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CINEMA DE PERRA GORDA

LOST (1956, Guy Green) Secuestro en Londres

LOST (1956, Guy Green) Secuestro en Londres

Al igual que sucediera con muchos de los realizadores medios que poblaron el cine británico de aquellos tiempos, fue en la década de los cincuenta donde directores de las característica de Guy Green –oscarizado como operador de fotografía por su extraordinaria labor en GREAT ESPECTATIONS (Cadenas rotas, 1946. David Lean)-, fogueados en el cine de géneros, alcanzaron su mayor grado de interés. Todo ello,  en un periodo en el que pudieron ofrecer su competencia y ocasional inspiración, introduciendo además a través de sus imágenes esa querencia por el matiz psicológico que, a fin de cuentas, durante décadas se ha caracterizado por ser uno de los rasgos más inherentes a la personalidad del cine de las islas. Es algo que manifiesta, casi plano por plano, esta magnífica LOST (Secuestro en Londres, 1956), con la que Green alcanzaría estimo uno de los puntos más elevados de su no muy extensa filmografía –al menos entre los que he tenido oportunidad de contemplar, quizá junto al estupendo y controvertido THE ANGRY SILENCE (El amargo silencio, 1960)-. Rodada en un brillante Technicolor de vivos tonos de filiación inequívocamente inglesa, se metraje se erige en una valiosa indagación en torno a las consecuencias que en una acomodada familia tiene la inesperada desaparición de su pequeño de año y medio de edad. Hace muy poco tenía la ocasión de revisar un título coetáneo al que comentamos, rodado en USA y que narraba una circunstancia bastante similar. Se trata de RANSOM! (Rapto, 1956. Alex Segal), que en contraposición con el título que comentamos, dejaba bien a las caras el convencionalismo de su visión paternalista de la vida familiar norteamericana. Por el contrario, Green apuesta en este relato de Janet Green, por una visión descriptiva de la sociedad inglesa de su tiempo, y una visión desencantada de la crisis de una familia acomodada y en apariencia sólida. Al mismo tiempo, se insertará een los senderos de un suspense casi hitchcockiano en algunos de sus instantes más intensos, hasta el punto que por momentos se tiene la sensación de asistir a una especie de preludio de ciertas famosas set pièces que poblarían la filmografía del realizador de PSYCHO (Psicosis, 1960).

Con ese sentido de la desdramatización característico del cine inglés, LOST plantea la súbita desaparición de un pequeño de año y medio, fruto del matrimonio formado por el funcionario diplomático norteamericano Lee Cochrane (David Knight) y su esposa, la mundana diseñadora de modas Sue (Julia Arnall). Desaparecerá cuando la criada de ambos pasea con el coche del pequeño, dejándolo en la puerta mientras hace una consulta en un comercio. De forma paralela se desarrollará la búsqueda del pequeño por parte del inspector Craig (magnífico David Farrar), junto a la peripecia de los propios padres del mismo. Más allá del interés y al mismo tiempo la serenidad con la que se describe el intento de encontrar al bebé –al que en todo momento se mantendrá la interrogante de cómo y quién lo secuestró o se apoderó de él-, el atractivo del film de Green, que ya no dudo en considerar en su magnífico resultado, se plantea en la vigorosa impronta psicológica que desarrollan sus fotogramas. Una elección que de manera deliberada le aleja de ese peligroso alegato a favor de la unidad de la familia que podría haber presidido su enunciado o, en una vertiente similar, una crónica hagiográfica en torno a la eficacia de la labor policial. Por el contrario, su discurrir sabe ondear en círculos complejos tanto en el retrato de caracteres y perfiles, como a la hora de analizar comportamiento y situaciones. Así pues, la película no duda en mostrar la fragilidad en la aparente estabilidad del matrimonio protagonista, al que se retrata tanto en su cómodo estatus económico, pero en la que muy pronto se observará la debilidad en la psicología del padre, en todo momento arrastrado por el perfil dominante de la esposa. Nos los mostrarán durmiendo separados, con una madre que solo en el momento de observar la ausencia de su hijo, quizá en realidad asuma su condición de madre. No habrá quien falte a la hora de cuestionar esa visión aludiendo a una cierta misoginia, pero es que la intensidad del drama psicológico que ofrece LOST, se extiende con mucho en la presunta adscripción a una determinada visión. Y es llegado a este punto, cuando el trazado del film de Green, destaca de manera poderosa a la hora de ofrecer la cotidianeidad de la vida de los agentes de policía.

A partir de dichas premisas podremos detectar en la progresión dramática del relato, una estructura escalonada, en la que todos y cada uno de los episodios expuestos, añaden elementos suplementarios de interés a la hora de enriquecer esa visión global de la vida inglesa de su tiempo, o de la propia idiosincrasia o contexto de sus principales personajes. En la película no faltará ni el apunte humorístico, contemplando a la dependienta de un comercio que llegará a plantear a Craig su convencimiento de que han sido los rusos ¡Quienes han raptado al pequeño! Pequeños detalles como esos, los propios modos de investigación de la policía, la soledad que se intuye –y se comenta- de la vida privada de Craig, la posibilidad de una soledad compartida que se insinúa con una de las agentes que se le ha destinado, la frontera existente entre la colaboración ciudadana y la sensación de bordear o incluso sobrepasar la misma –el encuentro de los padres con un matrimonio que se encuentra casi en la miseria-. Elementos dramáticos tan sugerentes, se plantean en un drama que se aleja en este sentido de una mirada fría al contexto de la Inglaterra de su tiempo, como podría hacer con respecto a Estados Unidos, el Fritz Lang de sus dos eminentes y seminales obras americanas. Sin apelar a dicho alcance casi inmisericorde, no es menos cierto que como tal relato de suspense, LOST funciona de manera casi admirable, introduciendo como antes señalaba, episodios de ascendencia hitchcokiana que realzan dicho conjunto. No cabe duda que los dos más importantes se describen en el encuentro con los supuestos secuestradores del pequeño –en un fragmento además que servirá como catalizador de la autoestima del esposo, en su lucha física contra ellos- y, por encima de todos ellos, la rotunda fuerza que adquiere el colofón del relato, donde un insólito giro nos planteará un escenario hasta entonces casi descartado, en el cual se mostrará de nuevo el auténtico amor de los padres, dentro de una textura física de los exteriores costeros que, por momentos, parecen preludiar por un lado, algunas escenas de riesgo de la cercana NORTH BY NORWEST (Con la muerte en los talones, 1959) y ciertos pasajes de la posterior y mítica THE BIRDS (Los pájaros, 1963) ambas de Alfred Hitchcock, a lo que la presencia en el protagonismo femenino de la rubia y vigorosa Julia Arnall otorga un curioso plus de acercamiento a la obra del gran cineasta.

El film de Guy Green finaliza con la misma naturalidad con la que se ha iniciado, dejando tras de si el peso de un pequeño clásico dentro del cine policíaco, al que no le hace falta ninguna filiación cercana al cine de un Joseph Losey, para dejar de reconocer su notable valía en el seno del cine británico.

Calificación: 3’5

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