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CINEMA DE PERRA GORDA

THE LAST PERFORMANCE (1927, Paul Fejös) Magia roja

THE LAST PERFORMANCE (1927, Paul Fejös) Magia roja

La enorme democratización que estamos viviendo en los últimos años, a la hora de acceder a numerosos títulos hasta entonces añorados durante largo tiempo, y carentes de un posible visionado, nos permite en esta ocasión acceder a THE LAST PERFORMANCE (Magia roja, 1927), rodada por el húngaro Paul Fejös al amparo de la Universal de Carl Laemmle. Un título realizado un año antes de firmar la que sería quizá la obra más perdurable de su filmografía, ese cántico sobre el desamparo urbano llamado LONESOME (Soledad, 1928). Poco a poco van apareciendo muestras del talento fílmico de Fejös, que nos permiten hablar de su lirismo y el deslumbrante uso de una técnica, equidistante entre las principales corrientes cinematográficas de su tiempo, hasta el punto de configurar un universo visual único y reconocible.

En esta ocasión –hay que hacer constar que la copia visionada parte de la versión danesa de la película, con subtítulos rotulados en noruego, y en la que quizá exista algún fragmento ausente, ya que nos encontramos ante un metraje que no supera la hora de duración-, Fejös se inserta dentro del ámbito de melodramas bizarros característicos que podrían representar exponentes tan míticos como THE PHANTOM OF THE OPERA (El fantasma de la ópera, 1925. Rupert Julian) y la posterior THE MAN WHO LAUGHS (El hombre que ríe, 1928. Paul Lení). En ambas será protagonista femenina la magnífica Mary Philbin, mientras que en la excelente propuesta de Leni se contará asimismo, como en este caso, con la admirable prestación del alemán Conrad Veidt. Son todos ellos, con sus diversas variantes, relatos que hablan de un amor no correspondido, provocando el drama interior en unos protagonistas masculinos que contemplan como su acusada y en ocasiones tormentosa personalidad, les impide acceder al sincero amor que sienten por jóvenes que no les corresponden en sus sentimientos. La bella y la bestia. La candidez junto a lo bizarro. La eterna pugna que en años precedentes fuera una de las marcas de fábrica en la obra de cineastas como Tod Browning, se expone en esta ocasión de la mano de “Erik el grande” (Conrad Veidt), un conocido mago de alcance mundial, caracterizado por una afilada personalidad que permite galvanizar a las masas a través de su magnética puesta en escena y el poder que emana de sus poderes hipnóticos. A partir de esa sencilla premisa, Paul Fejös pone en práctica una puesta en escena que destaca por su alcance innovador, permitiéndonos advertir su inventivo sentido de la puesta en escena, merced al sorprendente uso de la grúa. Con ello,  propondrán una dinámica y en ocasiones casi deslumbrante planificación que permitirá al espectador de la época, contemplar por vez primera el funcionamiento de las interioridades del funcionamiento teatral. Atrevidos contrapicados nos mostrarán como se insertan telones y escenografías en el funcionamiento del espectáculo protagonizado por Eric, quien cuenta como primera ayudante con la bella y juvenil Julie (Mary Philbin), teniendo al mismo tiempo como ayudante con Buffo (el posterior realizador Leslie Fenton), siempre receloso y secretamente enamorado de Julie. Esta se encuentra agradecida con Eric, quien solo espera que cumpla los dieciocho años de edad, para poder prometerla y que se case con él. La acción se iniciará en la larga gira que el mago desarrolla en Budapest, tras una de cuyas representaciones recibirá la visita de un joven hambriento que se introducirá desde la fachada a su habitación. Este es Mark (Fred MacKaye), quien merced a la compasión de Julie será admitido como nuevo ayudante en el equipo del artista, iniciándose entre la joven y este una creciente atracción, que si bien no será advertida por Eric, si provocará desde el primer momento el recelo de Buffo. Insólita plasmación de una cuádruple relación amorosa, que poco a poco irá adquiriendo sombríos matices, hasta que por mediación del resentido Buffo, inste a Eric a descubrir la relación que de manera secreta viven los dos enamorados. Este en primera instancia autorizará la relación entre ambos, pero en su mente se albergará la teoría de la venganza. Algo que se manifestará al producirse la en apariencia inesperada muerte de Buffo en la representación del último truco de Erik, que condenará a Mark como su autor, poniendo al muchacho en las puertas de una condena a muerte. Las pruebas serán contundentes en torno a su participación, y solo la mediación de Julie ante Eric podrá intentar salvarlo de una casi segura condena.

De entrada hay que partir de la base de encontrarnos ante un argumento de raíz folletinesca. Es algo bastante común a todo el conjunto de producciones de carácter bizarro planteadas en aquellos años. Películas que de entrada aparecían envueltas dentro de los parámetros del fantastique, pero que en realidad se extendían en dramas desaforados, que permitían la plasmación de atmósferas malsanas, así como personajes protagonistas torturados en su extrema sensibilidad. Es algo que se puede trasladar, punto por punto, a esta magnífica y apenas recordada THE LAST PERFORMANCE, en donde el realizador húngaro pone en práctica casi desde su primer fotograma, su afán experimental ante la cámara. La ya señalada movilidad de la misma, su querencia por las sobreimpresiones –las que se aplican sobre los rostros de los espectadores de la función-, llegando a incidir de manera muy especial en las facultades del gran Conrad Veidt –una vez más, portará maquillaje sobre sus ojos para incidir en la vertiente amenazadora de su ambivalente personalidad-. Sobre dicha base, descubrimos uno de los mejores episodios de la película, su práctica sobre el hipnotismo sobre los acomodados ocupantes de uno de los palcos, a los que llegará a trasladar una sensación colectiva de temor que es mostrada con un inusual e inquietante alcance, con un sentido de la inmediatez y el propio riesgo fílmico -¡Esos casi interminables primeros planos al rostro de Veidt!-.

Esa capacidad experimental aportada por su realizador, tendrá no pocas manifestaciones a lo largo del metraje; la querencia por mostrar exteriores urbanos caracterizados por su apunte expresionista, la fuerza visual de la planificación del instante en el que Erick descubre abrazados a los dos amantes, mostrando el momento mediante la proyección de la sombra amenazadora de este a gran tamaño, sobre el perfil empequeñecido de los dos amantes, el doble e impetuoso travelling de avance y retroceso sobre los comensales de la cena de cumpleaños que Eric ha dedicado a su amada, en donde anuncia su compromiso con Mark. Todo ello, en medio de un desarrollo dramático trufado de esa apuesta de Fejös por las innovaciones formales, sin que ello le haga descuidar el tratamiento de sus personajes. Antes al contrario, sirviendo como auténtico complemento a la tragedia compartidas por ese insólito triángulo amoroso, que alcanzará una apasionada catarsis en las secuencias de la vista sobre el presunto asesinato de Mark, en la que triunfará la autentica demostración del sincero amor que Eric profesa por Julie, aunque ello lleve aparejada su inmolación, tras descubrir y al mismo tiempo mostrar, la manera con la que escenificó el crimen de Buffo. Será, como él mismo señale antes de matarse ante el tribunal, la última función de un hombre provisto de gran magnetismo, pero al cual se le escapó poder vivir en carne propia la fuerza del amor.

Calificación: 4

1 comentario

Talibán -

Hola, Juan Carlos. He descubierto su blog hoy mismo. Este es un mensaje no para comentar nada sino para felicitarle. Recoge usted películas que generalmente tienen pocas referencias bibliográficas o en la red y que son muy interesantes. Enhorabuena, sus comentarios son excelentes. Un saludo