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CINEMA DE PERRA GORDA

THE MAGUS (1968, Guy Green) [El mago]

THE MAGUS (1968, Guy Green) [El mago]

En sus divertidísimas y entrañables memorias, Michael Caine consideraba THE MAGUS (1968, Guy Green) una película desastrosa, que solo rodó por su contrato con la 20th Century Fox junto con la extraña DEADFALL (1968, Bryan Forbes), de la que también hablaba con desdén. En una ocasión, Woody Allen confesaba que jamás se arrepentiría de haber hecho algo en su vida, salvo haber visto THE MAGUS. En España, para variar, jamás llegó una película que albergaba en algunas de sus imágenes ciertos escarceos eróticos y, lo que es peor, no intuía en sus imágenes perspectiva comercial alguna. Fue algo que estimo se extendió en un potencial público, que ya a finales de los sesenta, solo iban a intentar acceder a esta inclasificable rareza fantastique, si hubiera estado avalada por la firma de algún realizador de relieve. Olvidaban, sin embargo, y es algo que el paso del tiempo me ha servido de pista para poder acceder a ella, que tras la misma se encuentra Guy Green, escarizado operador de fotografía, convertido en los años cincuenta en un más que apreciable cineasta en el cine británico, de quien recuerdo tres magníficas películas; LOST (Secuestro en Londres, 1956), THE ANGRY SILENCE (Amargo silencio, 1960) y, sobre todo, la extraordinaria THE MARK (Hombre marcado, 1961), entre otras muestras de interés. Tenía especial interés en contemplar como se podía desenvolver un realizador especializado en el cine de género llevando a la pantalla una, de entrada, atractiva plasmación literaria de John Fowles, de la cual el propio novelista asumió la elaboración de su guión. Cuenta el relato efectuado por Caine, que el proyecto y elaboración de dicho guión fue conflictivo. No me extrañaría que fuera algo extendido a muchos de los títulos que hoy consideramos como referencias. Y es que, en más ocasiones de lo deseable, las obras cinematográficas caminan por sí solas, como al agua por las rendijas de la roca, y orillando los objetivos iniciales de sus artífices.

Eso es lo que estimo sucede en una película, cierto, deudora de algunos tics visuales de su tiempo, pero al mismo fascinante en no pocos de sus pasajes. Que puede que haya envejecido en algunas de sus propuestas, pero que aparece en su conjunto como una considerable singularidad, mezcla de suspense psicológico y exponente fantastique, que al mismo tiempo –es uno de sus rasgos más singulares- sabe albergar en su interior, una mirada disolvente, en torno a diversas corrientes cinematográficas de su tiempo. Lo cierto es que nos encontramos ante una extraña mixtura de las posteriores SLEUTH (La huella, 1972. Joseph L. Mankiewicz) y THE WICKER MAN (1973, Robin Hardy), aderezada con un extraño sentido del humor, y protagonizada por el arrogante Nicholas Urfe (Caine, en un rol ideal para su registro). Se trata de un joven profesor de inglés, que viajará hasta la isla de Phraxos, sustituyendo al titular que murió en un suicidio sin aclarar. En su viaje habrá abandonado a la que durante un tiempo fue su novia, Anne (Anna Karina), una joven azafata, dejándose llevar por el embrujo de la costa griega. Una tarde, casi sin pretenderlo, llegará hasta la mansión de Maurice Conchis (Anthony Quinn), sucumbiendo con enorme facilidad ante un entorno que por momentos escapará a su comprensión, y que pondrá a prueba su instinto escéptico. Conchis aparecerá ante él como un extraño demiurgo, sometiendo con su aprobación al joven profesor a la diáspora de un mundo hasta entonces velado para él, en el que la dimensión del espacio y del tiempo casi parece desvanecerse. Un contexto en el que se pondrá en tela de juicio para su protagonista la crudeza con la que culminó su relación con Anne. Será algo que aparecerá reflejado con la entrada en escena de la joven y bella Lily (Candice Bergen), en un primer momento aparición fantasmal, al ser evocada como el amor de juventud del anfitrión griego, y pronto transmutada en una muchacha de conflictos psiquiátricos sometida a tratamiento.

Película imperfecta, arriesgada y fascinante, supone en primer término una más de esas producciones británicas rodadas en territorio extranjero, del que saben extraer ese grado de extrañeza y misterio, al objeto de elaborar una sorprendente charada que sabe dar vueltas y más vueltas a un planteamiento que siempre te pillará con el pie cambiado, y en donde el artificio que en un momento determinado puede aparecer al extremo de lo inverosímil, por lo general es hábilmente sorteado en giros que al mismo tiempo proporcionan complejidad al conjunto. Un ámbito en el que aparecerá el oscuro pasado de Conchis, cuando en la II Guerra Mundial se le acusó de colaboracionista con los nazis –impecable labor de Corin Redgrave como jefe nazi desplazado a la isla- y en el que inesperadamente reaparecerá Anne, proporcionando una oportunidad a su ex novio, que este desaprovechará imbuido por el contacto con el veterano griego y, de manera especial, con Lily. Nada será lo que parece en este suspense psicólogo en el que Green juega con destreza con las convenciones del espacio –la secuencia en la que Urfe se baña por vez primera-, mientras la planificación juega con acierto en la idea de ser observado. Será algo que se extienda a lo largo de todo el metraje, jugando además con el gusto por las manifestaciones artísticas de Conchis –fue músico en su juventud-, cuyo entorno se encuentra rodeado de pinturas y esculturas, y albergando en un recinto el misterioso rostro de una antigua deidad. Sugerencias –la presencia del tarot, la mirada inquisitiva de Quinn-, elementos envejecidos –los planos cortos con los que se introduce el personaje de Anne en la historia-, giros inesperados –esas obras artísticas que se revelan falsas-, o detalles inquietantes –esa margarita encristalada que paseará a lo largo de toda la película- THE MAGUS es el ejemplo perfecto para afirmar que una película con irregularidades, no impide que su propuesta aparezca dominada por el interés.

Expresión tardía de unos modos del cine británico en los que se asumían ecos sobre la presencia del nazismo –como ocurría de manera notable otro título coetáneo, también pésimamente recibido –COUNTERPOINT (Una tumba al amanecer, 1967. Ralph Nelson)-, la película de Green no solo debe permanecer en un lugar de cierto relieve dentro de las singularidades del cine fantástico de su tiempo, sino que además propicia una mirada distanciada en torno a un determinado cine ‘de autor’ popular en aquel tiempo. Será a través de esas filmaciones realizadas en torno al personaje de Lily, debidas al personal psiquiátrico que le brinda tratamiento, donde se incidirá en la presencia de esos señalados teleobjetivos, y en la supuesta falsedad de las mismas, ironizando de manera muy soterrada de unas determinadas ficciones en aquel entonces tan en boga.

Excesiva en algunos de sus pasajes de conclusión –ese extraño y desmesurado juicio al que es sometido de manera inesperada-, deslumbrante en esa conclusión que sobrepasa cualquier expectativa previa, la principal virtud de THE MAGUS reside en saber sortear con inesperada brillantez esa sensación de duermevela. De no saber si lo que estamos contemplando obedece a la realidad, a otra dimensión, o a una puesta en escena de deliberado artificio. Ficción y realidad, prueba quizá para redimir una conducta cuestionable. Tropiezo con el destino, o un libro en el que te encuentras por la mitad –como señalará el personaje de Caine en más de una ocasión-. Preguntas que quedan en el aire, dispuestas en una película despreciada y, lo que es peor, ignorada, que reconozco me proporcionó un inesperado placer.

Calificación: 3

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