se interpondrá la figura de la joven enfermera Norma Dale (encarnada por la no menos magnífica Eleanor Boardman) -esposa de King Vidor e inolvidable protagonista femenina de THE CROWD (…Y el mundo marcha, 1928), obra cumbre de su marido-, a quien ambos pretenderán, estableciéndose el clásico triángulo amoroso entre ellos. Un marco dramático que servirá por un lado para que O’Hara inserte ciertas cortapisas de cara a imposibilitar que fructifique la relación de los dos jóvenes –consciente de que tiene más que perder en la supuesta contienda romántica a partir de su aspecto físico-, o la irresponsabilidad de Burns le juegue más de una mala pasada –sus efímeros devaneos con una prostituta en tierras tropicales-.

Lo cierto es que la impronta de Hill aparece de forma intermitente en ciertos pasajes, sobre todo cuando se inserta un cierto elemento “bizarro” en algunos instantes. La fuerza de los elementos en las estancia en dicha isla, cierto travelling nocturno de retroceso que nos muestra a Burns con la bayoneta calada, el episodio del ataque el territorio chino, comandado por un villano encarnado por el popular Warner Oland –más adelante intérprete de Charlie Chan- en donde Burns y O’Hara mostrarán de forma definitiva su empatía, la fisicidad que presiden no pocos de sus episodios, o el general acierto que permite que la película oscile entre la comedia, el drama o la peripecia de aventuras con notable sentido del ritmo. Sin embargo, no vamos a engañarnos. Si conseguimos dejar de lado el primitivo reaccionarismo de la propuesta, podremos disfrutar el talento mancomunado de tres magníficos intérpretes –en especial me gustaría remarcar la modernidad y frescura del magnífico Haines-, y al mismo tiempo reseñar dos pequeños apuntes. El primero, el desaprovechamiento de ese general con el que inicialmente se encontrará Haines al inicio del metraje en el vagón del tren –que podría haber dado juego en un futuro reencuentro con el insolente joven-. Por último, cabe resaltar la elegancia y cierta melancolía que desprende la secuencia final, con un Haines ya licenciado y vistiendo ropa normal, acudiendo de nuevo a la academia donde inició su formación cuatro años atrás, reencontrándose con O’Hara. El espectador no ha percibido aún la elipsis que el realizador ha insertado, descubriendo muy pronto que este se ha casado con Norma –que permanecerá escondida para no provocar más desaliento en este último-, sugiriéndole ser socio suyo en un rancho que ha comprado. Este declinará y se despedirá cálidamente del que fuera su díscolo discípulo, mientras una furtiva lágrima caiga por uno de sus ojos, que simulará ser una gota de lluvia caída del cielo, y prosiguiendo con los ejercicios militares de formación que, para bien o para mal, son la razón de ser de su vida, quizá por que su propia personalidad no le ha permitido seguir otro asidero vital.

Divertida, simplista y trepidante al mismo tiempo, TELL IT TO THE MARINES ofrece dentro de sus convenciones, una muestra de cine destinado al consumo del público de la época, para el cual sus casi noventa años de antigüedad aparecen dotados de una más que estimable vigencia.

Calificación: 2’5 

2 comentarios

Juan Carlos Vizcaíno -

Tiene razón. Gracias por la corrección.

Segundo De Vicente -

No es "Show boat", es "Show people". De nada.